asdafdfdas!!!!
Jacques Mackworth
Era la primera vez desde que estaba en el internado que contaba con desesperación los días que habían pasado desde que empezó el curso.
Normalmente aborrecía la primera semana el estar allí encerrados, pero luego eso se quedaba a un lado ¿Qué más daba? Eran 24 horas que pasabas con tus compañeros. Esa gente simpática, o por lo menos la gran mayoría, que hacía que el curso se pasara en un abrir y cerrar de ojos. Pero este año no iba a ser así y todo gracias a la maldita pesadilla que se repetía todas y cada una de las noches. Para más inri la pesadilla no venía sola. No. Se traía consigo el despertarme a las 4 de la mañana todas las noches cubierto de sudor y con la sensación de que toda la habitación daba vueltas a mí alrededor. Además desde hacía un mes que no cenaba nada. Mas vale prevenir que curar.
Todo lo demás… se mantenía en su línea. Sin sobresaltos inesperados. Mi abuelo finalmente había salido del hospital, por fortuna todo se había quedado en un mero susto. No obstante, en lugar de irse a su casa, se quedaba en mi casa con mis padres. Mucho tendría que hacer para que volviera la confianza y lo dejaran volver a su casa. Mínimo hasta que aprendiese a utilizar el maldito cacharro.
Mañana era el día que todo alumno tenía marcado a conciencia en su agenda. La visita de los familiares. Una mera formalidad para que los padres y hermanos se quedasen más tranquilos al ver que su hijo/hermano se encontraba en perfecto estado. Para mí el día de mañana significaba todo lo contrario. Ellos sabían que yo estaba bien, lo que me interesaba a mi era saber como estaban ellos… para que engañar, estaba realmente ansioso por
ver a mi abuelo. Hasta que no lo viese con mis propios ojos no podría dormir tranquilo sabiendo que esta bien y que lo que escucho cada vez que hablo con ellos por el móvil no es una grabación.
A la mañana siguiente el hall estaba a rebosar de gente. Todos felices y contentos por volver a ver a sus familiares. Aunque bueno, no todos, desde donde estaba se podía escuchar una discusión. Curioso me abrí paso hasta ver a los que discutían. Uno de ellos era un chico que de poco me sonaba, la otra era una muchacha de mediana estatura, rubia… Samantha se llamaba. Compañera de Matt si no me equivocaba.
- ¿Estás tonto o solo te haces? Yo no volvería contigo ni aunque mi vida dependiera de ello ¿Lo entiendes? Primero muerta
Había que reconocerle que tenía genio y que se las podía apañar muy bien ella solita. Pero, una vez más, más vale prevenir que curar.
- Eh Samantha, ¿estás bien? ¿Te esta molestando? - Haya paz.
Se volvió hacia mí y, tras reconocerme, sonrió como si no acabará de gritar y todo fuese perfectamente.
- No, gracias de verdad. De hecho, Michael ya se iba… ¿verdad?
- Bien, si necesitas algo me lo dices…
Dedique una mirada de “no me busques que me encuentras” al chaval y me fui de allí, acababa de vislumbrar la cabeza de Matt. Me acerqué hasta donde estaba, saludé a su tía y él me presentó a sus dos amigos de California, Austin y Tom.
El resto del día lo pase en la habitación. De vez en cuando me dejaba caer donde estaban los californianos pero solía dejarlos solos para que disfrutasen de su mutua compañía. Por la tarde, después de comer recibí un toque de mi madre lo que quería decir que ya estaban aquí.
Llegué hasta el hall a tiempo de ver como dos figuras traspasaban las puertas. Una de ellas era una mujer mulata de mediana edad con el pelo negro y largo cayéndole en suaves ondas hasta los hombros, la otra se trataba de un anciano con el pelo blanco con una mano apoyada en un bastón y la otra en la espalda. Mi madre y mi abuelo.
Aligeré el paso y, a pesar de que me moría de ganas por saludar a mi abuelo, saludé primero a mi madre con un abrazo y a continuación un apretón de manos con él. Me había grabado a fuego desde pequeño eso de “Primero las señoritas”.
- ¿Cómo estas, Jacques? ¿Qué tal? Estás muy pálido ¿Estás comiendo bien? Mira que si no comes bien luego no rindes en los estudios.
- Estoy bien.
- Este niño esta muy desanimado, no os echarán bromuro en las comidas ¿verdad?
- ¿Bromuro? Creo que aún no quieren envenenarnos…
- ¿¡Envenenaros!? Que poco mundo has visto tú. El bromuro nos lo echaban en las comidas en el ejército para… calmar un poco los ánimos, que por aquella época no podían alistarse las mujeres. Pero en grandes cantidades te acaba dejando estéril ¡y yo quiero bisnietos!
- Ya tienes una bisnieta – puntualizó mi madre como si acostumbrara a decirlo muy a menudo.
- Pero ella no puede continuar con el apellido de la familia. Ninguno de mis nietos, a excepción de Jacqy, puede. Es lo que pasa cuando solo tienes un hijo varón y las demás mujeres.
- Procura que Lucía, tu bisnieta, no sé entere o dejará de hacerte dibujos.
- Bah, pamplinas.
Y fin de la discusión. Era increíble como en unos pocos segundos podía echarme encima un gran peso, y hacerlo con tal soltura que pareciese poca cosa. Continuamos hablando un rato los tres hasta que llegó la directora y nos robó a mi madre para hablar de negocios seguramente. Mi madre había hecho Odontología en la facultad de Granada y a eso se había dedicado todos estos años hasta que, tras el fallecimiento de su padre, heredó unas acciones del internado en el que me encuentro. No vivíamos muy cerca del internado así que no era de extrañar que aprovechase el viaje para los negocios.
Intuyendo que aquello iba para largo, salí con mi abuelo a dar una vuelta por los jardines que bordeaban el edificio. Andábamos lentamente, haciendo paradas de vez en cuando. Hablamos sobre todo, tocando un poco de cada tema. Se iban a quedar muy poco tiempo así que había que aprovecharlo y no estancarnos en solo tema durante mucho rato.
Nos habíamos sentado en un banco cuando empezamos a tocar temas más escabrosos como era su salud. Mi abuelo no era de los que decían mentiras piadosas. Apoyaba firmemente el decir siempre la verdad y nada más que la verdad. Así que no dio ningún tipo de rodeo para decirme que, desde que había estado en el hospital, estaba bastante tocado. Se cansaba demasiado rápido cuando andaba y le dolían todos los músculos y articulaciones habidos y por haber.
Sin venir a cuento me tendió una caja rectangular.
- ¿Y esto?
- ¿¡Es que acaso un abuelo no puede hacerle un regalo a su nieto por que quiere?
- Si si, no digo que no.
- Pues deja de disgustarme y ábrelo.
Abrí la cajita y saqué de ella un pequeño abrecartas con forma de espada. En el mango tenía grabado el blasón de la familia.
- Es un abrecartas.
- Y yo que creía que era una daga… Sea como sea, muchas gracias abuelo pero, no recibo cartas. De nadie.
- Considéralo una inversión de futuro, llegará un día en el que tengas mucha correspondencia y entonces te alegrarás de tener un abrecartas y así no hacer pedacitos los sobres para abrirlos.
- Eso lo hicé cuando tenía 6 años y era una carta del club Rik & Rok
Mi abuelo siguió hablando, haciendo caso omiso de mi comentario.
- Es algo que se lleva haciendo ya desde unas pocas generaciones. Mi padre me regaló uno igual cuando tenía 21 años, y yo a tu padre a la misma edad. Tendría que habértelo regalado tu padre pero viendo que últimamente no esta demasiado centrado.
- Muchas gracias, abuelo pero… tengo 19 aún.
- … No importa. No pasa nada por que nos saltemos la tradición una vez.
Continuamos andando lentamente. Al rato se nos unió finalmente mi madre que por lo que se ve ya había acabado de hablar con la directora.
El Sol ya comenzaba a ponerse y eso significaba que era hora de la despedida. Los acompañé hasta el coche y, tras ayudar a subirse a mi abuelo, me coloqué la lado de la ventanilla del conductor.
- Precaución amigo conductor, la senda es peligrosa…
- Eres un señor antiguo.
- Que eso me lo diga mi madre me parece muy triste.
- Adiós Jacques, cuídate.
- Nos vemos.
Volví a la habitación sin cenar, como ya era costumbre, dejé el abrecartas en la mesa de estudio y me acosté. Siempre tendía a remolonear para no acostarme haciendo los deberes, buscando algo de información… quién me iba a decir a mi que haría eso. Pero esta noche no. Parecía que todas horas de sueño que se me había acumulado habían decidido que ya era hora de recuperarlas y que esta noche era la más idónea, así que me quité las lentillas y me acosté. Sin más.
Fue un grito lo que me despertó y no una pesadilla. Salté fuera de la cama como impulsado por un resorte. Cuando vi a Matt tirado en el suelo me quedé paralizado un momento al ver lo que había debajo suya, la misma sombra con la que soñaba todos los días desde hacía un mes.
Lo cogí fuertemente por los brazos, levantándolo, y lo dejé sobre una de las camas. Buscaba por la habitación algo con lo que ahuyentar a la sombra, que ahora estaba expandiéndose en el suelo, cuando un brillo plateado sobre el escritorio llamó mi atención. Sin darle demasiadas vueltas aferré el abrecartas con fuerza e intenté apuñalar a la sombra. Si era capaz de hacer daño también tendría que recibirlo. Algo de esa lógica tendría que ser cierta, pues surtió efecto y la sombra comenzó a licuarse y a filtrarse por las junturas de las baldosas del suelo.
Me levanté y me coloqué junto a Matt. Tenía el rostro crispado y de muy mal color.
- Matt ¡Ey, Matt! ¡Abre los ojos!
- Duele. La espalda. Pero estoy bien. Gracias.
Quedó claro que mentir no era lo suyo.
- ¿La espalda?
- Si
Con cuidado le dí la vuelta haciéndole girar sobre un costado. Tenía la camiseta que utilizaba como pijama llena de sangre. Tras maldecir un par de veces me separé lentamente de él y me senté en la otra cama. Notaba un sudor frío bajarme por la espalda y la vista poco a poco se me iba nublando.
- Échate.
En este momento no estaba como para replicarle. Aparté la almohada y me tendí en la cama. Cerré los ojos fuertemente pues la habitación comenzaba a dar vueltas.
- Ahora piensa en… una playa… o… yo que sé, piensa en cuando se estampó la estantería en mi cabeza.
Lo que me faltaba, que él se pusiera a ayudarme a mi. Respiré profundamente varias veces y sonreí para agradecerle su consideración.
- ¿Qué eres ahora? ¿Psicólogo?
- No. Simplemente intento ayudarte, Genio. Al menos desde mi posición tirado en una cama, herido. Pero no hace falta que me des las gracias.
Ah no, no iba a hacerme sentir culpable. Ahora no. Abrí los ojos y ladeé la cabeza para mirarle.
- He visto como estabas a punto de morirte, he visto como te atacaba “eso”, he visto la sangre de tu espalda. Y aún así, te he salvado y no me ha dado el puto ataque de hematofobia. Creo que de darte las gracias a ti, nada.
Nos quedamos en silencio. Clavé la mirada en el techo y respiré pausadamente, el mareo ya se me había pasado pero aún dudaba de que pudiera aguantarme en pie.
- Lo siento, no quería sonar como un gilipollas. Y gracias pos salvarme. De verdad.
No, no sonaba como un gilipollas. Tenía razón en todos los aspectos. Me encogí de hombros intentando restarle importancia el tema y que dejase de darle vueltas al asunto.
- Bah, nada nada, para eso están los amigos. Y más te vale no volver a hacer esa gilipollez, todavía no me creo que no me haya dado el ataque de hematofobia.
- Si claro. Como si yo lo pudiera controlar.
Puse los ojos en blanco y volví a mirarle bromas aparte.
- ¿Cómo estas?
- Mejor, pero creo que necesito que me lo miren. No sé que coño me ha hecho esa cosa.
Yo te lo puedo decir, rasgarte de lado a lado la espalda. Bueno, solo necesitaba un par de segundo más, un minuto si eso, y ya estaría más o menos listo para ayudarle. Si se echaba algo negro encima… Justo cuando iba a contarle mi plan, puso los ojos en blanco.
- Está claro que tú no me vas a llevar a la enfermería, ya has hecho bastante.
No me iba a quejar precisamente por eso. Me levanté y, evitando mirarle por si acaso, abrí la puerta y me asomé al pasillo. Parece ser que la suerte iba a mostrarnos un poco de su encanto. Justo en ese momento salía de su habitación Riley, un muchacho de un curso menor.
- Riley – no hacía falta levantar la voz, aún no había nadie por el pasillo y me había escuchado perfectamente – necesito tu ayuda.
Cerró la puerta de su habitación y se acercó a mi con una expresión pintada en la cara que estaba entre la curiosidad y el “no me toques los cojones que es temprano”
- ¿Qué?
Le deje pasar para que lo viera él mismo.
- Una larga historia – dije al ver su expresión - se me cayó un vaso, él se resbaló y cayó de espaldas sobre los cristales. Llévalo a la enfermería, yo tengo que… recoger los cristales, no vaya a ser que haya otro accidente.
Cerré la puerta tras ellos y fui directo a la ducha. Una buena ducha fría que me ayudase a despejarme. En cuanto saliese de este internado iría a un loquero. Si o si. Esto ya era el colmo. A mi mejor amigo le había atacado “algo” y yo no había sido capaz de ayudarlo, ni siquiera de aplicarle unos mínimos primeros auxilios ¡joder!
Tras salir de la ducha y ponerme las lentillas, dejé a tientas una toalla de mano sobre las manchas de sangre que había en el suelo. Con las que supuse que tendría que haber en las sabanas me las arreglé revolviéndolas y rezando para que no quedase nada a la vista.
Me vestí con el uniforme y, aunque iba con la hora bastante justa, me acerqué hasta la conserjería para pedirle a Concha que avisara a los que limpiaban las habitaciones cada día. Le conté lo mismo que le había contado a Riley, y esperaba que Matt le hubiese contado lo mismo a la enfermera, ya que la enfermera se lo contaría a la directora, de ahí se enterarían los profesores y luego todo el personal del internado. Así que contándoselo a Concha solo aceleraría un poco el proceso.
Llegué justo a la hora de inglés y ocupé mi sitio rápidamente. La profesora inició la clase y anunció un examen para el lunes de la semana que viene. Normalmente me hubiera sumado a las quejas de la clase pero la gente tendría que arreglárselas sin mí en esta ocasión.
Viéndome desde fuera tendría que parecer el perfecto emo, aunque sin el peinado ni nada de eso, si no fuera por que solo de pensar en cortarme las venas… dejémoslo ahí.
Pasé el resto de la hora mirando alternativamente la pizarra y la pelambrera del de delante. Nuria al parecer había decidido que no quería sentarse más en ese sitio, que prefería el que tenía al lado, es decir, el mío. Para más señas decir que el que tenía delante era pelirrojo. Si, la clase de inglés fue toda una fiesta.
Las demás clases, como cada día desde que había empezado el curso, transcurrieron de lo más normal. La agenda ya empezaba a llenarse con entregas de trabajos y fechas de exámenes. Llegó la hora del almuerzo y tenía la esperanza de encontrarme con Matt para así saber que estaba vivito y coleando y que no se había desangrado de camino a la enfermería, pero tuve que conformarme con lo que me comentaron unos compañeros suyos de clase que no dejaban de mirarme con una cara de “¿no es tú compañero de habitación? ¿No deberías saberlo?”
Después de comer intenté llegarme a la habitación para ver si estaba allí pero por la tarde tenía prácticas de laboratorio de química y el profesor nos hacía estar allí media hora antes de que empezara la clase para que preparásemos el material que utilizaríamos y así no perder tiempo de clase. Aún no entendía como había acabado escogiendo esa asignatura.
Las prácticas en ese laboratorio eran horriblemente insufribles. El profesor se las arreglaba de lo lindo para hacer las clases muy monótonas y si a eso le sumamos que allí siempre hacia calor, fuese invierno o verano, convertía esas 3 las horas más horribles de mi vida. La única parte positiva era cuando terminaba de explicar la teoría y te dejaba “libertad” para empezar a hacer el experimento.
Tras terminar las clases de por la tarde fui directo al dormitorio, donde nada más llegar cambié la camisa del uniforme por una camiseta de manga corta.
Escuché algo de cristal romperse en el cuarto de baño. Abrí la puerta encontrándome con una “pared negra que parecía moverse. La sombra, lo mismo del sueño, lo mismo que había atacado a Matt.
Rápidamente se separaron dos apéndices que, como si de patas de un pulpo se tratara, se aferraron entorno a mi cintura apretando fuertemente. Un dolor electrizante me recorrió todo el cuerpo dejándome sin respiración. Apoyé las manos en las jambas de las puertas mientras esperaba recuperarme aunque no tuve mucho tiempo, la sombra no se contento con “abrazarme”, poco a poco empezó a tirar de mi hacia el cuarto de baño.
Empujé en dirección contraria y me revolví violentamente intentando zafarme. Inevitablemente la sombra seguía tirando de mí. Me encontraba a pocos centímetros de ella cuando alguien me cogió por la camiseta a la altura de los hombros, tiró de mí hacia un lado y cerró la puerta de un portazo cortando a la sombra haciendo que se desprendiesen los dos apéndices. Me apoyé en la pared y observé como la sombra que había alrededor de mi cintura comenzaba a evaporarse. En cuestión de segundos había desaparecido completamente.
Levanté la mirada hacia Matt, plantado cerca de la puerta del cuarto de baño mirándome. Sin mediar palabra, dio un paso hacia mi y me levantó la camiseta. Hice un gesto de dolor cuando la tela me rozo la piel, pero no aparté la mirada de Matt.
- Creo que aún no estoy preparado.
- Idiota. Vamos a la enfermería.
Esta vez si baje la mirada.
– Joder
La maldita sombra me había producido una quemadura alrededor de la cintura y ya comenzaban a formarse pequeñas ampollas. Detuve a Matt que parecía dispuesto a salir a acompañarme a la enfermería.
- Puedo ir yo solo, no te preocupes.
Después de decir esa frase pretendía salir rápidamente de la habitación para no dejar que replicara pero, esa idea pareció quedarse en el tintero, nunca antes me había parecido tan grande el cuarto. Me movía lentamente ya que no me apetecía morir del dolor por no ser precavido.
- No tan rápido, Flash.
Llegué hasta la puerta, le dediqué un bonito gesto obsceno y salí de la habitación. Una vez en el pasillo, me bajé con cuidado la camiseta ya que no era cuestión de ir por ahí enseñando la herida.
Llegué hasta la enfermería después de pasar un calvario esquivando a los niños que correteaban por los pasillos. Toqué varias veces en la puerta y entré, encontrándome a la enfermera que corría la cortina que separaba la sala de las camillas. Antes de que la cerrara alcancé a ver a un muchacho rubio tumbado en la camilla y a dos chicas a su lado. La enfermera garabateo algo en unas notas y luego se dirigió hacia mi.
- ¿Qué te ha pasado a ti? ¿Has intentado atravesar una ventana imitando a Superman? ¿Has puesto la mano sobre un fogón sin darte cuenta de que estaba encendido?
Previendo aquello, me había inventado una excusa más o menos creíble. Si no me preguntaban detalles quedaría bien.
- Me caí y se derramo sobre mi un enlenmeyer con un ácido poco concentrado…
Mientras decía aquello me había levantado la camiseta dejando a la vista la quemadura. La enfermera me miró con el ceño fruncido y se acercó para examinar la herida.
- Si hubieses dicho que un compañero danzó en torno a ti apuntándote con un mechero Bunsen encendido, hubiese sido más creíble.
- Me lo guardaré para la próxima
Me hizo pasar a una pequeña sala de curas. Cogió un par de guantes y examinó la quemadura. Tocó ligeramente con un dedo varias zonas, añadiendo un “¿Te duele?” cada vez que lo hacía. Parece ser que puse una expresión lo bastante elocuente como para que no tener que responder en voz alta.
Aparté la mirada mientras ella procedía a hacer la cura, aunque fue comentando en voz alta todo el proceso.
- Primero una base para neutralizar el supuesto ácido – ejem – a continuación un pequeño lavado.... Aplicamos una crema para las quemaduras y ponemos un vendaje.
Cuando terminó de sujetar la venda, me coloqué bien la camiseta y salí fuera de la sala. La enfermera rebuscó un momento entre unos cajones y luego se volvió hacia mí.
- Tienes que venir todos los días para hacerte una cura y cambiarte las vendas. Te tomarás esta pastilla con la cena para que no te duela y puedas dormir esta noche.
Asentí a todo lo que decía y tras coger la pastillita salí de allí lo más rápido que pude, no fuese que le diese por preguntar más cosas como dónde está el profesor que debía de estar contigo.
Pasé por el comedor para picar algo de la cena y, viendo que no iba a durar mucho rato despierto después del día que habíamos tenido, me tomé la pastilla y fui para la habitación. Matt ya estaba en su cama, profundamente dormido. Esperé un poco para asegurarme que hacía afecto y me tumbé de lado para que si me hacía pedazos al menos minimizar la zona de efecto. Y así, antes de que me diera cuenta, me había quedado completamente dormido.
Los cojones de Jacques están a salvo ¿no?
Buenas noches... ¡he dicho!
Tema: Re: Contra las Sombras, ¡cuarta ronda! 
Lun Jul 19, 2010 9:35 pm
.... 
, es genialisisisiisisiimoo!!! 
sip, parece que los cojones de jacques están a salvo, sep xDD 
