Hola! Esta es mi primera historia larga, y voy a intentar subirla de prueba. Por favor, comentad y decidme vuestra opinión, los fallos que tengo y lo que os gustaría que cambiara. Muchas gracias.
Esto debería de haberlo previsto antes. Se sabía de antemano
que algo así podía ocurrir, y sin embargo, no se tomaron las precauciones
necesarias. Aquí tenéis el resultado: una historia espeluznante que, si
queréis, podéis oír, pero antes os aviso de que no es apta para cardíacos.
Queda dicho entonces, y sin más dilación, comenzamos.
En el verano de mis catorce años estaba como cualquier
adolescente: esperando ese amor de verano que todas las chicas de mi edad
desean. Un chico, ese chico que las
haga soñar, reír, sentirse como si la vida fuera de color rosa durante todo el
período estival. Sin embargo, mi verano no iba a ser así. Para empezar: si
quieres tener un amor de verano, primero tienes que conocer gente, salir de
vacaciones y relacionarte un poco, ¿no? Ése era el principal problema de todos:
yo no salía de vacaciones a ningún sitio, porque nos acabábamos (o mejor dicho,
mis padres se acababan) de comprar una
casa en mitad del campo, perdida allí donde Cristo tiró el lápiz, a hacer
puñetas de la civilización y sin más compañía que un pintor bohemio que estaba
como una cabra, un militar retirado y un médico con tres hijos, o mejor dicho,
tres terroristas de Al-Qaeda o algo de eso. “Qué verano más divertido”
pensaréis los que leáis esto. Pues sí, la verdad es que el verano no prometía
ser gran cosa, la verdad, y aún así, se convirtió en un verano inolvidable. Los
días previos a que nos fuéramos allí, yo estaba nerviosa perdida. Mientras mis
amigas se iban a Inglaterra e Irlanda durante todas las vacaciones o algún que
otro mes, yo me iba a encerrar en una casa. Flipante. Y lo mejor de todo no era
eso, no. Lo mejor era que en casa estaba todo el mundo atacado. ¿Por qué? Pues
porque hacía menos de cuatro meses que mi abuelo se había ido. A lo mejor
estáis pensando que le tocó la lotería y se piró por ahí. Pues os estáis
equivocando de cabo a rabo. Tras pasar quince días en un hospital, enredado en
los líos de la abuela con mis tías, a mi abuelo le dio lo que se dice una “mejora
repentina”, una mejora que se lo llevó. Ya me esperaba algo así, puesto que tan
sólo había estado una vez visitándolo y lo había notado muy desmejorado. Bueno,
pues eso, que a mi abuelo le llegó el momento, y tras eso, las peleas entre la
familia fueron cada vez más frecuentes. Yo ya no me hablaba con mi prima
Cristina ni con mi tía Luisa, tan sólo dos días después de que todo pasara.
Después, hacia las vacaciones de Semana Santa, la abuela María tampoco nos
dirigía la palabra ni a mis padres ni a mí. Estaréis pensando que vaya una
familia. Eso mismo llevo yo pensando algo así como seis meses, cuando empecé a
descubrir todos los follones. Tan sólo me hablaba con mi tío Paco, mi tía
Pilar, y mi tía Celia y su familia, porque el resto nada. Y aquí es donde creció
el problema: me enamoré del novio de mi tía Pilar, que tenía veintiséis años y
me veía como lo que era, una niña.