Cazadores De Sombras
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 Mundos Paralelos

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Rory
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MensajeTema: Re: Mundos Paralelos   Mundos Paralelos - Página 2 Icon_minitimeJue Ene 28, 2010 6:48 pm

No, no lo es. Las cosas si las quieres, puedes y las intenteas conseguir,, se consiguen. Excepto cosas imposibles como volar...no te tires desde un precipicio porque por mucho que lo intentes no vas a volar... y cosas asi. Mundos Paralelos - Página 2 Icon_razz
Pero si tu mandas algun libro a alguna editorial...puede que la primera vez te digan que no, o la segunda...pero si escribes bien...porque no???
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Tria
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MensajeTema: Re: Mundos Paralelos   Mundos Paralelos - Página 2 Icon_minitimeJue Ene 28, 2010 9:33 pm

tiene muuuuuuuuuuuuucha razon
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MensajeTema: Re: Mundos Paralelos   Mundos Paralelos - Página 2 Icon_minitimeJue Ene 28, 2010 11:42 pm

Es que me lo imagino y no me cabe en la cabeza.... xD
Por eso quiza lo veo tan dificil...
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Tria
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MensajeTema: Re: Mundos Paralelos   Mundos Paralelos - Página 2 Icon_minitimeVie Ene 29, 2010 6:06 pm

tan solo tienes que intentarlo
pero solo depende de ti
si quieres, lo haces;
si no, no
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Ain Lightwood
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MensajeTema: Re: Mundos Paralelos   Mundos Paralelos - Página 2 Icon_minitimeVie Ene 29, 2010 8:59 pm

Me encanta! Sigue!
Escribes muy bien, me encanta tu manera de hacerlo.
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MensajeTema: Re: Mundos Paralelos   Mundos Paralelos - Página 2 Icon_minitimeMiér Feb 03, 2010 6:12 pm

Os dejo el capítulo 5 y el 6!! espero que os guste! ^^

_________________________________________________________________________________

Cara a Cara


Robert



Había quedado con Rachel para que nos conociéramos después de la charla de mi padre. Yo había captado su mensaje al instante y sabía que ella me esperaría. Pero la charla de mi padre no terminó después de su discurso. Por lo menos no para mí.
Me llevó con él hacia nuestra sala de entrenamiento y me dijo que debíamos volver a retomar las clases, que algo había mal y que quería que le atacara. No me dejó hacerle más preguntas. Cuando le ataqué, al principio, creí que mi mejora en la lucha cuerpo a cuerpo había mejorado, porque mi padre empezó a resistirse. Pero después me dejó destrozado en el suelo mientras repetía sus palabras: “tan débil como siempre”.
Ahora, mientras intentaba dormir, las palabras de desprecio que durante todos estos años me había repetido una y otra vez estaban todas juntas en mi cabeza:
“Eres un inútil” “No vales para nada” “En un combate real no durarías ni dos minutos” “Tan débil como siempre” “Ojala y yo estuviera en tu lugar, pues lo haría mucho mejor que tú” “Imbécil, ¿no ves que esto es importante?”
Pero no era ya solo sus palabras, sino todas sus palizas, las que recibía tanto en el entrenamiento como cuando él se cabreaba.
Había hecho que perdiera la oportunidad de conocer a Rachel, porque cuando fui a ver si estaba, pasado una hora, no había nadie en el patio que comunicaba el salón de actos con el jardín. Ella debía de estar enfadada, y eso me dolía más que la paliza que acababa de recibir.
Cuando entré en la habitación, Ismael estaba leyendo en su cama, mientras que Alex y Matt hablaban de estupideces. Los tres se me quedaron mirando cuando vieron mi cara. Ismael con compresión; Matt y Alex con horror. Después de instalar a Ismael en la única cama que quedaba libre, habíamos ido al discurso y cuando nos separamos, Ismael se fue con mis amigos.
Cuando volví de mi “entrenamiento” (aunque yo diría paliza), él me preguntó si era mi padre el que me había hecho eso, y yo le hablé de lo que había pasado (sin nombrar a Rachel en esto).
Era raro como, después de prometerme a mí mismo dejar pasar lo ocurrido, ella me interesaba. Quiero conocerla, para ver si es como yo me imagino. Aunque seguro que ella ya no quiere conocerme. Y menos después de esto.
Ya no puedo más. He intentado dormirme durante dos horas, y no puedo, así que iré a dar una vuelta.
Me levanto de la cama y me visto. Salgo por la puerta despacio, para que nadie se de cuenta y ando por el pasillo hasta que encuentro las escaleras. Bajo despacio, mientras, en mi cabeza hay demasiados temas que tratar.
Busco la puerta que da al exterior del internado y una gran capa de aire fresco me envuelve.
Esta noche la luna está más grande que nunca y hace que todos mis instintos, que creía dormidos desde hace tiempo, se despierten y contemplen la maravillosa visión de la luna.
-Robert –una voz masculina está detrás de mí. Conozco demasiado bien esa voz.
-Matt, -digo, sin girarme. El chico castaño me contempla con curiosidad, sé que lo hace aunque no le veo. –lárgate.
-¿Qué te ha hecho Julio? –dice preocupado. Nunca pensé que él se preocuparía por mí. Pero es normal, ¿no?
-¿Te importa? Mira, Matt, entiendo tu preocupación, pero te aseguro que esto solo lo hará conmigo, no te buscará a ti para…
-No lo decía por eso. Solo que me parece increíble que tú, alguien que presume tanto como tú, se deje humillar como lo haces. Delante de tu hermano, -su voz cambió al decir “tu hermano”, se puso tenso. –delante de Alex, delante de mí.
-A ti y a Alex no os importa, al fin y al cabo. Y mi hermano esta totalmente enterado de todo lo que pasa, Matt. No al cien por cien. Julio solo le ha contado lo importante, lo que tú sabes. Nada más. Así que no te preocupes por él. Deberías de preocuparte más por ti, Matt. Sabiendo todo lo que sabes acerca de este lugar y de mi familia, no sé qué pintas aquí. Si yo pudiera, ya habría huido.
-Digo lo que tú dijiste antes, ¿te importa, acaso? No lo creo. Y te recuerdo que… -Matt estaba escogiendo un camino equivocado. Pude leerle los pensamientos sin hacer ningún esfuerzo.
-¡No sigas ese camino! Si vas por ahí, te recuerdo que te gano, imbécil.
-Tú no eres mejor que yo, Robert. Ya no.
-¿Qué me vas a decir, eh? ¿Que te has estado entrenando? Llevo toda mi vida preparándome para el final, Matt. Nadie, ni mucho menos tú está capacitado para derrotarme.
-¿Quieres comprobarlo? –Matt se puso en guardia. Me había cabreado bastante y sé que a mi padre no le importará que le de un paliza, así que…
Él fue el primero en atacarme. Se abalanzó sobre mí como el tonto que es. Aunque recibí un buen golpe, no me dolió. Estoy demasiado acostumbrado a las palizas de mi padre. Cuando terminó su turno empezó el mío. Le agarré la cabeza y le pegué un buen golpe en la cara. Eso le iba a dejar huella. Me eché contra su cuerpo y le pegué un puñetazo en el estomago. No quiero que esto se alargue demasiado. Matt cayó al suelo retorciéndose de dolor.
-Te lo dije, -me alejé de él antes de que me arrepintiera de solo haberle dado unos golpes. Y allí se quedó él. Sin levantar su mediocre cara para ver al vencedor.
La pelea había sido tan aburrida que incluso ahora tengo sueño.
Volví a recorrer los lugares por los que había bajado y llegué a mi habitación. Ismael y Alex dormían, y no había nadie en la cama de Matt, como yo esperaba.
Me acosté sin pensarlo dos veces y caí en un profundo sueño. Este había sido un día muy malo.
Todo estaba oscuro, todo a mi alrededor. Pero una mano me llevaba andando. La mano de mi madre. A su lado me sentía seguro. Ella paró en seco y todo a mí alrededor se descompuso. La voz de mi padre sonaba dentro de mí. Sus palabras se burlaban de mí. Pero yo solo era un niño de ocho años que acompañaba a su madre. Él no lo veía así. Desde muy pequeño quiso que yo me entrenara, que abandonara la estupidez que tienen los chicos de ocho años. Él nunca me vio como a un hijo, sino como a un perro al que hay que adiestrar. Él nunca pudo conmigo, sabía que, tarde o temprano, yo sería capaz de derrotarle y eso le asustaba, pues yo tenía dentro de mí el arma que él no podía obtener, la capacidad de sentir. Nunca antes lo había visto tan claro. Ese pensamiento hizo que la voz de mi padre se esfumara y que todo empezara a verse bien. La cara de mi madre sonriéndome. Y nuestra casa, donde cada verano yo vivo. Con el marido de mi madre que, desde la puerta, nos saludaba. Y dentro aparecía mi hermano, con un aspecto de ocho años. Ismael gritaba mi nombre, mientras su padre nos sonreía.
Esta es mi verdadera familia, y solo ahora me podía dar cuenta.


____________________________________________________________________________


Mentiras Necesarias



Matt




No he dormido en mi habitación. No estoy dispuesto a que él me vea así. Después de darme una paliza me he ido al bosque a pensar. ¡Pero que imbécil he sido! Debería de haberme dado cuenta que él es más fuerte que yo, de que lleva preparándose años. Yo solo llevo meses. He sido un irresponsable y lo he pagado. Pero la próxima vez no será así. Estaré preparado.
Sigo caminando por el bosque mientras empieza a amanecer. Hoy será un día caluroso, otro más. Mis días preferidos. Empiezo a correr, tengo que mantenerme en forma y esquivo los árboles. Cada vez soy más veloz y eso me favorecerá cuando vuelva a pelear. Revuelvo la cabeza confuso. No debería de obsesionarme tanto con derrotarle, Alex me lo dice constantemente, pero es que ese tío es insoportable. Por fin he llegado al lago, el famoso lago de “La luna roja” que está tan alejado del internado. Aquí es donde todos los alumnos celebran sus fiestas cuando no quieren que les pillen con alcohol. He asistido muchas veces, pero últimamente esto estaba más solitario. Yo he pasado aquí todo el verano, teniendo que aguantar la cara de Robert todos los días, y eso no ha hecho que nuestro odio mutuo se apagase sino que aumentase.
Pero bueno, ahora él ya no me importa tanto, tengo otras cosas en la cabeza, como Rachel. Ella ahora es lo que importa, y eso que solo la conozco de un día, pero su forma de hablarme, de sonreír, de actuar… todo lo que ella tiene me gusta. Luego está Alex, que sabiendo como es él, no creo que le haga mucha gracia. Pero bueno, no me he acobardado por esas cosas, ahora menos.
Me quite la camiseta y la dejé en una roca que está cerca de el agua. Un baño por las mañanas no hace mal a nadie y yo tengo esto por costumbre, así que me acerqué a la orilla y me tiré sin pensarlo dos veces.
El agua estaba fresca, pero no tan fría como la última vez. Pronto será de día por completo y tendré que volver para el desayuno. En estos momentos desearía que el tiempo se parara, desearía no estar en un internado encerrado, sino en un lugar más alejado de todo esto, libre. Cerré los ojos para hundirme en mis pensamientos, pero los abrí al instante. Alguien me estaba observando.
-¿Matt? ¿Qué haces aquí? –era la voz de una chica, y sonaba preocupada.
Me dí la vuelta para contestar, pero me contuve al ver que todavía tenía las marcas de mi pelea. Así que decidí contestar sin dejarme ver.

-Si, soy Matt. ¿Y tú? ¿Quién eres? –le pregunté. Quizá sonó un poco absurdo teniendo en cuenta que no la estaba mirando, pero no quería que nadie me viera así.
-Matt, ¿te encuentras bien? Soy yo, Rachel. –su nombre hizo que mi cuerpo reaccionara instantáneamente. Me giré para contemplarla. Llevaba un vestido corto y ella me miraba con cara de horror. ¿Tan mal aspecto tenía?
-¿Qué te ha pasado? –me preguntó conteniendo un grito.
Se acercó a la orilla para meterse en el agua, pero yo no se lo permití. Antes de que ella tocara el agua yo ya estaba fuera. Estaba empapado y semidesnudo, pero no me importaba. Rachel se llevó una mano a la boca cuando me vio. La peleaba no había durado mucho, pero me había marcado con varios cardenales, mientras que yo no había podido hacer nada. El inútil que había dentro de mí había podido con el luchador, y solo ahora me daba cuenta. Rachel me tocó la herida de la cara y yo hice una mueca. Todavía me dolía.
-Tenemos que curarte esto, o avisar a alguien para que… -Rachel se dio la vuelta dispuesta a irse pero yo le cogí la mano.
-No, no a vises a nadie –ella notó mi frustración y se quedó a mi lado.
Nunca me había dado cuenta de la falta que me hacía alguien a mi lado, alguien que supiera toda la verdad, y estuve tentado de contarle todo, pero me callé. Lo único que haría con eso sería ponerla en peligro, y no puedo ser tan egoísta.
Fuimos a sentarnos en unas rocas. Ella me miraba intensamente, pero yo no quería mirarla a la cara. Sería demasiado doloroso verme reflejado en ella, verme como un ser inferior, débil.
-¿Quién te ha hecho eso? –yo seguí sin mirarla a la cara. No podía permitir que ella mi mirara ahora, pues entonces mi batalla estaría perdida. Ella lo notó e intentó hacerme ver que no pasaba nada, que todo iba a estar bien. –Matt, ¡mírame! Estoy aquí para ayudarte, ¿vale? Quiero ayudarte. Pero si tú no me dejas, no podré hacer nada, ¿entiendes? Por favor, déjame. –no podía soportarlo más y le conté una parte de la verdad. Como había seguido a mi enemigo hasta enfrentarnos y como yo había perdido. Hubo detalles que me callé, y ella lo notó, pero sabía que esto era muy duro para mí, y que cuando estuviera preparado, se lo contaría. Teníamos las manos cogidas, y me di cuenta que cualquier persona que nos viera ahora, se imaginaría a dos novios, que se han escapado para estar juntos. Me reí en mi interior, mirando a la chica que me hacía sentir estas cosas. Era increíble como, solo conociéndonos de un día, había tanta complicidad entre nosotros. Cuando terminé de hablar me miró asintiendo y supe que ella me comprendía.
-Debes de hablar con alguien acerca de ese chico. –yo no le dije que fue Robert el que me hizo esto. Ese detalle era demasiado para ella.
-¿Hablar con alguien? Tú no sabes cómo es él, Rachel, -mi voz sonó dura, y al instante me di cuenta de que ella no tenía culpa. La miré, dispuesto a pedir perdón, pero ella me miraba enfadada.
-Mira, Matt. No tienes derecho a hablarme de esa forma, yo no tengo la culpa de que los tíos seáis unos brutos. Cuando te he visto he decidido ayudarte, pero ahora me lo estoy planteando. –Rachel se levantó, furiosa, decidida a irse.
-Espera –me levanté rápido para impedir que se marchara. Ella se dio la vuelta y me miró. –Lo siento, he sido demasiado duro contigo, y tú no tienes la culpa. Perdóname, soy un imbécil.
-Bien, tenemos que curarte eso. Voy a por algo que nos valga. No te muevas de aquí.
Rachel se fue y me dejó solo. Me duele la cabeza y no me encuentro bien. Estoy hecho una mierda.

Está amaneciendo, y pronto tendré que ir a desayunar, aunque no es la ilusión de mi vida que me vean así. Eso solo hará que Robert disfrute más y más y yo no se lo pienso permitir.
Pasaron diez minutos y Rachel no volvía. Quizá se habría cansado de esperarme. Contemplé la opción de irme, pero me di cuenta que si ella volvía y no me encontraba, su enfado aumentaría. Y yo no quiero eso.
Cinco minutos más y Rachel volvió. Llegó con una caja de primeros auxilios y no dijo nada. Se sentó a mi lado y empezó a curarme. Me dolían todas las heridas, pero no me quejé. Cuando ella terminó me miró preocupada, ya no había rastro de su enfado.
-Gracias, -le dije y me quedé callado mirándola. Es tan guapa. Llevaba el pelo recogido y me volvía a mirar intensamente. Mis cinco sentidos se concentraron en ella y me di cuenta que estábamos muy cerca. Unos centímetros más y nuestras bocas estarían juntas. Una sensación de calor me recorrió todo el cuerpo al imaginarme con ella entre mis brazos, mientras nos besábamos apasionadamente. Pero Rachel se apartó y empezó a recoger todo lo que había traído. Yo la ayudé.
-Creo que será mejor que volvamos –dijo ella. –Pronto será la hora de desayunar y mi hermano seguro que se dará cuenta. –con que era por eso. Por eso se apartó. Ahora lo entiendo.
-Yo me quedaré aquí otro poco, si no te importa.
-¿Tú solo? –Rachel estaba dudosa. Quiere quedarse, pero tiene miedo de que su hermano se de cuenta.
-Sí. Ya estoy bien. Déjame solo. –me giré contemplando la laguna y noté como ella se acercaba despacio.
-Si la culpa la tengo yo, por ser la imbécil que quiere ayudarte –me di la vuelta para mirarla mientras que ella ya se iba.
-¿Ya te vas? Veo que abandonas rápidamente. Especialmente cuando son casos perdidos como yo, ¿no?
Rachel se dio la vuelta y me miró con cara de asesina.
-No, para tú información no suelo abandonar a los casos perdidos. Solo abandono a aquellos que no se dejan ayudar. Como tú.
-¿Yo? Nadie te ha pedido ayuda, bonita.
-¿Sabes qué? Te mereces lo que te ha pasado. Así, la próxima vez quizá pienses las cosas.
-¿Eso es lo que crees?
-Sí.
-¡Tú no sabes nada!
Me di la vuelta para que ya se pudiera ir tranquila pero siguió detrás de mí.
Aunque no la vi hacerlo, Rachel suspiró. ¿Quién entiende a las mujeres? Yo no. Pero no podía estar haciendo esto. Me había pasado con ella.
Me di la vuelta para poder mirarla. En realidad no quiero que se vaya pero si se va, quizá las cosas cambien entre nosotros. Cuando miré ya no había nadie. Rachel se había ido mientras yo pensaba en mí mismo y en mis tonterías.
Me levanté rápidamente. Rachel no puede estar muy lejos, solo he estado pensando unos minutos. Mientra corría me vinieron a la cabeza un montón de pensamientos, de ideas sobre Rachel.
Quizá ahora la había cagado definitivamente y ella no volvería a hablarme en la vida. Y lo peor es que ella tendría razón. Corrí más deprisa, de camino otra vez al internado. No me importa que mis compañeros me vean las heridas, ya no me importa nada.
-¿Dónde vas? Creía que querías estar solo… -Rachel apoyada en un árbol y tenía los brazos cruzados. Si las miraras mataran, yo ya estaría muerto.
Levanté las manos en señal de tregua y ella se acercó.
-¿Podemos hablar? Sé que he dicho cosas muy feas. Cosas que no eran verdad. Por favor, Rachel…
-Mira, Matt, no sé lo que te ha podido pasar antes de que yo llegará, pero me gustaría que lo olvidaras. No soy nadie para decirte nada, y nos acabamos de conocer… pero sé que me importas. Yo también he dicho cosas que no me gustaría repetir. Así que, ¿por qué no olvidamos esto, por favor? Lo siento, ¿vale?
-No tienes porqué pedirme perdón, Rachel. Yo he sido el imbécil y el estúpido…
-Olvidemos esto, ¿bien? Yo solo quiero… solo quiero… -me acerqué más a Rachel y la besé. Quizá ella quería otra cosa, pero yo lo necesito, necesito su apoyo.
El beso fue intenso, ella apoyó sus manos sobre mis hombros mientras que yo la cogí por la cintura. Nuestros cuerpos estaban unidos mientras su olor me envolvía como una manta y juntos nos fundíamos en un beso que duro segundos, pero para mí fueron horas. El tiempo se había parado.
Rachel se apartó de mí con una sola idea en los ojos: Alex.
Ese chico que es mi mejor amigo y que es su hermano.
-Alex….
-Lo se, Rachel. Alex es tu hermano y…
-… y tu mejor amigo –terminó ella por mí.
-Pero él seguro que comprende… -Rachel me puso un dedo en la boca, como señal de que me callara pero yo se lo quité. –No quiero que nadie rompa este momento. Llevo deseando hacer esto desde que te vi.
Volví a besarla y ella me devolvió el beso con necesidad. Sus labios estaban hechos para los míos. Ahora lo tenía claro.
El tiempo volvió a pararse y ella no hizo nada para que se volviera a la normalidad. Durante una hora estuvimos paseando cogidos de la mano, hablando de todo pero de nada en particular. Había momentos en los que me perdía en su mirada, en los que solo existía ella y nadie más. Pero toda es magia se esfumó cuando me preguntó por mi familia.
-Eh, mi madre vive en Madrid. –dije ladeando la cara hacia la laguna.
-¿Y tú padre?
-Murió cuando yo tenía unos meses. Un accidente de coche.
-Oh, no lo sabía. No tenía que haber sacado el tema. Lo siento, Matt, yo…
-Shhh, no pasa nada. Todo el mundo lo sabe, no pasa nada de verdad. –aún así, ella me cogió la mano en gesto de apoyo. Había vuelto a mentirle, aunque de algo estaba seguro: para mí, mi padre está muerto.
-Deberíamos volver, Matt. Alex se va a dar cuenta de que faltamos los dos y se va a imaginar que estamos aquí.
-¿Por qué te preocupa tanto lo que opine tu hermano de esto? Yo creo que…
-Porque apenas nos conocemos, Matt. –me interrumpió ella. –Un día y ya estoy haciendo estas cosas con alguien que casi es un desconocido para mí.
-Dime, ¿sientes que yo soy un desconocido? –la miré a los ojos y pude ver la confusión que había en ellos.
-No. Contigo es como si te conociera desde siempre, pero aún así…
-Aún así nada, Rachel. –me acerqué a ella y la besé. –me siento bien cuando estoy contigo, ¿eso es lo que Alex no va a entender? ¿No va a entender que me guste estar contigo? No lo creo.
Ella le tenía miedo a otra cosa, en sus ojos se percibía el cambio.
-Entonces, ¿qué es lo que va mal? Puedes confiar en mí. –continué yo mientras la abrazaba.
-No sé, Matt, en realidad no lo sé. –Rachel se apartó y miró hacia otro lado.
-Pues aclárate. Me has devuelto el beso. Ese beso que llevo deseando desde que te vi por primera vez. Alex me había contado muchas cosas alucinantes sobre ti pero todas se quedan en nada comparado con la realidad.
-Matt, tú me gustas, me gustas mucho, pero las cosas no son tan fáciles…
-Las cosas no son fáciles porque tú las complicas. ¿Quieres hacerme caso a mí? No pienses, solo mírame –ella me hizo caso y en sus ojos puede ver otra vez esa luchar, pero también vi las ganas que tenía de hacerme caso y de olvidarse de su hermano y todos los demás.
Me acerqué a ella y la volví a besar. Está vez el beso fue tierno, confuso, pero precioso.
Mis manos rozaban sus caderas, mientras que ella jugaba con mi pelo.
Atraje su cuerpo al mío y los dos chocaron como imanes.
Nuestros besos habían pasado de ser tiernos y dulces a trasmitir ondas de calor.
Pasados dos minutos, Rachel me miraba intensamente. Ya le sonreí, intentando trasmitirle seguridad.
-Sabes que esto puede acabar tremendamente mal –dijo ella.
-Sí, pero no me arrepiento de nada.




Espero que lo disfruteis! ^^

Muaks! Very Happy
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MensajeTema: Re: Mundos Paralelos   Mundos Paralelos - Página 2 Icon_minitimeMiér Feb 03, 2010 8:35 pm

Mundos Paralelos - Página 2 Affraid Mundos Paralelos - Página 2 Affraid Mundos Paralelos - Página 2 Affraid Mundos Paralelos - Página 2 Affraid
Es impresinante! Me encanta!
Escribes genial. Sube mas cuando puedas.
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D-E-V-I-L ..´.-
Hada
D-E-V-I-L ..´.-



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MensajeTema: Re: Mundos Paralelos   Mundos Paralelos - Página 2 Icon_minitimeMiér Feb 03, 2010 8:48 pm

ME ENCANTA Mundos Paralelos - Página 2 Affraid Mundos Paralelos - Página 2 Affraid Mundos Paralelos - Página 2 Affraid Mundos Paralelos - Página 2 Affraid Mundos Paralelos - Página 2 Affraid Mundos Paralelos - Página 2 Affraid Mundos Paralelos - Página 2 Affraid Mundos Paralelos - Página 2 Affraid Mundos Paralelos - Página 2 Affraid Mundos Paralelos - Página 2 Affraid , siento no habertelo dicho antes, pero si quieres te lo repito:
ME ENCANTA Mundos Paralelos - Página 2 Affraid Mundos Paralelos - Página 2 Affraid Mundos Paralelos - Página 2 Affraid Mundos Paralelos - Página 2 Affraid Mundos Paralelos - Página 2 Affraid Mundos Paralelos - Página 2 Affraid Mundos Paralelos - Página 2 Affraid Mundos Paralelos - Página 2 Affraid Mundos Paralelos - Página 2 Affraid Mundos Paralelos - Página 2 Affraid !!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
Eres una gran escritora, adoro tus historias!!!!, no busques mas porque aqui tienes a tu fan n1!!!!!!!!

Me muer de ganas de que subas mas!!!!!!!!!111

Bsos- cielo Mundos Paralelos - Página 2 Lol
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Criatura de Lilith
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MensajeTema: Re: Mundos Paralelos   Mundos Paralelos - Página 2 Icon_minitimeMiér Feb 03, 2010 11:18 pm

me alegro de que os guste! ^^

me alegro muchisimo!!!!!!!!!!!!!!! Very Happy Very Happy Very Happy
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Tria
Criatura de Lilith
Tria



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MensajeTema: Re: Mundos Paralelos   Mundos Paralelos - Página 2 Icon_minitimeMiér Feb 03, 2010 11:19 pm

me encanta, me encanta! me encantaaaaaaaaa!!!!!
me ha encantado,
quiero mas....
pls no tardes en escribir...
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MensajeTema: Re: Mundos Paralelos   Mundos Paralelos - Página 2 Icon_minitimeMiér Feb 03, 2010 11:21 pm

si quereis mas meteros en esta pagina, esta hasta el capitulo 9:
www.mundos-paralelos-love.blogspot.com

Me alegro de que os guste!^^ Me alegro muxisimo!
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MensajeTema: Re: Mundos Paralelos   Mundos Paralelos - Página 2 Icon_minitimeMiér Feb 03, 2010 11:43 pm

Ya me los he leido todoS!! Esta muy bien jejejej quiero más!!!!!!!!!!!!!
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MensajeTema: Re: Mundos Paralelos   Mundos Paralelos - Página 2 Icon_minitimeMiér Feb 03, 2010 11:49 pm

ahora mismo estoi en ello ^^
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MensajeTema: Re: Mundos Paralelos   Mundos Paralelos - Página 2 Icon_minitimeMiér Feb 17, 2010 6:24 pm

Capítulo 7
Preparaciones
Rachel



Habían pasado tres días y no he vuelto a estar sola con Matt. Él parece ignorarme, y eso me tiene negra. Ahora estaba segura de algo: me había precipitado. No debimos de habernos besado. Yo no debí de caer en su juego. Se había aprovechado de mí, de que él me gustaba, y de que yo quería besarle. Ahora que había conseguido lo que quería pasa de mí. En realidad me lo merezco, por estúpida.

Estoy tumbada en mi cama, leyendo “Drácula”, uno de mis libros favoritos mientras pienso en todo lo que pasó en un día.

Narcisa había ido a por su ejemplar de Filosofía de este año. Quería empezar a estudiar antes de que se le acumularan las cosas, aunque todavía quedaban dos semanas para empezar las clases. Y una para el baile de otoño.

La puerta se abrió y Carlota apareció con unos vaqueros rotos y una camiseta de media manga negra. En las manos tenía unos papeles. Sin mirarme me tiró uno de ellos.

-Estaban en la puerta, donde se deja el correo. –Me miró sonriendo.- Son las invitaciones al baile.

Cogí la invitación rápidamente. El papel era grueso y tenía los bordes quemados, dándole un estilo antiguo. Empecé a leer

Querida Rachel Stuart, le enviamos esta invitación con motivo del baile de otoño que se celebrará el próximo sábado en el St. Gaifen.
La temática de este año es “La Edad Media”
Esperamos contar con su participación.

Un saludo cordial,
El director, Robert Deblash




-¿La Edad Media? –Preguntó Carlota.- ¡Qué poco original! Aunque este año las invitaciones son menos cutres que la última vez. –Carlota me miró y se sentó a mi lado. -¿Te ha pedido ya Matt que vayáis juntos?
-¿Qué? ¿Estás loca? Ya te he dicho que desde que pasó eso en el bosque no se ha dirigido a mí. Además, no me importa –en realidad sí me importaba, pero no iba a admitir eso delante de ella.
-Mira, conozco a Matt desde hace mucho tiempo, y él no es así. Seguro que está liado con algo…
-O con alguien, -le contesté yo de mala gana. -¿Y tú? ¿Vas a ir con mi hermano?
-No me cambies de tema… -dijo ella apartando la vista.
-No te cambio de tema, es la verdad… ¿Vais a ir juntos sí o no?
-¡No!
-¿Por qué? ¿Qué hay de malo? Mira, no se lo que habrá pasado entre vosotros, pero quiero que me lo cuentes.
-Que te lo cuente él, si se atreve.

En ese momento, Narcisa abrió la puerta entonando una canción. Llevaba puesto su MP3, y estaba en su mundo. Cuando nos vio se lo quitó y nos saludó.

-Ya han llegado las invitaciones –le dijo Carlota.
-¿Sí? ¿Y la mía? –contestó Narcisa.
-Está aquí –Carlota se la dio y Narcisa empezó a leerla en voz alta. Todas eran iguales, ponía lo mismo.
-Este año se han portado, por lo menos… -dijo ella.
-Narcisa, Carlota se niega a decirme lo que pasó entre ella y mi hermano… -le dije a Narcisa. Carlota me mató con la mirada.
-¿No te lo ha contado? Bueno, da igual, te lo cuento yo… -Narcisa se acercó y se sentó a mi otro lado.
-Ni hablar… Narcisa, por favor, no quiero hablar de esto…
-¡Es su hermano! Debe de saberlo. Si no quieres contárselo tú, se lo contaré yo.

Carlota puso mala cara e hizo un gesto con la mano para que Narcisa empezara. Se tumbo en la cama, con los ojos cerrados, mientras Narcisa empezaba.

-Todo empezó cuando Alex llegó aquí. Desde el primer momento se notó que entre ellos había lago más que palabras, y en el baile de primavera él le pidió salir. –Narcisa miró a Carlota, ausente, como si lo estuviera recordando todo. – Estuvieron bien hasta que Carlota empezó a darse cuenta de que Alex escondía algo. Ninguno sabíamos por qué había venido aquí Alex. Ninguno, excepto Matt… -Narcisa suspiró, y continuó. –Por aquel entonces, Matt estaba detrás de Natalie, pero ella no le hacía caso, así que Carlota negoció con Matt lo siguiente: Matt le decía la verdad de Alex, y Carlota le conseguía una cita a Matt con Natalie chantajeándola. Antes Matt era muy estúpido cuando se enamoraba. Quizá por eso es por lo que ahora no se quiere acercar a ti, para no enamorase otra vez. Pero bueno, ese no es el tema. La cuestión es que Carlota le consiguió la cita, que salió fatal, con Matt casi en el hospital de la paliza que le pegó Robert, y Matt le contó a Carlota lo que ella quería saber: que había estado acostándose con su profesora, y que por eso tus padres le decidieron traer aquí. Carlota habló con él, pero no cortaron, y durante unas semanas todo siguió igual, hasta que ella, sin querer, vio un mensaje que le había mandando la profesora de Alex a él. Carlota se dio cuenta de que ellos seguían en contacto, y que no era una simple amistad: ella seguía queriéndole, y Alex no la dejaba. Carlota cortó con tu hermano, y entonces fue cuando él se dio cuenta de que en realidad no quería a la profesora, sino a Carlota. –Carlota abrió los ojos y miró a Narcisa. En su mirada se podía apreciar todo el dolor que llevaba guardado. Carlota seguía queriendo a mi hermano.- Desde entonces ellos están así. Antes eran más críos, y entiendo que ella le dejara entonces, pero creo que ahora debería de darle otra oportunidad.
-Bueno, ya lo sabes. Tu hermano fue un verdadero cabrón. –dijo Carlota, sin hacer caso del último comentario de Narcisa.
-Mi hermano siempre fue bueno con las mujeres, pero cuando esa maestra apareció en su vida, todo cambió para él. –puse los ojos en blanco. - Siempre había estado con dos o tres a la vez, pero cuando apareció ella en su vida… él se obsesionó con ella. Aunque si quieres que te diga algo, él te quiere… Nunca le había visto mirar a nadie así, como te mira a ti… Deberías de darle otra oportunidad. Y no es porque sea mi hermano…
-Lo siento, Rachel, pero no. Y no pienso hablar más de esto… no voy a volver con él, no ahora.

Narcisa suspiró y se levantó de la cama. Se sentó en el escritorio y empezó a buscar algo en Internet.

Carlota también se levantó de la cama y fue a su lado.

-¿Qué hacéis? –pregunté yo extrañada.
-El baile es dentro de dos semanas, y tenemos que llevar algo puesto, ¿no? A menos que quieras tirarte a alguien –dijo Carlota riéndose. –Pues bueno, esta es la tienda más cercana donde podemos ir.

Carlota giró la pantalla y yo pude ver un mapa de un pequeño pueblo. Había una nota al lado donde ponía que tenía solamente siete mil habitantes y que era un pueblo muy abandonado.

-¿Vamos a ir a ese pueblo? –pregunté yo. Era un pequeño pueblo donde no podía haber nada en especial para ponernos.
-No lo digas como si fuéramos a ir al infierno, Rachel. Todos los años nos compramos allí la ropa…
-Pero Narcisa, ¡tenemos que comprarnos trajes de la Edad Media! No podemos ir a cualquier sitio…
-Mira, tú haznos caso, allí todo el mundo se compra su ropa. Puede que sea un pueblo mediocre, pero te puedo asegurar que las tiendas de Feall Street son alucinantes. Allí seguro que encontramos nuestro vestido perfecto.

Me tumbé en mi cama mientras miraba el techo. Es verdad que yo no conozco ese pueblo, pero es imposible que encuentre algo para ponerme en ese sitio. Seguro que me estaban tomando el pelo. Cerré los ojos, imaginándome como sería la fiesta. Según me había dicho Alex, la fiesta era en el salón de actos.

-Las fiestas que se realizan en el internado son en el salón de actos, -me contó él.- Se quitan todas las sillas y todo se convierte en una gran pista de baile. El escenario es donde tocan todos los grupos. ¿Sabes? El año pasado tuvimos a muchos grupos famosos aquí, y este año seguro que también viene algunos. El tema fue el rock and roll y hubo unos trajes de infarto –dijo mientras se reía. -Es un gran acontecimiento, aunque el baile más importante es el de fin de curso, que lo hacemos en los jardines. Seguro que te gusta, yo me lo paso genial.

Volví a mirar a mis compañeras de habitación, que estaban mirando por Internet con mucha atención. Me levanté y me puse a su lado. En la pantalla había una foto de unas calles donde se veían tiendas. Miré a ver si encontraba alguna conocida, pero era imposible: todas tenían nombres ingleses y extraños. La foto estaba tomada un día de Navidad, y todos los adornos resaltaban.

-¿Con quién tienes pensado ir? –le preguntó Carlota a Narcisa. –Porque se que Rachel va a ir con Matt, pero no se con quién vas a ir tú.
-Yo no voy a ir con Matt… -dije yo con voz cansina. Carlota se giró y se me quedó mirando como si fuera la primera vez.
-Mira, Matt es gilipollas. –Miró a Narcisa, que asintió- Pero no creo que sea tan gilipollas para que no te pida ir al baile con él –Narcisa volvió a asentir. –Además, ¿con quién si no tú?
-Con esa tal Natalie –contesté yo como si llevara toda la razón. Ellas se echaron a reír. -¿Qué?
-Es que acabas de decir la estupidez más grande que hayas dicho jamás. –dijo Narcisa. –Matt pasa de ella desde que se dio cuenta de que le utilizaba. Te puedo asegurar que Natalie irá con Robert seguro –hizo fuerza en el “seguro”. Carlota asintió.
-Yo no estoy segura, pero la pregunta no era para mí… ¿Narcisa? –la miré y Carlota hizo lo mismo.
-¿Qué? ¿Yo? Pues no se… La verdad es que no me interesa nadie…
-¡Eso dicen todas! Mira, he visto al nuevo, y está como un tren.
-¿Quién es el nuevo? –dije yo mirando a Carlota. –Se supone que la nueva soy yo.
-No se quién será, pero va mucho con Robert y sus amigos. Está en la habitación de Matt y Alex, así que imagino que será por eso por lo que va con ellos. No se separa de Robert… lo que es muy raro.
-Mira… lo mejor será buscar a Matt y a Alex y que nos digan lo que pasa –dijo Narcisa. –Y así tú puedes hablar con Matt –me miró.

Carlota se levantó enseguida y me cogió del brazo antes de que yo dijera que no, mientras Narcisa nos seguía.
Salimos de la habitación rápidamente bajamos las escaleras. YO no sabía adonde iba, solo dejaba que ellas me guiaran.

Cuando llegamos a las pistas de fútbol no habían pasado ni tres minutos. Había una verja que rodeaba las pistas de fútbol, baloncesto y balonmano. Al lado de la verja había una mesa de pin pon y una pista de tenis. La mayoría estaban ocupadas por estudiantes más pequeños que nosotros, excepto la de fútbol, en la que dos equipos jugaban un partido.

La pista de fútbol estaba hecha de césped artificial, las redes de las porterías eran azul marino y blancas, como el uniforme del internado con el balón a juego. Los chicos estaban jugando como brutos, como si les fuera la vida en ello.

Nos sentamos detrás de la portería de “nuestros” chicos, y durante diez minutos les estuvimos viendo jugar. Reconocí a casi todos los chicos que había jugando: Estaban Alex, Enrique y otros amigos suyos. Y también estaba Matt. El jugaba sin camiseta, y aunque ya le había visto una vez así, me volvió a dejar sin aliento. ¡Cómo estaba! Me olvidé de lo capullo que había sido y me concentré en su cuerpo, en su esbelta figura. Pero entonces volví a recordar que era un cabrón y dejé de mirarle. Alex metió un gol y entonces tomaron un descanso. Ellos se acercaron a nosotras y se sentaron haciendo un círculo. Matt se había dado cuenta de que yo estaba ahí y me estaba mirando, pero yo no le miré. Entonces Narcisa se acercó a él y le susurró algo en el oído. Él me seguía mirando y yo le quité el balón a Alex y me fui a la portería. Necesitaba tirar unos tiros para descargarme.

Tiré con todas mis fuerzas y cada vez más fuerte, y entonces me olvidé de todo. Lo único que había en el mundo era el balón y yo, hasta que una voz me sacó de mis sueños.

-No sabía que jugabas al fútbol. Aunque viendo como le das al balón imagino que te estarás imaginando que es mi cara.

Matt estaba a mi derecha, mirándome. No me había dado cuenta de que estaba aquí, así que seguí ignorándole. Él se quedó unos minutos mirándome, sin decir nada.

-Sé que he sido un imbécil por no decirte nada… Lo siento…

Seguí lanzando balones a la portería sin ignorarle, hasta que él me quitó el balón. Eso hizo que le mirara.

-Devuélvemelo. –dije.
-No hasta que hablemos.
-¿Ahora quieres hablar? Que te den. –fui corriendo hacia él, que cuando vio mis intenciones se río, pero él no se esperaba que yo también supiera jugar, así que le robé el balón. Él se quedó mirándome sin saber qué hacer, y entonces corrió hasta donde yo estaba.



Durante diez minutos estuvimos quitándonos mutuamente el balón. Él era muy bueno, pero yo también lo soy. Primero lo hizo en silencio, aunque luego empezó a hablar.

-He estado muy liado, por eso no he podido hablar contigo –decía mientras me regateaba.
-Ya, claro. Por eso me ignorabas, ¿no? –le contesté mientras le quitaba el balón.
-Te mereces algo mejor que yo… -me dijo mientras me quitaba el balón
-No me vengas con ese cuento. A mí no me vale eso de “no es por ti, es por mí”. Además, ya no me importas. –le dije mirándole. Él se paró y entonces yo se lo volví a quitar, lacé a la portería y me fui. Ni si quiera miré a ver si había marcado.

Sabía fingir muy bien. Él hizo como si esas palabras le importaran, como si yo le habría hecho daño. Pero él ya no me importaba. Yo no le mentía como el me lo había hecho a mí.

Me fui hacia mi habitación, mientras me recogía el pelo con una coleta. Cuando pasé por el pasillo que daba a mi cuarto, volví a quedarme mirando ese cuadro, el del internado. La verdad es que era muy bonito.

Entonces todo volvió a mí, desde el principio: Cuando vi por primera vez el internado, cuando conocí a Matt, cuando miré este cuadro y vi por primera vez a Robert, cuando conocí a Narcisa y Carlota, cuando Robert me dio plantón, cuando Matt y yo nos besamos en el lago… todo. Terminando con este enfrentamiento con Matt.

Suspiré y pasé a mi habitación. Todo estaba como lo habíamos dejado: el libro de “Drácula” en mi cama abierto por la mitad y el ordenador encendido con las sillas alrededor.

Antes de que pudiera sentar alguien llamó a la puerta. No tenía ganas de hablar con nadie, así que hice como si no estuviera. Volvieron a llamar y yo no contesté.

Cuando ya creía que se habían ido volvieron a llamar.

-Sé que estás ahí, solo espero que no estés desnuda, porque voy a entrar, -era la voz de Matt. Él no llegó a entrar, se quedó apoyado en la puerta mirándome.

Yo me tumbé en la cama, cogí el libro y seguí leyendo. Ahora mismo me parecía mucho más interesante como el Conde Drácula mataba a sus víctimas que él.

Matt no se movió, simplemente se quedó mirándome, sin gesticular. Entonces pasó y se sentó en una de las sillas del escritorio.

Yo me levanté y le miré. No iba a burlarse otra vez de mí, esta vez no.

-Creo que ya te lo he dejado claro antes, ¿no? Aunque si quieres que te lo repite, con gusto lo haré. –le dije.
-Me lo merezco, y lo sé. Solo quiero que sepas que voy a luchar por enmendar mi error.
-Mira Matt, no hay error que valga. Todo fue mal, no deberíamos de habernos besado, porque no nos conocemos. –hasta el momento en que lo dije no me di cuenta de lo real que era eso. -Tú no te esperabas que yo te dijera eso, ni yo me esperaba que tú pasaras de mí. Pero es normal, porque no nos conocemos. No puedo ir así por la vida, besando al primer chico que me parece guapo y simpático. Y tú tampoco puedes ligarte a la hermana de tu mejor amigo –me volví a sentar en la cama con las manos en la cara. –El único error aquí es ese, Matt. No nos conocemos, y hoy por hoy, no voy a estar con una persona a la que no conozco. Si lo que buscas es mi perdón, no hace falta que lo pidas. Al fin y al cabo no estábamos juntos, y eso quiere decir que no tenías que hacer nada. –le miré y me mordí el labio. –Y ahora, por favor, vete, quiero estar sola.

Él se levantó, consciente de que yo decía la verdad, y que nada de lo que él diga va a poder cambiar esto, porque nada lo podía cambiar.
Antes de irse se giró y me miró. En su cara no había dolor, sino tristeza. Él sabía que yo decía la verdad y eso le jodía.

-Tienes razón. Pero eso no va a impedir que yo luche por que cambies de idea. Si es por lo de tu hermano lo entiendo, pero cuando llevemos más tiempo juntos sé que volverá a pasar. Y entonces no habrá excusas. –Matt se volvió a dar la vuelta y se fue.

Volví a coger mi libro y seguí leyendo hasta que me quedé dormida. Mis sueños estaban plagados de letras que se juntaban, de laberintos y de estrellas de rock que se drogaban. Sueños sin sentido.



Cuando me desperté estaba sola. Alguien había estado aquí, porque me había echado una manta. Todo parecía estar bien, hasta que la verdad me abrumó. Había sido la responsable, la que miraba por su bien, la que no se arriesgaba. Es decir, todo lo contrario a lo que yo era en verdad. Pero, ¿de qué me valía ser rebelde y pensar en los demás cuando nada sale bien? Me arriesgué besando a Matt, y él pasó de mí. Me arriesgué quedando con Robert, y él no acudió. Había sido dura con Matt, pero era la verdad. Por ahora, no podía esperar nada más de él, ni de ninguno otro, porque no los conocía, y no pensaba arriesgarme con algo a ciegas. Como había hecho antes.

Miré el reloj, que marcaba las ocho y cuarto. Había dormido una hora y algo y la cena era a las nueve. Carlota y Narcisa volverán pronto, así que voy a ducharme antes de que ellas me quiten el baño.

Cojo la ropa que pienso ponerme: unos pitillos y mi chaqueta de rombos. Me doy una duchar caliente rápida y me arreglo el pelo. Un baño para tres no estaba nada mal. En todas las habitaciones había un baño, excepto en las habitaciones que eran para cuatro personas, que había dos. Lo sabía porque Alex ocupaba una de esas habitaciones.

Terminé la ducha y salí del cuarto. Carlota y Narcisa estaban ya en la habitación. Las dos me miraron a la vez, preocupadas.

-Matt nos ha contando lo que ha pasado, -dijo Carlota. Narcisa asintió.
-¿Cómo estás? –Narcisa me miró.
-¿Yo? Bien, muy bien.
-Ya… claro… -dijo Carlota.- Acabas de tener una conversación muy…desconcertante con Matt y estás bien. Y yo soy Dios, claro.
-¿Qué demonios ha pasado? ¿Qué os ha contado él?
-Pues mira, cuando hemos llegado él estaba apoyado el la pared, y le hemos preguntado, y ya nos ha contado lo que tú le has dicho…
-Y según él qué le he dicho –digo yo.
-Pues que todo esto ha pasado porque no os conocíais. Y, bueno, tú lo sabes mejor que nosotras… -Suspiro y cierro los ojos. No me gusta hablar de lo que siento, de lo que pienso, eso no me gusta nada.
-Solo queríamos saber cómo estabas… -dice Narcisa, mirándome.
-¡Estoy bien! ¡De verdad! –las miro despacio y por un momento se me pasa una imagen por la cabeza -¿Sabéis? Tengo una idea. ¿Por qué no vamos hoy a por esos vestidos? Antes de que se los lleven…

Ellas se miran y luego me miran a mí. Y en menos de dos minutos estamos en la puerta del despacho del director esperando a verle.

Narcisa llama a la puerta y se oye una voz que dice que nos esperemos unos minutos. Carlota y yo nos sentamos en las sillas, pero Narcisa se queda quieta, mirando la puerta muy atentamente.

-¿Qué pasa? –pregunto yo.
-Nada… solo que el que ha contestado no es el director… -contesta ella.
-¿Entonces quién ha…? –y antes de que Carlota termine de hablar la puerta se abre y Robert Deblash sale en silencio. Sus preciosos ojos azules muestran una mirada fría, posiblemente heredada de su padre. Él cierra la puerta y mira a Narcisa, que está delante de él cortándole el paso.

Carlota me mira a mí, con los ojos muy abiertos, y ninguno de los cuatro decimos nada, hasta que él se acerca a mí y me coge del brazo.

Narcisa me mira atónita, y Carlota con una mirada enfadada. Yo la miró intentando decirle que no se lo que pasa, pero para ella no tengo excusa.

-Ven –es lo único que dice él. En su rostro no se puede apreciar ningún sentimiento, bueno, quizá de aburrimiento.
-¿Dónde te crees que vas? ¡Te la estás llevando por la fuerza, capullo! –dijo Narcisa cogiéndome del otro brazo.
-Si ella quiere venir, vendrá. –contesta él.
-¿Y si no quiero ir contigo? ¡Soltarme los dos! –Narcisa quitó su brazo pero Robert no. Él y Narcisa se miraban como si quisieran matarse mutuamente. Yo miro a Carlota, y esta me manda una señal de que lo deje, que es normal. –Robert, déjame en paz. Vete a darle la lata a otra.
-Solo quiero hablar contigo. Te debo una –él me guiña un ojo, y entonces Narcisa casi se cae al suelo. Pero en vez de hacer eso, se ríe.
-¿Qué es tan gracioso? –le pregunto.
-¡Que está intentando ligar contigo! ¿Ya te has cansado de Natalie? –le pregunta ella.
-Sí, igual que me cansé de ti. –le dice Robert. Miro a Carlota, que me lanza una mirada de disculpa.
-¿Vosotros dos estuvisteis juntos? –pregunto yo.
-Sí –contesta Carlota antes de que nadie pueda adelantarse.
-Vamos, Rachel, vámonos y te lo explicaré. –me dice Narcisa. Yo la miro y luego miro a Robert. Narcisa y Robert se miran, pero no como antes, sino recordando. Tienen las miradas ausentes, ella triste, él seria, y aunque ellos se están mirando, parece como si estuvieran muy lejos.
-No le hagas caso, vente conmigo, -me dice Robert. –No tienes nada que perder…
-Sí, que no va a comprarse su vestido para el baile,- dice Narcisa muy convencida –vámonos Rachel…


Entonces la puerta se abre, y aparece el director con cara de enfado. Primero nos mira a nosotras, y luego a Robert, que le devuelve la mirada. Hoy el director lleva un traje negro como la noche, que le da un aire siniestro. Sus ojos azules como el hielo ahora están posados sobre mí.

-Vosotras no vais a ir a ningún lugar hoy. Mañana iréis a comprar esos trajes. –Julio mira a su hijo, y este aparta la mirada. Luego sonríe, como si hubiera conseguido un premio. –Señoritas Narcisa y Carlota, tengo que hablar con ustedes de sus familias. Narcisa, tu beca se ha aumentado. Carlota, tus padres me han llamado. –el director se aparta y hace un gesto invitándolas a entrar en su despacho. –Vengan por aquí. Debemos hablar. –Ellas se miran, dudosas- Es urgente señoritas.

Y tras esas palabras, Carlota coge a Narcisa de la mano y se dirige hacia el despacho. Pero antes, me lanza una mirada de “Cuidado con el lobo”.

Cuando se cierra la puerta, miro a Robert. Está tan guapo… Me quito rápidamente esa idea de la cabeza y cruzo los brazos. Él me mira y sonríe. Su expresión cambia cuando me mira, y yo no puedo hacerme la dura.

-¡Por fin solos! –dice él mientras me mira de arriba abajo. ¡Será descarado! Carraspeo para que se de cuenta de que estoy aquí, y entonces él posa su mirada en mis ojos. Y todo se para. Su mirada me atrae, sus rayos azules me derriten por dentro. ¿Cómo puede un chico como él despertarme estos sentimientos sin conocerle? Últimamente me van mucho los chicos a los que no conozco de nada…
Él se muerde un labio. Yo pongo los ojos en blanco. Está apoyado en la puerta. Demasiado creído. Su postura al apoyarse le delata. Entonces empieza a acercarse. Hace como si sacara un bandera blanca, lo que en realidad es un pañuelo. Yo suspiro y hago un gesto de derrota.

-Me dejaste plantada, no tienes derecho a decirme que me vaya contigo… -le digo.
-Primero: no habíamos quedado formalmente. –Hago un gesto de incredulidad con la cara. Él hace como si no lo hubiera visto y prosigue. -Segundo: tengo excusa. Mi padre me la lió. Me dijo que era urgente que fuera y todo eso. Tú misma has visto como tus amigas han entrado si apenas cuestionarle. –dice haciendo un gesto con las manos hacia la puerta. –Nadie le cuestiona nunca. Bueno, yo solo a veces. –se ríe, pero yo no. Sigo mirándole, esperando a ver que decido. Aunque yo se que es una batalla perdida, sigo haciéndome de rogar. Siempre se me dio bien eso.

Cuando él para de reír, niego con la cabeza. Entonces él se acerca y me coge del brazo.

-También quedaba la alternativa de llevarte a la fuerza. Y soy experto en eso.
-¡Vale, vale! Puedo sola, gracias. –hago que me suelte y él se echa las manos a la cabeza, como si sus brazos fueran una almohada, mientras caminamos por un pasillo muy largo. El despacho del director está muy cerca de las habitaciones de los alumnos, y también muy cerca del comedor, y del salón de actos. En realidad, está cerca de todo.
-Como quieras. Pero no deberías ser tan dura conmigo. Todo fue por culpa de mi padre. –le miro con una ceja alzada. -¡En serio! ¿No me crees? –niego con la cabeza. –Allá tú. Yo soy un buen chico. –me guiña un ojo y sigue con sus brazos en la cabeza. ¡Menuda pose tiene! Cualquiera que le viera diría que es un gandul. Yo no diría que no.
-¿Tú un bueno chico? Permíteme que lo dude. ¿Qué sé de ti? Que le rompiste el corazón, no solo a tu ex novia, sino a una de mis amigas. Que mi hermano te odia –evito hablar de Matt en la conversación. No se merece que le nombre. –que me dejaste plantada y que eres un capullo sin remedio. ¡Ah! Sin olvidar que tu padre, un hombre del que no me han hablando muy bien, es el director del internado donde pasaré gran parte de mi vida. –le miro y nos paramos. –No hay muchas cosas a tu favor, chico misterioso.
-Puedes darme el beneficio de la duda –objeta él. –O simplemente dejar de pensar en lo que la gente te ha contado para empezar a pensar por ti misma. ¿Sabes? ¡Es algo útil! –le hago un gesto obsceno con el dedo y sigo caminando. Se está burlando de mí.
-¿Sabes lo que también puedo hacer? Largarme. –digo yo adelantándole como si hubiera tomado la decisión. A mí nadie se me pone chulo.
-¡Vale, vale! Me rindo chica misteriosa –hace mucho énfasis cuando pronuncia las últimas palabras. ¡Será tonto! ¡Me está imitando! –Ahora, ¿desea la señorita ir a dar un paseo?
-Con una condición… -digo yo haciéndome la interesante.
-Soy todo oídos…
-La única que puede hablar de personas misteriosas soy yo –le sonrió y salgo por la puerta que da al exterior antes de que pueda contestarme. Detrás de mí, Robert se ríe.
-Sinceramente, no se quién es más misterioso de los dos… Una chica nueva a la que nadie conoce, o un capullo… ¿cómo me llamaste antes? Ah, sí, capullo sin remedio. Creo que mi vida es muy monótona, así que el misterio aquí eres tú.
-¡Y una mierda! –le digo. –Yo solamente soy la chica nueva. Seguro que nadie sabe nada acerca de ti. Pondría la mano en el fuego porque nadie te conoce realmente…
-Sí, mi hermano me conoce muy bien… es le único que me conoce.
-¿Tú hermano? ¿Ese chico rubio que va contigo siempre?
-Emm… sí, ese. Bueno en realidad no se si él me conoce tan bien. Quizá mi padre. Según él somos muy iguales –me río. Esa si es buena. ¿Su padre? No lo creo… aunque pensándolo bien, antes ha parecido como si simplemente con la mirada se conocieran.
-Mira, no conozco a tu padre… Pero no me han hablando muy bien de él y…
-¡Tampoco te han hablando bien de mí y voilá! No soy tan malo…
-Robert, cállate y no me interrumpas, -le ordeno. Él se calla, y pone cara rara. ¿Qué habrá pasado por su cabeza en ese momento? No parece muy contento… -Antes decía que aunque no conozco a tu padre nada, todo lo que me han dicho de él es cierto. Y tú no eres como él. Quizá tengáis los mismos ojos y os parezcáis muchísimo, pero no sois iguales…

Él me mira intensamente. Hemos llegado donde empieza el bosque. Entonces él mira para adelante, pensativo. Está como cuando miraba a Narcisa, como en otro planeta. Sin mirarme se acerca a mí y me señala unos árboles al fondo.

-¿Ves eso? Es una pequeña casa donde paso los veranos. No me gusta estar en el internado durante las vacaciones… todo es demasiado solitario. Le dije a mi padre que la construyera para mí. Es como mi casa. Julio no vive allí. En verano casi nunca está en casa y cuando está, se queda en sus “aposentos privados”. Quería enseñarte la casa. Es pequeña, pero seguro que te gusta. –Robert me mira y sonríe. Yo también le sonrío. Me gusta la idea. Es algo tan… íntimo. Y raro. Y agradable. Es algo nuevo.
-Sí, seguro que me gusta. –Miro la casita. ¡Es tan pequeña! Tiene unos colores marrones que hace que se confunda con el medio en que se encuentra. El tejado es rojo apagado y la puerta es muy pequeña.
-Venga, vamos. Tenemos que poner la chimenea. ¡Hace mucho frío dentro!

Robert me coge la mano y sale corriendo. Aunque es muy rápido le sigo el ritmo. ¡Y porque me parecía que estaba cerca! Cuando llegamos, me quedo mirando. Desde cerca es aún más bonita.

-El diseñador tiene que ser todo un genio, -digo yo.
-Emm… Yo diseñé como quería ser la casa… -dice el riendo.
-¿Estás de broma verdad? –le miro y el niega. – ¡Eres todo un artista, Robert!
-Lo sé, mujer. –él me guiña un ojo. Que creído que es… -Bueno, ¿preparada? El interior también lo he decorado yo, por si preguntas luego. –se río y mete la llave en el cerrojo. Se oye un clic y la puerta se abre. Pero antes de que yo pueda entrar, él se pone en medio. Robert se quita la chaqueta y me la pone en los ojos.
-¡Eso no vale!
-Calla, quejica. Vas a tener que aguantarte. –Robert me coge de la mano. –Ten cuidado, está todo muy desordenado. ¡Cuidado Rachel, un escalón! –levanto la pierna, pero no hay nada. Y oigo una risa a mi lado.
-¡Lo has hecho a posta! ¿No hay nada verdad? –Sigo caminando sin su ayuda.
-Espera Rachel, no sigas que te vas a caer…
-Ya claro… -pero antes de que él pueda contestar, me tropiezo. La venda cae al suelo y en un segundo Robert está a mi lado agarrándome para que no me cayera. Nos miramos y antes de que yo pueda insultarle él se ríe.
-¡Te avisé! Menos mal que soy todo un deportista…
-¡Lo que eres es un capullo! –le acuso. Él me ayuda a levantarme y entonces miro a mí alrededor. A nuestro lado hay una gran chimenea. Las paredes están pintadas de un color amarillo apagado y el suelo es de parqué, igual que el del internado. ¡Todo es tan acogedor! Hay dos sofás al fondo y una pequeña habitación al lado, donde se puede ver una pequeña cama. También hay una televisión negra, muy grande, apagada enfrente de los sofás. El salón también tiene incluido una pequeña cocina, donde todo esta recogido y organizado.
-¿Qué? ¿Qué te parece? –me pregunta mirándome.
-Lo que me parece es que no se que hago aquí, -le digo, consciente de que he dicho la verdad. Nuestro primer encuentro fue un desastre, y ahora ya no se lo que va a pasar. Hay buen rollo entre nosotros, pero no veo a qué viene esto de traerme a su casa de verano. O quizá sea su casa de citas. No, eso si que no.
-Pues estás aquí conmigo, ya que te debía una por no presentarme. ¿No te vale eso para quedarte un rato? Solo para hacerme compañía.

Por un momento no se qué decir. Miro hacia la chimenea. Últimamente me están pasando unas cosas más raras… Primero me lío con un chico, que casualmente es el mejor amigo de mi hermano y que está como un tren, al que apenas conozco, luego este me deja plantada, y ahora un chico guapísimo me está pidiendo que me quede a hacerle compañía en una casa que le pertenece. Llamarme tonta, pero hay algo que no me gusta en esta historia, pero, ¿qué puedo perder quedándome con Robert? Absolutamente nada.

-Bien, me quedaré a hacerte compañía pero, ¿qué haremos aquí? –le digo.
-Haremos lo que tú quieras…
-¿Lo que yo quiera? ¿Puedo elegir?
-Sí… pero con una condición…
-¿Cuál?
-Tiene que ser algo divertido… -él se ríe y yo le pego en el brazo. Pero antes de que pueda darle un segundo puñetazo me agarra las manos.
-¿Crees que no puedo ser divertida, señor misterioso?
-Solo lo dudo, -dice él mientras me suelta las manos. –Así que vas a tener que hacer algo para cambiarlo.
-¿Yo? ¡Pero si el que me dejo plantada fuiste tú! Creo que el que debe de cambiar algo aquí eres tú.


Robert se ríe, y yo le acompañó. Y así pasamos esa larga tarde de principios de otoño. El tiempo no nos acompaña, por lo que él tiene que encender la chimenea. Se notaban que tenía práctica, y no me dejó hacer nada. Hablamos de miles de cosas, de la música que nos gustaba, de que los dos adorábamos el fútbol y de su padre. No se cuando ese tema se desvió, pero terminamos hablando de él.

-Yo creo que todos los alumnos te califican en seguida por cómo les trata tu padre, Robert… -le digo yo.
-¿Qué me catalogan? –Robert se ríe. –No creo Rachel… Al fin y al cabo, somos padre e hijo. Nos parecemos. Aunque me joda decirlo, nos parecemos. No es algo de lo que esté orgulloso, pero no solo físicamente somos iguales…

Yo no pienso eso… Él no es tan frío como su padre, y tiene una luz en los ojos que él no tiene. Durante toda la tarde me di cuenta de ello. Cuando habla de las cosas que le llenan, esa luz se enciende. Pero cuando habla de su padre, esa luz es inexistente.

-¿Y tú? ¿Cómo es que has llegado a parar a este internado? Yo no tengo otra alternativa, pero tú podrías estar muy lejos, libre de esta jaula. –Robert sonríe. Le hace mucha gracia el tema de su encierro.
-Ya sabes la historia de mi hermano…
-¡Oh, sí! ¿Qué se lió con su maestra? Esa fue muy buena. Solo a alguien como él se le puede ocurrir… -pero antes de terminar se calla y me mira. Yo no le pongo buena cara.
-Si, no te cortes. Sigue burlándote de mi hermano como si yo no estuviera.
-Es que estoy demasiado acostumbrado a eso. Nunca me he tenido que callar porque la hermana de Alex esté a mi lado. Aunque seré capaz de callarme para que tú no te vayas. –Robert me sonríe, y entonces me olvido del comentario de mi hermano. ¡Es tan guapo! Y la lucecita de sus ojos está encendida. Él se levanta y empieza a caminar despacio buscando algo, pero no se da cuenta y tira una foto al suelo. Yo la recojo y la miro. En la imagen, un niño moreno tiene un balón entre sus manos y sonríe a la cámara. Detrás de él hay un hombre que lleva de la mano a otro niño rubio. Entonces miro los ojos del chico moreno y encuentro los parecidos. ¡Es él! Miro a Robert, que está mirando la foto también. Sus ojos azules le vuelven a delatar. Él es el niño de la foto.
-Pareces muy feliz aquí, -le digo.
-Sí. Mira, ¿ves? –me señala al niño rubio. –Este es Ismael, mi hermano, y el de detrás es su padre, el marido de mi madre.
-¿Y ella?
-Es la que hace la foto. –Robert esta vez no mira el retrato, sino que me mira a mí. Y me vuelvo a olvidar de todo. Pero entonces veo que estamos demasiado cerca y me aparto. No es bueno ir rápido, ya lo tengo comprobado. Además, ¿qué pasa con Matt? No tengo respuestas para eso.
-Es tarde Robert. Tenemos que irnos a casa. –él señala la habitación.
-Esta es mi casa… -sonríe y señala la foto. –Y esta también. Pero no el internado. Allí no soy libre. –entonces suspira y se tira en el sofá a mi lado. Se tapa con una mano la cara y en esos momentos parece demasiado frágil. Hace medio día no podría decir que le vería así, pareciendo tan derrotado, tan cansado.
-¿Es por tu padre, verdad? –le pregunto. –No os lleváis bien. –Robert ríe, pero no con esa risa suya, sino con una risa forzada.
-No, no nos llevamos nada bien… -me mira –Si tu supieras…
-Sé que apenas nos conocemos, pero a veces, contarle las penas a un desconocido ayuda muchísimo más que a un conocido.
-Esa excusa no te vale. Yo siento como si te conociera desde siempre… -me dice con esa mirada iluminada otra vez. Entonces se levanta y me levanta a mí también. –Hora de irse. Tienes que arreglarte para la cena…
-Vale, gracias. Se supone que ya iba arreglada.

Robert se ríe y empieza a apagar la chimenea. Primero echa tres cubos enteros de agua y después pisa lo que queda con el pie. ¡Qué bruto!

-Prométeme que volveremos a venir aquí alguna vez, conmigo –me dice mientras se levanta. Tiene una gran mancha de ceniza en los pantalones. Yo me acerco y se la limpio con cuidado, mientras él me mira desconcertado. Entonces me levantó y le miro. Estamos muy cerca.
-Claro que te lo prometo. Aunque esta vez no será tan fácil traerme. Vas a tener que currártelo –pienso en Matt, y en como en estos días no me a echo caso. No quiero ir rápido ya con nadie. Ahora podría besar a Robert, y entonces lo estropearía todo. No debo hacerlo aunque sea lo que mas quiero en el mundo.
-¿Va a ser más difícil? ¡Dios santo! ¡Todo lo que me espera para traerte de nuevo aquí! –los dos nos reímos.
-¡No soy una chica tan difícil! Seguro que puedes hacer cualquier cosa para impresionarme.
-No te preocupes, si la recompensa es una tarde como esta, haré un trato con el diablo si eso me lo garantiza. –le doy un pequeño puñetazo en el hombro mientras él se ríe. Me coge las manos y me las agarra y entonces empieza a hacerme cosquillas.
-¡Imbécil! ¡Para Robert, para! –no puedo para de reír, y él no para. Entonces alguien abre la puerta de la casa, seguido por un carraspeo y una mirada fría.

Julio Deblash está en la puerta, acompañado de ese silencio que ha heredado su hijo de él. Va vestido más informalmente que de costumbre, aunque claro, informal para él es algo muy formal para cualquier hombre normal y corriente. Lleva una chaqueta de piel y unos vaqueros azules apagados.

Robert y yo nos reincorporamos en el sofá. Yo no quiero ni mirar a los ojos de mi director, pero Robert, en cambio, le lanza una mirada de desafío.

-Veo que se lo están pasando bien, Stuart y Deblash. Sabía que no era tan buena idea dejar que se fueran sin hablar antes con ustedes. –él mira a Robert, que no quita la mirada de él. –Y ahora, si son tan amables, les rogaría que se fueran de mi cabaña. No tienen permiso para estar aquí.
-¡Mentiroso! Está no es tu cabaña, padre. –Robert se pone de pie y se acerca a él, y aunque el director abulta más que Robert, este es más alto que su padre. –Es mía. Así que lárgate y déjanos en paz.

Hay mucha tensión en el aire, y los dos, tanto padre como hijo, tienen los puños apretados. Robert mira a su padre con odio y Julio a su hijo con superioridad, enfadado por sus palabras.
Me levanto y voy al lado de Robert. Hay que tranquilizarle o será capaz de pegar a su padre.

-Robert, déjalo. Nos vamos. –le digo cogiéndole del brazo. Robert hace un gesto rápido para que quite la mano, pero yo no la aparto.
-Rachel, -él me mira con ojos de súplica, -esto no tiene nada que ver contigo. –ahora mira a su padre. –La acompañaré a su cuarto, y luego hablaremos, padre. –gran parte de la rabia contenida se acaba de esfumar de su rostro, pero no el odio. Entonces es Robert el que me coge del brazo y el que me lleva hacia fuera.
-Hasta otra, -me dice mirándome el directo –señorita Rachel, ha sido un placer tenerla en esta conversación tan agradable. –se ríe maliciosamente, y entonces un escalofrío recorre mi cuerpo. Él dice otra cosa, pero no me da tiempo a oírlo. Robert camina muy rápido, arrastrándome con él.

No decimos nada, simplemente caminamos. Él me ha soltado, y ya puedo andar a mi ritmo. La cabaña se está empezando a quedar atrás y ahora caminamos muy lento. Robert se para y me mira.

-Mi padre es un imbécil. No le tengas en cuenta esto que a pasado. Solo ha venido para fastidiar… -dice él.
-Pero, ¿cómo nos ha encontrado? –le pregunto. Robert aparta la mirada.
-No lo sé, -entonces se ríe. –Un sexto sentido para fastidiar a su hijo, quizá.
-Tú y él… no os lleváis muy bien, ¿verdad? –entonces él me mira y puedo ver otra vez esa rabia contenida hacia su padre. Le odia, le odia de verdad.
-No, nunca nos hemos llevado bien. Él solo buscó un hijo para que fuera igual que él, para que hiciera lo que él quisiera, y yo no quiero serlo. Le jodió la vida a mi madre, ¿sabes? En cuanto ella se quedó embarazada, él se fue de su vida. Y entonces fue cuando conoció a su marido, el padre de mi hermano. Él se comprometió a decir que era el padre de su hijo, es decir, mi padre. Y se casaron solamente para que las gentes del pueblo se creyeran la historia. Pero él se enamoró de ella y mi madre todavía quería a mi padre, y todavía le quiere. Pero es feliz con su marido, y él siempre ha sido como el padre que nunca tuve. –Robert hace una pequeña pausa, y entonces continúa. -Al nacer yo, mi padre volvió a por mí. Y mi madre no pudo hacer nada para que él me llevara. Entonces ella se quedó embarazada de mi hermano y él fue como la nueva luz que necesitaba para seguir viviendo. Yo no conocí a mi madre hasta que tuve diez años. Nunca se lo he perdonado, que me mantuviera diez años alejado de mi madre, mintiéndome, diciéndome que estaba muerta y que era mi culpa que ella muriera. Yo generé odio hacia mí mismo y cuando ella volvió, también la odiaba a ella. –Robert se ríe –Pero ella se metió en mi vida y mi padre no pudo volver a apartarme de ella. Desde entonces, pasó casi todo el verano con ellos. Aunque ahora que mi hermano está aquí, no se lo que va a pasar. Pero bueno, no quiero aburrirte.
-No me aburres… es más, me gusta que puedas confiar en mí- le sonrío y él me devuelve al sonrisa. ¡Qué guapo es!
-Y a mí poder confiar en ti. –Robert suspira y mira hacia delante. Ya estamos muy cerca del internado y pronto esta tarde mágica se habrá esfumado. Hacía mucho tiempo que no me lo pasaba tan bien. Lo bueno dura poco. –Vamos, ya queda poco. –Robert echa a andar y yo le sigo.

Durante el tramo hasta mi habitación no hablamos, aunque el silencio no es incomodo. Hay miradas entre nosotros, sonrisas, él me mira de arriba abajo y yo hago como si no me diera cuenta y viceversa. Robert es guapísimo, sus ojos azules engatusan a cualquiera y su sonrisa es maravillosa. Poco a poco nos vamos juntando, hasta que nuestros brazos rozan. Y no decimos nada, porque no hay nada que decir. Y en esos momentos mágicos nada importa. Pronto llegamos a mi habitación y yo me apoyo en la puerta, mirándole.

-Bueno… ya hemos llegado… -digo yo. Robert me mira y sonríe.
-Sí… es una pena. Pero bueno, pronto te volveré a secuestrar, -me guiña un ojo, y entonces creo que el corazón se me va a parar.
-Ten cuidado, a ver si tu padre, el policía especializado en secuestros, te va a pillar, -Robert se ríe, y yo abro la puerta. Pero antes de irme, me acerco a él y le doy un beso en la mejilla. –Espero que no se te olvide secuestrarme otra vez. –Él me mira intensamente.
-No te preocupes, te aseguro que no me olvidaré de secuestrarte, -y antes de que yo pueda decir nada más, Robert se da la vuelta y se va.

Todo empezó con un día jodio: Matt no se había acordado de mí, y no era eso lo que me importaba, lo que más me importaba es que había actuado mal, precipitando. Pero todo terminó bien: con Robert…

Paso a mi habitación. No hay nadie. Enciendo la luz de la lámpara de noche y cojo mi libro de “Drácula”, que sigue donde se quedó, y comienzo a leer.
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Mundos Paralelos - Página 2 Empty
MensajeTema: Re: Mundos Paralelos   Mundos Paralelos - Página 2 Icon_minitimeMiér Feb 17, 2010 6:25 pm

Capítulo 8
Nadie dijo que la vida era fácil
Robert

Y
ahora, lo peor de todo este rollo: mi padre. La tarde ha sido alucinante: Rachel es mejor de lo que me imaginaba. Se la debía, y se la he pagado. Pero todo terminó mal. Apareció él, mi padre, el que siempre lo jode todo.

He ido a mi habitación antes de encontrarme con él. Me estará esperando, pero que se fastidie y que espere. He cogido el iPod, seguro que mi padre se va a enrollar y va a querer que haga algo por él, así que mientras que lo hago, escucho música.
Miro el reloj. Hace más de veinte minutos que dejé a mi padre esperándome. Seguro que está enfadado. ¿Qué digo? ¡Él siempre está enfadado! Así que eso ya no me asusta.

Bajo las escaleras que dan a la planta baja del edificio. Y allí está, ¡la puerta que me llevará al infierno! La atravieso y salgo al exterior decidido. Hace mucho tiempo que conozco a mi padre, y seguro que no me puede hacer algo peor de lo que me hace continuamente. Entonces vuelvo a pensar en ella, en lo que le he contado. Hace mucho tiempo que no tenía una conversación tan divertida con nadie. Y aunque el tema del que hablamos era sobre cómo mi padre me engañó durante mucho tiempo, no me sentí incomodo. Ella es increíble. Una tarde juntos y no me ha bastado. Tengo ganas de volver a verla, y por un momento contemplo la posibilidad de colarme en su cuarto. Pero no, también me colaría en el cuarto de Narcisa y no tengo ganas de discutir con ella.

¿Qué habría pasado si ella y yo siguiéramos juntos? Es una pregunta que ronda mi cabeza de vez en cuando. Cuando la veo con sus amigas, en clase, en el comedor, siempre que la veo.

Cuando estábamos juntos nos lo pasábamos muy bien. Ella siempre tenía una sonrisa para regalarme cuando veía que mi padre me hacía daño, y no solo físicamente.

Ella es una de las pocas personas que sabe que mi padre me pega. Eso fue la razón para separarnos. Yo no quería denunciar a mi padre. ¿Tiene eso sentido? Ninguno. Es imposible que a él le pase nada. Y si le pasara, ¿qué ganaría yo con eso? Dolor para los que me importan. Quizá por eso sigo con él, por mi madre, y por mi hermano.

Cojo el iPod y me lo pongo. Y la busco: busco la canción. Es muy difícil encontrar una banda sonora a tu vida, y yo ya la he encontrado: “Best of me” suena en mi iPod.
Me lleno de letras, de sonidos, pero sobre todo, de palabras. Suena la primera estrofa: It's so hard to say that I'm sorry. Y la canción continúa. Y el tiempo se para. Y mi vida vuelve a pasar delante de mí, como tantas veces pasa cuando esta canción me pose.

Sigo andando mientras los últimos compases me sirven de guardaespaldas. Siempre he adorado a los Sum 41. Su música es especialmente buena. Desde que los descubrí, con la canción de “With me”, siempre han sido los protagonistas en mi iPod.

Pero la canción termina, y yo me encuentro delante de la que es mi casa aquí en el internado. Es pequeña, lo admito. Pero es el mejor sitio cuando quiero estar solo. Dentro hay luz y se puede apreciar una sombra humana. ¿He dicho humana? Me río antes de entrar de mi estúpido chiste mientras pienso que soy el peor contador de chistes de la historia.

Ni si quiera llamo a la puerta. Es mi casa. Mi padre está sentado en el sofá mientras mira la foto en la que Rachel se fijó.

-¿De qué te reías antes de entrar? –claro, el mejor lector de mentes es mi padre. ¡Cómo si no lo supiera ya!
-Nada, simplemente dudaba de tu humanidad. –le contesto secamente. ¿Dudar? No, es que ni si quiera tienes humanidad.
-¿Y tú si? –Mi padre estaba respondiendo a mi mente, no a mis palabras.- ¿Te crees que por enseñarle tu casucha a esa muchacha y pasar la tarde con ella ya eres un hombre? –él se ríe. Se ríe irónicamente. Se ríe de mí. Y tira la foto al suelo, rompiéndola en mil cachitos. Demasiada fuerza para un simple objeto, le oigo decir en su mente. Y entonces se levanta derecho a la puerta. Pero antes de irse se vuelve a mí. Yo ni si quiera le miro. Tengo la vista puesta en la foto de mi verdadera familia. –Robert, tu eres como yo. Eso nunca lo dudes. –y se gira para irse. –Recoge todo esto, te espero fuera. –Y se va, cerrándola puerta, y dejándome con esa sensación de que tiene razón. De que haga lo que haga, siempre terminaré siendo como él.

Levanto la foto. El cristal está roto y yo no podré hacer nada. La foto solamente tiene unos arañazos producidos seguramente por la caída. El maltrato físico incluye maltrato psicológico, por eso el maltrato físico es peor, oí una vez decir a alguien. ¡Y una mierda! No hay nada peor que te digan lo que no quieres oír. Y para mí, ese es el peor maltrato de todos.



* * * * * *



Cuando salí de la cabaña, mi padre no estaba. Había dejado en la puerta una nota colgada. Me decía que ya había tenido mi castigo. ¿Pero de qué está hablando? Estoy harto de sus juegos, no tengo ni idea de qué castigo me merezco. Cojo la nota y la rompo. Luego la tiro al suelo y me voy.
¡Qué gilipollas que es! Nunca pensé que podría llegar a odiar tanto a mi padre. Cuando yo era pequeño las cosas eran diferentes. Él no me pegaba, aunque tampoco era un padre normal, pero no era tan cruel conmigo. En cambio, ahora, es lo peor que puede haber sobre la tierra. Y no lo digo en broma. Él es lo peor que hay.

Empiezo a andar directo a mi habitación. No tengo ganas de hablar con nadie. Miro el reloj, todavía quedan dos horas para que sea la hora de cenar, y mañana temprano nos vamos al pueblo a comprar los trajes, así que esta noche tendré que descansar más. Él me lo tiene dicho: estas en un momento muy difícil de tu desarrollo, Robert, tienes que descansar si quieres ser tan fuerte como yo. Y no se da cuenta de que yo no quiero ser como él. Pero algún día le superaré y entones él no me podrá decir nada, no se podrá quejar. Algún día seré yo el que mande, no se volverá a aprovechar de mí.

Abro la puerta de mi habitación y allí están: Matt y Alex. Están sentados en la cama de Alex, la que está más cerca de la ventana. Miro hacia la derecha, que es donde está mi cama y la de mi hermano y allí está Ismael, tumbado en su cama, leyendo un libro. Cierro la puerta y ni Matt ni Alex me dirige una mirada. Todavía me acuerdo cuando mi padre me obligó a compartir habitación con Matt. Él acababa de llegar al internado y yo tenía la habitación más grande para mí solo. Por aquel entonces yo era un crío y no quería que él estuviera porque lo quería todo para mí solo, pero hoy es diferente: yo no quiero que esté porque le odio. Ismael se da cuenta de que estoy en la habitación y deja el libro en la mesita. Lleva los pantalones del chándal negro y una camiseta azul de superman. Sí, mi hermano es fan de Superman. Se ha visto todas sus películas y yo me las he tragado todas. Pero, ¿qué se le va a hacer? En el fondo me divertía viendo la cara de pasmo que ponía cuando las veía. A veces Isma es un friky, con ese afán por leer y esa admiración ciega a Superman y a Spiderman. Él me mira y me sonríe de esa forma que solo él es capaz de hacer, la sonrisa de un hermano. Entonces miro a Matt y un pensamiento recorre mi mente, pero lo aparto rápidamente.

-¿Dónde has estado, forastero? –me dice Ismael haciéndome lado en su cama. Yo me siento a su lado y cierro la puerta de una patada. Alex me mira y suspira. Luego se gira y vuelve a pasar de mí. Así mejor.
-¿Yo? ¿No deberías ser tú el que me diga a mí lo que has hecho durante mi ausencia? ¡Vienes a mi casa y ni te veo!
-Venga, no te hagas de rogar, hombre. ¿Dónde has estado? –y entonces miro a Matt y a Alex. Los dos están pensando en la misma chica: Rachel. Alex es su hermano, ¿pero Matt? Y me adentro más en su mente, y entonces lo veo. Y sonrío. Un chico listo, Matt, pero la cagaste. Miro a Ismael otra vez.
-He estado con una chica encantadora, ¿sabes? Hemos estado toda la tarde hablando. –intento atraer la atención de Matt, pero no lo consigo del todo.
-¿Con una chica? –Ismael me mira, sin comprender porqué miro yo a Matt. Este no se da cuenta de que le estoy mirando.
-Sí. No la conoces, es nueva. Se llama Rachel. –y entonces Matt me mira. Lo he conseguido. He dado en el clavo. Alex mira a Matt, sin entender lo que pasa. Este le mira y le dice algo y Alex sale de la habitación.
-¿De qué curso es? –me pregunta Isma mientras Alex sale de la habitación.
-Del nuestro –me vuelvo a meter en la mente de Matt. Le ha dicho a Alex que Rachel quería verle. Es más astuto de lo que me imaginaba. Él me mira, pero yo hago como si nada. –Hemos estado toda la tarde hablando.
-Pero, ¿no ha pasado nada? –me pregunta Isma.
-No, yo no quiero ir rápido. Y menos con una chica como esa. Seguro que si hubiese pasado algo no sería tan especial como ha sido. –Miro a Matt y le sonrío. -¿Verdad, Matt?

Y antes de que me de cuenta, tengo a Matt encima de mí. Él alza el puño, que va derecho a mi cara. Pero yo soy más rápido y lo esquivo mientras me río. Ismael se levanta e intenta sacar a Matt de encima de mí.

-Déjalo, Isma. Este no es capaz de hacerme nada, es un blando –digo riéndome. Eso cabrea más a Matt y me divierte más a mí. Puedo ver su odio y eso me alimenta más. Él se imagina a ella conmigo, divirtiéndose, y eso le vuelve loco. Pero, ¿cómo es posible que sienta algo así por alguien a quien apenas conoce? Matt cada vez me sorprende más. Sus sentimientos por ella son enormes, esa idea de protegerla es muy fuerte.

Le inmovilizo el brazo y me subo encima de él. Matt gruñe e intenta darme una patada, pero no lo consigue.

-Vamos, Robert, déjalo. Sabes perfectamente que le puedes. –me dice Ismael.
-Seguro que mientes. Es imposible que ella estuviera contigo.
-¿Cuándo? ¿Cuándo tú pensabas en ella como un idiota? ¿O cuándo decidiste alejarte por ella por su propio bien? –me río otra vez. Y él se enfada más.
-¡Deja de meterte en mi mente! -Matt vuelve a moverse como loco, intentando que le suelte, pero no consigue nada. Soy más fuerte que él.
-¿Sabes lo que más me gusta de esta situación, Matt? –le miro y él me devuelve la mirada –Que pasará como con Natalie. Tú la amabas, pero ella se vino conmigo. Así pasa siempre. Los perdedores no consiguen nada. Nunca. –eso le ha dolido, y por un momento casi me arrepiento de haberlo dicho. Casi. Luego sonrío.
-Pero lo que tú no sabes es cuánto te gusta ella. -Matt sonríe, y yo le miro confuso. –Te recuerdo que yo también puedo leer la mente –él se ríe y yo me canso. Alzo mi puño y le pego en la cara, en la mandíbula, donde duele. Él no dice nada, simplemente recuesta la cabeza en el colchón. Yo me levanto, y le miro.
-Tú no sabes nada, Matt. Todavía no se ha inventado la tía que sea capaz de hacer que yo mueva un dedo por ella. -él me mira, mientras sonríe, y entonces empieza a reír.
-Por una vez, el que ha ganado he sido yo –Matt se levanta y se queda de pie, muy cerca de mí, mientras sonríe. Yo le miro serio. Él es algo más bajo que yo, pero su mirada es más fuerte que nunca. Y cierro mi mente, para que él no pueda leer nada. Pero yo vuelvo a sentirlo: envidia. Envidia por él. Porque yo pude ser como él, libre, sin ningún padre que me obligue a ser como él. Por eso le odio tanto. Él es menos poderoso, menos fuerte, pero ¿a quién le importa el poder cuando te maltratan, cuando hacen del mal tu fuente de energía? Si el mal no existiera, yo no existiría. Matt es… mi otro yo. Y hasta hoy no me di cuenta de que esa era toda la verdad. Pero yo no aparto la mirada de él. Mi estructura no se destruye, porque yo soy fuerte. Si algo aprendí de mi madre es a ser fuerte y a cumplir el deber por el que estás en el mundo. Y yo lo cumpliré.

Entonces se abre la puerta y Alex regresa. Cuando ve lo que le he hecho a Matt me mira con odio. Y está a punto de abalanzarse sobre mí, pero Matt le detiene.

-Déjalo, Alex. Esta vez he ganado yo. ¿Verdad, Robert?
-Más quisieras, maldito bastardo. –le digo.
-Prefiero ser un bastardo, a tener un padre como el tuyo.
-Bueno, ya basta los dos joder. ¡Qué ya tenemos unos años para estar peleándonos como críos! –Ismael mira a Alex. –Creo que no nos han presentado, soy Ismael, el hermano de Robert. –dice tendiéndole la mano a Alex. Él la mira, y por un momento duda, pero entonces se la estrecha.
-Soy Alex, tu compañero de habitación…
-…y de clase –termino yo por él. Entonces le miro. Él me devuelve la mirada, serio.
-¿También de clase? –Ismael sonríe. Se le da muy bien esto. Sería muy bueno como relaciones públicas. Se lo tengo dicho. -¿Los cuatro estaremos juntos en la clase y en la habitación?
-Sí, y también en el equipo de fútbol. –Matt y Alex me miran. Ellos saben que yo soy el mejor jugador de la escuela, pero nunca he estado en el equipo. Este año mi padre me obliga a presentarme.
E Ismael es también muy bueno, así que se presentará conmigo. Yo sabía perfectamente que se había quedado sin jugadores este año, pues la mayoría de los jugadores o se han ido del internado o han terminado ya sus años escolares.
-No sabía que iba a entrar, -dijo Alex, mirándome.
-Ni yo tampoco, -le dije.- Pero necesitáis nuevas promesas. Ya sabéis como juego, ¿no? Pues mi hermano es el mejor defensa que conozco. Y yo conozco a mucha gente.
-No voy a permitir que tu entres en el equipo, -dijo Matt, plantándome cara. Sonrío. ¡Qué estúpido!
-Me temo, querido Matt, que eso no lo decides tú, -miro a Alex.- Y un buen capitán tendrá que mirar por el bien de su equipo, no por sus relaciones con los jugadores. Y luego está el entrenador, con el que mi padre –al nombrarle, Matt hizo una mueca, -ya ha hablado. Así que solo falta que Alex decida, y luego que le hagamos las pruebas a Isma. Y asunto resuelto. –Miro a Matt. Él permanece callado. Sabe perfectamente que lo que diga no se tendrá en cuenta. Igual que Alex sabe que aunque él diga que no, entraré. Así que sonrío, triunfador, ganador como siempre.

Nunca quise entrar al equipo porque les ganaba a todos. Y me gustaba ver como perdían de vez en cuando. Siempre me reía de ellos. Esos eran tiempos buenos, cuando mi padre me dejaba un poco por libre, y se centraba en sus asuntos. Ahora, él siempre me mete en sus asuntos, porque “Robert, mis asuntos son también los tuyos”.

Eran las nueve. Solo quedaba media hora para la cena, así que cogí las toallas y la ropa y me fui a ducharme.

El baño es muy grande, más que los baños normales. Esta habitación tiene dos baños, porque vivimos cuatro personas. Este es el baño mayor, y el otro es simplemente una ducha y un retrete.

Me desnudo y me miro las marcas que mi padre me ha dejado durante todos estos años. Todo el mundo cree que son de nacimiento. Sonrío tristemente. Ni si quiera he tenido el valor para contarle a Isma la verdad. Me da miedo que mi padre también le pegue. Él es solamente un humano, nada más. Y no podría soportar esas palizas que a mí siempre me destrozan. Me meto bajo la ducha. El agua está caliente y consigue relajarme los músculos, que llevaban en tensión desde la aparición en mi padre. ¿Qué hubiera pasado si él no hubiera aparecido? Lo estábamos pasando genial, y tuvo que venir él para aguarnos la fiesta. ¿Y qué pasará entre Matt y ella? ¿Sentirá ella lo mismo que él? Empiezo a lavarme el pelo. Seguro que no. Ella no es tan imbécil como para sentir algo tan fuerte en su primera cita. Tendré que meterme en su mente otra vez para…

Paro de lavarme el pelo y cierro los ojos, recordando. En ningún momento he podido meterme en su mente. Cuando conocí a Alex, al principio me resultó casi imposible percibir sus pensamientos. Y ahora tampoco es nada fácil. ¿Y qué pasará con ella? No he podido sentir lo que ella siente, aunque tampoco lo he intentado. Y la primera vez que nos vimos tampoco pude. Me enjuago el pelo y paro la ducha. Es imposible que alguien sea capaz de ocultarme sus sentimientos. Ha habido varios casos en los que me ha sido muy difícil saberlo, y solo existe una persona a la que nadie, ni si quiera mi padre, pueda leerle la mente: mi madre.

Es mejor que deje de comerme la cabeza. Seguro que es porque no lo he intentado. Si ella fuera como mi madre mi padre lo sabría. Y me lo habría dicho, ¿no?

Salgo de la ducha y empiezo a mojarme. En la habitación se oyen voces y risas. Mi hermano ha congeniado perfectamente con los otros dos. Era de esperar, yo ya lo sabía. Me visto rápidamente. Me peino y me echo colonia. Salgo de la habitación. Alex se ha duchado, y Matt e Ismael solamente se han vestido.

-¡Al fin, Robert! Ya creía que tenía que llamar a los bomberos para que te sacaran de ahí.
-Vámonos. Ya llegamos prácticamente tarde. –digo yo saliendo de la habitación. Él me sigue y cuando estamos bajando de las escaleras empieza a hablar.
-No se porqué te llevas tan mal con esos tipos. Son muy amables. –dice él.
-¿Ah, sí? Pues podrías haberte quedado con ellos y haberte unido a su club de estúpidos perdedores.
-¡Vamos, Robert! Te has pasado con Matt. Yo solo intentaba ser amable con ellos.
-¿Qué me he pasado con Matt? Tú no los conoces, Isma. Te aseguro que no los conoces.
-Pero sí te conozco a ti, y sé que tú no eres como intentas aparentar delante de todos. Tú no eres como tu padre quiere que seas. Y lo sabes. –entonces le miro. Y no se qué pensar.
-A veces ni yo mismo se quién soy Isma. –él me mira también. Estamos a punto de entrar al comedor.
-Eres Robert, mi hermano. –él me da un puñetazo amistoso en el hombro, pero yo no sonrío.
-No, Isma, -le digo. –Yo soy Robert Deblash, y eso no puedo cambiarlo. No puedo cambiar a mi padre, y tampoco puedo cambiar lo que soy. Y lo que seré. A ti tampoco te han contado toda la verdad.
-Estoy esperando que me la cuentes tú.
-Sabes perfectamente que no lo haré. –aparto la mirada. –Nadie lo hará. Y tendrás que aprender a vivir con ello.

Pasamos al comedor y nos sentamos en la mesa de siempre, con los de siempre. Pero mi mente esta vez está muy lejos. Está en la cabaña. Con ella. En esa tarde rara, única.

Hay veces en la vida que tienes que mentir, o callarte parte de la verdad, para no herir a las personas que te importan. Hay veces que te odias a ti mismo, a los demás, pero sobretodo odias a la persona que tiene la culpa de tu odio.
Y si ese odio te alimenta, no puedes hacer nada. Porque sabes perfectamente que ese odio crecerá. Y tú no podrás pararlo, porque si lo intentas, morirás.

Nadie dijo que alimentarte de tu propio odio fuera una forma sana de vivir. Pero tampoco nadie dijo que mi vida iba a ser fácil. Creo que esa ha sido la única vez que él me ha dicho la verdad.
Las mentiras han formado parte de mi vida desde siempre. Todo el mundo se queja de tener una vida monótona, rutinaria y aburrida.
Mi vida no ha sido nunca ninguna de esas cosas. Siempre ha sido difícil, dolorosa y muy complicada. Y todo, ¿para qué? Entonces me vinieron a la cabeza todas esas tardes con mi padre, todos sus sermones de qué es lo correcto y de qué no, sobre lo que pasará, sobre quién seré yo.

-¿Robert? ¡Robert! ¿Estás en la luna o qué? –era Carlos el que me estaba hablando. Le mire, confuso. No sabía lo que intentaba decirme.
-¿Qué pasa? –pregunté.
-Te estaba preguntando por Natalie, -me dijo él. -¿Has vuelto a hablar con ella? –y volvemos al tema de siempre.
-No, no he vuelto ha hablar con ella. ¿Por qué me preguntas? Eso está ya terminado. Desde hace mucho.
-Pues no deberías de darlo por terminado. No vas a encontrar a chicas que estén tan buenas como ella. –me dijo John. Él es el novio de Helen, una chica inglesa. Ella es una de las amigas de Natalie. John está loco por ella y siempre hace lo que ella dice. Cuando están juntos, son empalagosos y insoportables.
-Entonces ella tardará muy poco en encontrar otro tío al que tirarse. A mí me han cansado sus celos. ¿O no la conocéis ya?
-Sí, Robert. Solo que es raro no veros juntos –dijo George. Yo miré a Ismael. Él era el único que conocía un poco lo que había pasado con Rachel, aunque no al completo
-Pues vais a tener que acostumbraros. A mí ya no me interesa.
-¡Chicos! Natalie está libre y sin compromiso. –dijo George. Él es el más juerguista de todos nosotros. Ya he perdido la cuenta de cuantas chicas han estado con él. George me mira, a ver si eso me ha molestado, y yo pongo los ojos en blanco.
-Sí, George, abalánzate ya a ella. Estabas deseando que lo dejara con Robert. –dice Carlos riéndose.

Nuestra mesa se llena de risas y de bromas y luego viene la comida. No tengo mucha hambre, así que solo me cojo un poco de lasaña. Me termino mi plato y me levantó a por el postre, que está en la mesa del fondo a la izquierda.
Observo lo que hay: arroz con leche y natillas. Hoy la cocinera no se ha esforzado mucho. Y mientras que cojo un poco de natillas oigo una voz detrás de mí.

-¿Qué pasa, chico misterioso, que solo eres capaz de comer dulces? –me giro y la veo. Rachel. Ella me sonríe. Lleva su plato vacío y con un ágil movimientos se pone entre medias de mí y de los postres.
-Yo no catalogaría estas natillas en dulces. –ella se ríe. –Te lo digo en serio, Rachel, aquí la comida no es nada del otro mundo. –Ella se gira y me mira.
-Si esto te parece una porquería tenías que ver lo que hace mi madre, -nos reímos los dos y yo miro hacia su mesa. Matt nos mira, celoso, y yo le sonrío. Idiota.
-No será para tanto, mujer. La cocinera lleva aquí desde que yo me acuerdo y siempre ha cocinado así de mal.
-Seguramente será mi madre, que lleva una doble vida aquí –yo me río. Y alguien toca mi hombro. Me giro. Es George, que me mira y sonríe.
-Robert, ya decía yo que tardabas demasiado. ¿No nos presentas? –me dice él señalando con los ojos a Rachel. Yo le lanzo una mirada asesina, dándole a entender que nos deje en paz y que desaparezca, pero él no me hace caso. Miro a Rachel y ella me sonríe. Suspiro.
-Rachel, este es George, un amigo. George –le miro –esta es Rachel, la hermana de Alex. –George me mira extrañado.
-Encantada, -se dan dos besos y yo siento un pinchazo dentro de mí. ¿Y esto?
-Con que la hermana de Alex, ¿eh? –dice él. Yo le doy un codazo y le miro. Él lo entiende perfectamente y se despide.
-Bueno, luego nos veremos. Hasta otra. –y se va. ¡Al fin! Vuelvo a mirar a la mesa de Matt, pero él no está. Lo busco con la mente. Nada. Se ha ido. Que extraño… Vuelvo a centrar mi atención en ella, que me mira y sonríe.
-Que chico más…
-Sí… -me río.- Te entiendo a la perfección. –ella se muerde el labio y se ríe. –Esta noche vamos a ir muchos alumnos al lago, mi padre nos ha autorizado ha hacer una hoguera, y allí vamos a estar. Me preguntaba si tú también irías…
-Y si fuera… ¿qué pasaría? –me pregunta ella.
-Pues podríamos vernos allí…
-Me lo pensaré. –ella termina de echarse su postre, se da la vuelta y se va.

¡Cómo me gusta! Voy hacia mi mesa pero me choco con alguien. Matt. Lo que me faltaba ya…

-Deja el plato y ven –me dice. Yo me río.
-¿Pero que te has creído? ¿Qué me puedes dar órdenes? –le digo.
-Tu padre quiere hablar con nosotros. Yo no tengo la culpa. –le miro. Está muy serio.
-Espera. ¿Qué te ha hecho? Antes he mirado a tu mesa y no estabas.
-¿Cuándo? ¿Cuándo intentabas restregarme por la cara que ella se lo pasa mejor contigo que conmigo? –pongo los ojos en blanco.
-Mira Matt, que te den. –empiezo a andar. – ¿Dónde tenemos que ir? –le digo sin mirarle. Matt se coloca a mi lado mientras yo dejo mi plato.
-A su despacho. Allí nos espera.

Matt y yo salimos del comedor. Esto es rarísimo. Normalmente mi padre no nos obliga a salir de ningún sitio los dos juntos. Nunca nos ha llamado a los dos juntos a su despacho.

-Y otra cosa, Robert. -Matt me mira mientras caminamos, -Ten cuidado con ella. –me vuelvo a reír.
-¿Sabes? Eso ya me lo dijiste con Natalie.
-Precisamente por eso te lo digo. Ella está sufriendo por tu culpa.
-Ella se lo ha buscado. Que te hubiera elegido a ti si quería un chico que hiciera todo lo que ella quisiera.
-Mira Robert. Eres rastrero, idiota, creído y un completo capullo. Y siempre te sales con la tuya. Pero esta vez no te permitiré que le hagas nada a ella.
-Matt, ¿eres imbécil? Bueno, esa pregunta es obvia. Así que te lo diré de otra forma. ¡Déjame en paz!

Llegamos al despacho y llamo a la puerta. Se oye la voz de Julio, que nos dice que pasemos. Matt abre la puerta y allí está mi padre. Pero no está solo. Mi madre y la madre de Matt están en un lado. Esto no puede ser bueno. La madre de Matt se levanta y le abraza. Y yo miro a mi padre, intentando adivinar qué es lo que está tramando. Él mira a Sophia, mientras esta abraza a su hijo. Voy al lado de mi madre, que me sonríe y me abraza.

-¿Qué pasa mamá? –le digo al oído, para que nadie me oiga.
-Nada, cariño, tú no te preocupes. –me dice ella.

Mi madre mira a Julio. Él mira a Sophia y yo suspiro. Luego miro a Matt y recuerdo el día en que me explico lo que había pasado. “Un error”. Así llamaba mi padre a Matt. Mi madre y Sophia, desde que paso lo que paso, se habían mantenido en contacto. Ellas nunca se odiaron, al contrario, se apoyaron mutuamente. Y mi madre me había dicho muchas veces que eso mismo deberíamos de hacer Matt y yo.

-Bueno, dejemos los abrazos para más tarde, luego tendréis tiempo de hablar. –mi padre nos mira a Matt y a mí y nos indica que nos sentemos en dos sillas que hay frente a su despacho.
-¿Qué pasa, padre? –le pregunto yo, mirándole.
-Tiempo al tiempo, Robert, no tengas prisa. –yo me levanto y doy un golpe en la mesa.
-¿Qué no tenga prisa? ¡Tú nos has reunido aquí! ¿Qué quieres que parezcamos ahora? ¿Una familia feliz? –noto una mano por detrás. Me giro. Es mi madre.
-Robert, cariño, siéntate. Tu padre tiene que deciros algo. –Ella mira a Sophia, que le devuelve la mirada. Yo cedo y me siento.
-Gracias por demostrarnos tu soberbia, hijo, -me dice mi padre. Yo le fulmino con la mirada. –Y ahora, pasemos a lo que nos importa. –Mi padre mira a mi madre y luego a Sophia. Y empieza a hablar. Lo dice todo de golpe, sin dar lugar a dudas. Matt está enfadado, se niega a hacer lo que él dice. Yo simplemente me callo. Esta no es mi lucha, esta vez no.

Matt termina de discutir, pero no ha ganado. Tendrá que hacer lo que mi padre le dice. Aunque no le guste. Sophia lleva callada toda la conversación, pero esta vez habla.

-Julio, dijiste que no le meterías en esto. Que le dejarías en paz si yo acedía a traerle aquí.
-Las cosas cambian, Sophia, y tú más que nadie sabes que tu hijo está metido tanto como Robert.
-No. Yo no soy como Robert, -se defendió Matt.
-¿Qué pasa? ¿Asustando porque te puedan comparar conmigo?
-Robert, ya basta, -dijo mi madre.
-Ya está todo dicho. Podéis iros. –dice mi padre dándose la vuelta, sin mirar atrás. Las dos mujeres le miran, mientras se dirigen a la puerta. Yo me levanto y salgo antes que nadie. Seguido por mi madre.
-Mamá, vete de aquí. No quiero que te quedes. –le digo a mi madre.
-Estoy de acuerdo con Robert, por una vez, -dice Matt detrás de mí. Yo le miro, y por una vez puedo observar que, aunque nos odiemos a muerte, estamos juntos en esto. Él nos ha unido en esto.
-Primero quiero ver a Ismael. Luego Sophia y yo nos iremos, -mi madre mira a Sophia, y esta asiente.

Yo conduzco a mi madre a mi habitación, donde se supone que Ismael tiene que estar. Allí hablamos los tres, pero ni ella ni yo sacamos el tema del despacho.
Pasan los minutos y mi madre se tiene que ir. Y se va. Matt, Isma y yo acompañamos a Sophia y a mi madre a la puerta, y allí, nos despedimos de ellas. No hay malas palabras entre Matt y yo, por una vez. Él nos dice que nos verá esta noche en la hoguera, y nos despedimos. Veo la tristeza en su rostro. No le gusta lo que va a tener que hacer.

Pero nadie dijo que la vida era fácil.
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MensajeTema: Re: Mundos Paralelos   Mundos Paralelos - Página 2 Icon_minitimeMiér Feb 17, 2010 6:26 pm

Capítulo 9
La noche de la hoguera
Rachel


-Vamos, chicas, os esperamos en la puerta que da al exterior. ¡No tardéis! –dijo Alex riéndose.
-¿Estás hablando en serio, Alex? ¡Son mujeres! Seguro que tenemos que esperarlas hasta que nos den las tantas, -contestó Enrique, ese chico que también iba en la pandilla. En estos días había conocido al compañero de habitación de Enrique, Eloy. Él es un chico reservado, y no hemos hablado mucho. Carlota me dijo que con el único que había congeniado había sido con Enrique. Esta noche Eloy no se venía. Enrique había dicho que se había ido a pasar el día a la cuidad con sus padres. Así que esta noche estábamos Alex, Matt, Enrique, Carlota, Narcisa y yo. Solos antes el peligro. Eso mismo dijo Carlota antes de cenar. Y yo le pregunte que cuál era el peligro. Ella me dijo que se llamaba Robert y que tenía unos preciosos ojos azules.
-¿De qué estás hablando, majo? Nosotras podemos subir a la habitación y cambiarnos de ropa, arreglarnos y maquillarnos y estar aquí antes que vosotros. –dijo Carlota riéndose.
-No te creo –mi hermano se adelantó y se puso enfrente de ella.
-¿No? ¿Qué te apuestas a que estoy antes que tú aquí abajo, cambiada y maquillada a la perfección? El que gane, tendrá a su disposición al perdedor durante una semana. –dice Carlota mirándole fijamente. Yo miro a Narcisa y me río en silencio. Ella hace lo mismo.
-Trato echo. –se dan la mano. –Te aseguro que te voy a ganar.
-Más quisieras, -le contesta ella.
-¿Queréis parar? De verdad, sois como críos, -dice Matt. Le miro. Sigue tan guapo como siempre. No hemos vuelto a estar a solas, ni quiero. Él me devuelve la mirada. Esta noche está muy raro, más raro que de costumbre.
-Venga, vámonos. Hoy alguien va a perder. –dice Alex, mirando a Carlota. Luego le guiña un ojo, se da la vuelta sonriente y se va. Ella le saca el dedo y se gira dispuesta a irse. Igual que dos críos.

Vamos andando y en cuanto nos despedimos en el pasillo, Carlota sale corriendo, mientras se ríe. Nosotras salimos detrás de ella, y la alcanzamos.

-Verás cuando gane al idiota de Alex, ¡tendrá que hacer lo que yo diga al menos durante una semana! –y sigue riéndose mientras entra en la habitación. Carlota va derecha al baño.
-¿Y qué le pedirás? ¿Qué te lleve a la cama? –bromea Narcisa cerrando la puerta. Carlota saca su cabeza del baño y repite el gesto con el dedo. Yo me río.
-Venga, lentas, tenéis que empezar a vestiros, ¡tengo que ganar! –Carlota sale del baño solo con la ropa interior y va a su armario, de donde saca una camiseta azul marino, una minifalda de las que cortan la respiración y unos zapatos azules marino.
-La que ha apostado eres tú, -le digo yo,- nosotras podemos tardar el tiempo que queramos. –Y en unos segundos Carlota ya está vestida. Vuelve a ir al baño para maquillarse.
-¿Os queréis perder la cara que pondrá Alex cuando vea que ha perdido? –se vuelve a reír.
-Más bien cuando vea al diablo con tacones y con minifalda. –dice Narcisa, que está sacando su ropa. Yo abro mi armario y empiezo a remover mi ropa. Hoy no hace frío así que… ¡Aquí está! Saco el vestido verde que me regalaron en mi último cumpleaños. No he tenido el tiempo suficiente de estrenarlo, así que esta noche le toca. Voy hacia el baño, y Carlota ya está arreglada. La miro y sonrío. Parece como si no hubiera tardado cinco minutos en arreglarse.
-Adiós, chicas, luego nos vemos. –y vuelve a salir corriendo. Narcisa y yo nos reímos mientras nos vestimos.
-¿Crees que esos dos terminaran esta noche bien? –me pregunta ella.
-¿Bien? ¿En qué sentido? ¿Si terminarán juntos? –ella asiente. –No se. Carlota está por la negativa, aunque mi hermano está deseando. –yo me río y salgo del baño ya vestida.
-¿Y tú? –dice Narcisa mirándome. –Ese vestido lo dice todo: hola, busco chico que sepa como se quita este vestido. –y se ríe.
-¿Crees que es excesivo? –le pregunto. –Tampoco es tan corto. Carlota va peor.
-Para Matt no será excesivo, -yo pongo los ojos en blanco. –O para Robert. –ella me mira, y ya no existe esa sonrisa en sus labios.
-Narcisa, yo no sabía que tú habías estado con él... -y se ríe.
-No lo digo por eso. Lo digo por tu bien. Yo ya no siento nada por Robert, -la miro, sin saber si creérmelo. -¡Lo digo en serio! Robert ya no me importa. Pero tú deberías de tener cuidado con lo que haces. Él puede ser el chico más divertido del mundo, el más ingenioso, pero también el más cabrón y el más capullo. Ten cuidado.
-Lo tendré en cuenta.
-Entonces, ¿has quedado con él esta noche? –yo la miro, y rápidamente le cuento todo lo que ha pasado con él. Lo de la tarde, y lo de la noche. Y cada vez veo como sus ojos se hacen más grandes.
-Y nos despedimos, bueno, no nos despedimos, yo me fui y punto. –silencio, ella está sumiendo las cosas, y yo me río.
-Me has dejado K.O. Aunque no me creo la fachada que Robert te ha presentado. Algo es claro: tú le gustas, y eso puede ser muy bueno y muy malo. –ella me mira, muy seria, el rato de diversión ha pasado, -te lo digo en serio, Rachel, él es peligroso. Ten cuidado esta noche.
-Narcisa, ¡pareces mi madre! –yo me río. -¿Qué peligro puede tener él? No digas tonterías.

Y ahí queda nuestra conversación. Terminamos de arreglarnos rápidamente. Narcisa se ha puesto una camiseta blanca y naranja y unos pantalones cortos. Va muy graciosa. Salimos al pasillo y pronto llegamos a la puerta que da al exterior. Allí ya están todos esperando. Carlota tiene cara seria, y yo sonrío cuando la veo: ha perdido. Narcisa también se da cuenta y empieza a reírse.

-¡Tanta prisa para nada! ¿Ves? Al final has perdido. –Alex se ríe y se acerca a mí.
-Vaya, hermanita, esta estupenda. –yo sonrío. Él lleva una camisa azul celeste y negra y unos vaqueros.
-Tú también, aunque sigues siendo igual de feo, -nos reímos y entonces nos unimos a los demás. Hay saludos y risas entre nosotros. Y luego nos dirigimos al lago. Hoy es noche abierta y no hace frío.

Carlota está de morros y Alex va detrás de ella, hablándole al oído. Ella intenta que no se le note, pero no puede ocultar su sonrisa. Ellos cada vez están más cerca el uno del otro, sus cuerpos se rozan lentamente, y ella ya no le evita. Yo me alegro por ellos. Dentro de poco les tendremos juntos. Sonrío y desvío la mirada, y me encuentro con la mirada de Matt. Él rápidamente aparta sus ojos de mí, y yo me acerco a él.

-¿Tienes miedo de mirarme? –le susurro. Le veo sonreír entre las sombras.
-Yo nunca tengo miedo. –me contesta.
-No te creo. No se porqué ya ni me miras, ni me hablas, no lo sé, Matt. Pero no quiero estar así. Yo estaba enfadada. Me habías hecho creer que la culpa era mía. Pero ahora el que aparta la mirada eres tú.
-No intentes comprender lo que no tiene sentido. No intento hacerte creer nada. La culpa de que yo no te besara otra vez no la tiene nadie.
-¿Besarme otra vez? ¿Es que los tíos no pensáis en otra cosa? Yo estoy hablando de que pasas de mí, Matt.
-No paso de ti…
-Si pasas de mí… ¡encima no lo niegues! –le pego un pequeño puñetazo.
-¡Yo por lo menos no me tomo esto a broma! –él se ríe.
-Tú pasas de mí, después de besarme y hacerme creer que todo irá bien, cuando el primero que sabe que eso no es verdad eres tú.
-¿Ves? Tú también has sacado el tema del beso.
-¿Quieres parar de esquivar el tema, Matt? Quiero hablar de esto. Después de lo que pasó entre nosotros tú te distanciaste, y no lo entiendo.
-Es demasiado complicado. –él me mira. Yo aparto la mirada y me encuentro con que mi hermano nos mira. Nos hemos apartado de los demás, y Alex se ha dado cuenta. Carlota aparece a su lado y le dice algo y él se da la vuelta. –Rachel, créeme cuando te digo que si pudiera estaría contigo. Que el otro día fue mágico para mí. Pero cuando uno se para a pensar ve cosas que no están bien.
-Matt, yo no te he dicho que estés conmigo. Solo quiero que no te alejes. Solo te estoy diciendo que seamos amigos.
-Yo nunca podría ser amigo tuyo… -él me mira intensamente, y por un momento creo que me va a volver a besar, pero se para. –Pero lo intentare, si eso es lo que quieres. –Matt sonríe tristemente y yo suspiro.
-Sí, eso es lo que quiero. Y ahora vamos a la fiesta. –yo me doy la vuelta y empiezo a andar. Él no me sigue, se queda parado, y yo regreso con los demás. Narcisa me mira y yo le lanzo una mirada tranquilizadora. Todo ha salido bien, más o menos. Esto debería haber sido así desde un principio. Pero yo misma no me lo creo, dentro de mí sé que he sido dura, y una borde.
-Vamos, -dice Matt detrás de mí. –Necesito un poco de alcohol. –Alex le pasa el brazo por el hombro y Matt hace lo mismo. Ellos van juntos, los más adelantados de todos. Narcisa se está riendo de Carlota mientras ella intenta ignorarla, pero las dos terminan riéndose. Yo voy a su lado, y de vez en cuando intercambio algo con ellas, pero no me encuentro aquí. Estoy muy lejos, en una cabaña, con Robert. Allí es donde me gustaría estar. Esta noche le veré, me dijo que iba a estar en las hogueras. Es extraño que tenga tantas ganas de verle. Entonces vuelvo a pensar en Matt, en todo lo que ha pasado y me siento mal.

Llegamos al lago. Hay mucha gente, y apenas puedo reconocer a nadie. La hoguera esta en medio de todo, es como el centro de universo. Se oye música, y parece como si el fuego bailara al son de los compases. El gran fuego es uno más, deseoso de encontrar un lugar en el que sentirse bien. Los adolescentes se mueven si parar, hablan, cotillean y no paran de bailar y beber. La noche es preciosa, llena de estrellas, sin los humos de la ciudad. Estar en plena naturaleza tiene sus ventajas.

Nos acercamos un poco más al fuego. La hoguera es enorme, y en su interior se puede ver la leña, y algunas sillas y mesas viejas. No hay mucha gente a su alrededor, al fin y al cabo estamos acabando el verano. En el agua hay gente bañándose. Se oyen risas y algunos insultos. Seguro que todo el internado está aquí metido. Me pregunto quién habrá organizado todo esto.

Mesas llenas de comida y bebida, y una en especial para la música. Un chico con una gorra es el que pone la música mientras baila. Y en menos de un segundo mi hermano, Matt y Enrique han desaparecido. Carlota hace un comentario brusco acerca de Alex y Narcisa y yo nos reímos.

-Esperad, voy a por algo de beber, -dice Narcisa y se pierde entre la multitud. Yo miro a Carlota y sonrío.
-¿Ves algo que te guste? –me pregunta ella.
-¿Yo? –me río. -¡Qué va! No vengo por eso. -Entonces vuelvo a ver a mi hermano, que está hablando con una chica rubia muy guapa. –Aunque creo que tu deberías de estar atenta –le señalo a la chica rubia. –Te van a quitar la mercancía.
-¿Llamas a tu hermano mercancía?
-No me cambies de tema. Y no seas tonta, mi hermano no es la peor persona del mundo. Sé que la cagó, pero se lo esta currando.
-Sí, especialmente hablando con la rubia. –le cojo del brazo y voy adonde está Alex. Y entonces veo a Matt bailando con una morena. Carlota también le ve.
-Parece que no eres a la única que se le va la mercancía. –Carlota se acerca a Alex y le besa. La chica rubia los mira, con la boca abierta, y yo no puedo aguantarme la risa. Alex, al principio, no se mueve, pero luego se nota como disfruta del beso. Carlota no se aparta de él hasta que la chica rubia se va. Y yo me río aún más.

Entonces noto una mano que me agarra el brazo por detrás y que me arrastra. Dejo de reír y me doy la vuelta. Y me encuentro con los ojos azules más hermosos que ha habido sobre la tierra. Veo que Robert sonríe y yo le sonrío también.

-¿Qué pasa? ¿Tienes que secuestrarme otra vez?
-Creo que quieres venir tu solita…
-¿Sí? –vuelvo a ver a Matt y a la chica morena, y cojo a Robert de la mano. –Vamos a bailar, -le digo. Robert lleva unos vaqueros oscuros y una camisa blanca, que le hacen aún más sexy de lo que ya era. Él se adelanta y me atrae hacia él mientras una nueva canción hace su presencia. Y nos volvemos el centro de todo. Nos reímos y seguimos bailando, mientras todo el mundo nos mira. Y yo me olvido de Matt, de mi hermano, de la chica morena y de la rubia. Me olvido de todo. Solo Robert y yo.

Después de cuatro canciones, ponen una canción lenta y bajan las luces. Todo está más oscuro. Robert me acerca a él y veo que sonríe.

-No te lo he dicho, pero estás muy guapa. –me susurra Robert en la oreja.
-Eres un pelota… -me río, mientras él me da la mano y hace que gire.
-Solo digo la verdad… Yo nunca miento. –Yo le miro con la ceja torcida. –Bueno… solo a veces. –nos reímos. La canción termina, y deja paso a otra más movida. Todos empiezan a moverse más rápido. -¿Quieres algo de beber? Yo estoy sediento. –yo asiento, y él sale rápidamente de la pista de baile.

Él va a una de las mesas donde está la bebida y se llena un vaso de agua.

-Robert Deblash, el chico peligroso solo bebe un vaso de agua en una fiesta. –me río y me lleno otro vaso de agua.
-No me gusta el alcohol. –se ríe. –A mí no me hace efecto.
-¡Anda! ¡Mentiroso! Es imposible que el alcohol no te haga nada.
-No miento, ya te lo he dicho antes. Yo nunca miento. –se termina su vaso de agua y lo aplasta. -¿Por qué no nos vamos a otro sitio más… privado?
-Cuando hablas así es mala señal –me río. Él me coge la mano y se va por detrás de las mesas.
-Ahora vas a cerrar los ojos…
-¿Para qué? –seguimos caminando, mientras nos adentramos en el bosque.
-Lo siento, Rachel, pero no puedo enseñarte cómo llegar adonde vamos. Es demasiado para una humana como tú. –yo me río, y él se hace el serio, pero termina riéndose.
-¿Una humana como yo? ¿Tú que eres? ¿Un demonio, o qué?
–Venga, no te hagas de rogar y cierra los ojos. Al final valdrá la pena. –yo me doy por vencida y cierro los ojos. –Bien, vamos. –Empezamos a andar y él me dice cuando tengo que girar y cuando seguir recta. -¡Cuidado Rachel, un escalón! –me paro y alzo la pierna, pero no encuentro donde pisar, así que me caigo. Robert, rápidamente me coge de la cintura, evitando el golpe, mientras se ríe. Y entonces me doy cuenta de que no había escalón ninguno.
-¡Eres un traidor! –le pego en el pecho. – ¡Y un mentiroso! No hay escalón, ¿verdad? –él me coge las manos, mientras sigue riéndose y me quita la venda.

Al principio, no veo nada. Todo está oscuro. Pero luego empiezo a ver sus ojos, que relucen en la oscuridad. No me cansaré de mirar esos ojos. Desde el primer momento, delante de aquel cuadro, me quede embobada cuando me miraron. Me atraparon. Y todavía lo siguen haciendo. Robert me coloca el pelo y sonríe. Y su sonrisa también reluce en la noche.

-No te preocupes, no te dejaría caer. Jamás dejaría que te cayeras.
-Ya, claro. Lo dice un mentiroso profesional. –él me coge las manos mientras sigue sonriendo y una corriente me recorre por todo el cuerpo cuando sus manos tocan las mías. Nuestros cuerpo están pegados, y cada vez hay más intensidad en nuestras miradas.
-¿Sabes? –dice Robert apartándose un poco. –Creo que este internado será mucho más interesante con tu llegada. Todo era demasiado aburrido antes. Tú y mi hermano habéis hecho que valga la pena estar aquí.

Entonces todo dentro de mí se mueve. Mi mente no es capaz de decir nada, mientras piensa en todo lo que ha dicho Robert con esas pocas palabras.

-Me alegro de servirte de entretenimiento, -le digo sonriendo. Entonces le cojo de la mano, y antes de que pueda decir algo, tiro de el. –Quiero que me enseñes ese lugar. Y se está haciendo tarde, así que nada de hablar hasta que lleguemos.

Robert se adelante, y ahora es él el que tira de mi. Yo no veo nada. Seguro que él ha hecho miles de veces este recorrido. Y seguro que se ha traído a miles de chicas a este lugar secreto.
Y llegamos a un pequeño castillo que por su imagen, tiene que tener muchísimos años. No es como esos castillos de la televisión, que son enormes y han sido todos reformados. Este es antiguo, y más hermoso que los otros.

-¿Cuántas chicas te han acompañado hasta aquí? –le pregunto mientras pasamos por la puerta del castillo. Por un momento hay silencio, pero luego se decide a hablar.
-Tú eres la primera. –Robert lo dice muy serio, como si no quisiera hablar.
-¡Anda! Seguro que todas tus chicas han venido aquí.
-Pues no. –Robert me mira, y yo me quedo en silencio. -¿Decepcionada?
-No, sorprendida. Es muy raro que no las trajeras aquí. Es un lugar maravilloso. –Subimos unas escaleras que dan a la azotea y nos quedamos parados.
-Espera aquí. Voy a por unas cosas. –Robert se da la vuelta, y cuando está a punto de irse se gira hacia mí. Veo que sonríe. Se acerca y me sonríe. Por un momento creo que se me va a parar el corazón –Gracias por venir. La oscuridad de la noche es más agradable contigo. –Se da la vuelta y se va.

Pasan varios segundos hasta que vuelvo a respirar. Por un momento pensé que iba a besarme. Aunque eso no es lo que buscó. Me toco el pelo, peinándomelo, mientras una brisa de aire ayuda a los pelos rebeldes a escapar. Vuelvo a mirar a mí alrededor, y todo me parece más maravilloso que antes: un castillo, en el centro del mundo, en una noche llena de estrellas. Un cuento de hadas, vaya. Y a mí nunca me gustaron esos cuentos. Me río para mí. Siempre odié las princesas que no tenían uso de la razón, y que simplemente pensaban en casarse con un príncipe, que siempre las rescataba, y que era guapo y apuesto. Y mira por donde, ahora estoy yo aquí, en la cima del mundo, con un chico peligrosamente atractivo, al que quiero besar, cosa que no estaría bien. ¿Y cuándo me importó a mí que es lo que estaba bien y que es lo que estaba mal? Yo creo que nunca. Este internado tenía atrapada a mi otra Rachel. Y yo estaba apunto de sacarla. Solo tenía que aparecer Robert, acercarme a él y besarle. Y otra vez, la chica rebelde que estaba en mi interior empezaba a ganarle sitio a la que se había puesto en su lugar cuando llegué aquí. Robert vuelve a aparecer, y yo me acerco a él. Cada vez que lo miro, creo que está más guapo. Y cuando me decido a hacer algo, él me impresiona. En la mano lleva una cesta de camping y un mantel.

-¿Me echaste de menos? –dice sonriendo. Yo no puedo contestar, porque el Robert que yo me había hecho en la mente había sido sustituido por otro mucho mejor: es un chico creído, sí, pero con un encanto natural. En ese momento, las ganas de besarle aumentaron.
-No, he estado pensando en lo que me dijiste de la oscuridad. Una noche de hogueras debería traer alegría, ¿no?
-¿Alegría? –Robert se ríe, mientras empieza a colocar el mantel en el suelo. –Si eres una bruja a las que le gusta hacer conjuros alrededor de la hoguera quizá.
-Vamos, no te pongas en plan: soy el rey del mundo, mira que guay soy. –le digo arrendándole. Él se queda muy serio y me mira.
-Rachel, yo soy así. Búscate a otro en Google que intente superarme.
-¿Superarte en qué? ¿Engreído, sin escrúpulos, y un poco cabroncete de vez en cuando? Seguro que es fácil de encontrar. Todos los tíos tenéis algo de capullos en vuestro interior.
-Y todas las tías tenéis algo de arpías que os hace… complicadas.
-Y terriblemente sexys. Ningún chico podría vivir sin mujeres.
-¡Claro! Pregúntaselo a Alejandro Magno. Seguro que estaría encantado de vivir solo con hombres.
-Los verdaderos placeres de la vida vienen en pequeños frascos, ¿lo sabías? Estar rodeado de hombres sería insoportable incluso para una persona como Magno.
-Vale, ¿por qué no dejamos de discutir de las preferencias sexuales de Alejandro Magno y nos dedicamos a comer? La idea me atrae muchísimo más. –Robert me coge de la mano y se sienta en el mantel. Yo me siento a su lado –Luego te quejarás… pero he traído un mantel y todo para que no te manches…
-Yo solo me quejo cuando intentas hacer que me caiga al suelo… -él abre la cesta y empieza a sacar bocadillos.
-¿De qué lo prefieres? ¿Paté? –Robert me pasa un bocadillo y yo le miro con los ojos abiertos.
-Ya decía yo que esto era demasiado…
-¿Demasiado? ¿Crees que he traído muchos bocadillos?
-No, creo que era demasiado perfecto como para traer una cena en condiciones. Se me había olvidado que eras un chico… -cojo el bocadillo y empiezo a comer. Robert se acerca y le pega un mordisco a mi bocadillo mientras me mira.
-¿Qué creías que era? Si no te has dado cuenta… -y se mira el paquete.
-¡Eres gilipollas! –Robert se ríe, y vuelve a quitarme otro trozo de bocadillo.
-Me has llamado nenaza y gilipollas. Creo que no debería de haberte preparada esta magnifica cena.
-¡Magnifica cena y una mierda! –veo que él va volver a por mi comida, así que le aparto el bocadillo de su vista. –Y deja mi comida en paz. –Los dos nos reímos y él se acerca un poco más. Yo sigo comiendo, y cuando me doy cuenta, me quita el bocadillo y se lo termina él. Vuelve a sacar otro, y nos lo comemos entre los dos, mientras charlamos de todo y de nada.

Él me habla de su madre, de la relación que tiene con su padrastro, y de su hermano. Y seguimos comiendo, y bebiendo. A veces pienso en qué estarán haciendo los demás, si ya estarán borrachos, o si habrán bailado mucho. Pero no me da envidia cuando miro a Robert. Él me habla de California, de la vida que le gustaría llevar. Y de su padre.

-Me gustaría recorrer el mundo. –Robert tiene la mirada soñadora, y por un momento no queda rastro de ese chico del que todos hablan.
-¿Y por qué no lo haces? No digo ahora, pero cuando termines los estudios, podrías irte, podrías huir de tu padre.
-¿Huir de mi padre? –él sonríe tristemente y entonces me mira. –Eso es imposible. Si yo pudiera hacerlo, ya no estaría aquí. Estaría muy lejos, donde nadie pudiera encontrarme. –Robert aparta la mirada, mientras observa las estrellas. Luego vuelve a mirarme intensamente, y vuelve a atraparme con sus ojos. –Eres de las pocas personas con las que puedo ser yo mismo. –sigue mirándome mientras me acaricia la mejilla, lentamente. Entonces acerca su cara a la mía y me besa. Pero no de una forma tierna, como lo hizo Matt, sino con pasión. Sus besos son cada vez más intensos. Jamás nadie me había besado así. La intensidad con la que Robert hace las cosas, como camina, como mira, como actúa… y como besa. Jamás pensé que alguien pudiera hacerme sentir tantas cosas a la vez.

Nos apartamos para respirar, mientras seguimos mirándonos. Ya no hay burla en sus ojos, como cuando me tapó los ojos. Solo hay ganas de más. Y por lo que veo, creo que yo también le miro así.

-No sabes las ganas que tenía de hacer eso… -Robert se vuelve a acercar y me besa, terminando con un leve mordisco en el labio inferior mientras sonríe.

Entonces el tiempo se para. En toda la noche no volvemos a besarnos, pero nada sería capaz de borrar la sonrisa de nuestros rostros. No hacemos ningún comentario, no lo necesita. Simplemente seguimos hablando de todo lo que nos gusta…


* * * * *


-Gracias por acompañarme.

Son las cuatro y media de la mañana. Las hogueras terminaron hace ya dos horas, y yo llego demasiado tarde a mi habitación.
Robert está apoyado sobre la pared, mirándome muy serio. En toda la noche no le había visto tan serio.
A pesar de que me mira, parece como si no se fijara en mí. Es como si mirara más allá.

-¿Robert? ¿Estás bien? –le preguntó.
-¿Qué? Hem… Sí, creo. –yo le miro atentamente. –No te preocupes, será el sueño. Ya es tarde. Además, me ha parecido oír a mi padre por aquí.
-¿Oír a tu padre? –le miro extrañada. Es imposible que haya oído a su padre, yo no he oído nada.
-¿He dicho oír a mi padre? –se ríe. –Me refería a que creo que está por aquí, vigilando todo eso de las habitaciones… ya sabes. Debería de irme…
-Claro… -Robert se acerca y me aparta un mechón de pelo de la cara. Y me vuelve a besar. Pone sus manos en mi cintura, pegándome a él. Y una corriente eléctrica estaña en cada movimiento, en cada roce o caricia entre los dos. Él se separa un poco, y junta su frente con la mía.
-¿Qué voy a hacer contigo? –dice, mientras cierra los ojos, mas bien para sí mismo que para mí.
-No te compliques. Nos estamos conociendo. –abre los ojos rápidamente, y sonríe.
-Como quieras. Odio las complicaciones. –vuelve a besarme, y se aparta. –Deberías irte a la cama. Las chicas como tú no están seguras a estas horas.
-Si hay chicos como tú alrededor, no estamos seguras nunca.

Robert se va, riéndose, y yo vuelvo a mi habitación. Hoy ha sido la noche más extraña y maravillosa que he vivido…
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MensajeTema: Re: Mundos Paralelos   Mundos Paralelos - Página 2 Icon_minitimeMiér Feb 17, 2010 6:26 pm

Capítulo 10
Regreso al país de las mentiras
Matt


La fiesta no había terminado, pero lo único que necesito ahora es descansar. Así que se lo digo a Alex, que está demasiado ocupado con Carlota. Todavía no se han liado, pero me temo que si la cosa sigue así, no les queda mucho tiempo para terminar boca contra boca. La verdad es que me alegro por ellos, desde el primer momento en que sus miradas se encontraron, se gustaron. La atracción es demasiado clara. Me despido de Enrique, y busco a Rachel. Pero ella no está. Desde que empezó a la fiesta no la he vuelto a ver, y me hubiera gustado hablar con ella después de lo que pasó.

Desde el primer momento en que decidí alejarme de ella, sabía que me había equivocado. Pero cuando las cosas son como son en mi vida, todo tiene que estar planeado. Y la llegada de Rachel a mi vida no estaba planeada.

Hoy fue un día duro. La visita de mamá, todo lo que paso con Robert, y para terminar, todo el cacao mental que tengo con Rachel. ¿Por qué las cosas tienen que ser tan difíciles en mi vida? ¿No podía haber sido yo un chico normal? Y todo por su culpa. El odio volvió a aparecer en mis venas, como veneno, dejándome casi sin aliento. Hacía mucho tiempo que me había acostumbrado a sentir esto en la piel, esta sensación de angustia cuando pensaba en todo lo que yo podía haber sido, y en lo que seré por su culpa.

Me tumbo en la cama rendido, pero antes de dormirme decido darme una ducha. Me levanto de la cama y miro por la ventana. No queda ni rastro de la hoguera. Todos deben de estar borrachos o perdidos por el bosque, o quizá en camas ajenas. Estos días son los ideales para conseguir un embarazo no deseado, porque desde hace bastante tiempo no se ha visto preservativos por el internado. ¿Una simple muestra de lo poco que estamos interesados los alumnos en el sexo? No me lo creo. ¿O más bien una muestra más de autoridad de nuestro queridísimo director?

Enciendo la ducha y me meto debajo. Un buen remojo antes de irse a dormir nunca viene mal a nadie.

¿Dónde estará ella ahora? Había tenido demasiado tiempo esta noche para pensar en ella. Y cuando la busqué, no la encontré. ¿Por qué tendré tan mala suerte?

Aunque eso es lo mejor, alejarme. No gano nada intentando hacer algo que nunca llegará a nada. Sus palabras vuelven a sonar en mi mente, y el odio vuelve a mis venas.

Tantas veces me he preguntado por qué a mí… Siempre me recuerda que nunca podré ser alguien normal, alguien que pueda tener una novia, casarse, tener hijos y un trabajo. Él siempre me recordó que estaré a su sombra.

La elección en la vida es lo que nos termina indicando nuestro verdadero camino. Si elegimos bien, de mayores seremos recompensados. Pero si elegimos mal, la oscuridad se apoderará de nuestra alma.

Yo nunca podré tener esa elección. Ya eligieron por mí.

Salgo de la ducha empapado y me seco rápidamente. Oigo la puerta de la habitación cerrarse, y unos suspiros seguidos. Salgo del baño con la toalla atada a la cintura y miro a la silueta que está tumbada sobre una de las camas. El hermano de Robert.

Ismael tiene los ojos cerrados y el brazo sobre la cara. Parece cansado. Miro a los lados. No hay rastro de Robert. Suspiro, cojo mi pijama y vuelvo al baño.

¿Y si…? Entonces vuelve a mi mente la conversación de Robert con Ismael sobre Rachel. ¿Y si él está con ella? Siempre intenta quitarme lo que más deseo, y en esta ocasión no va a ser diferente.

-¡Mierda! –doy un puñetazo en la pared y me hago sangre. Pero entonces cambio de idea y, en vez de ponerme el pijama, cojo un chándal y salgo lentamente de mi habitación. Ismael se ha quedado dormido.

Julio nunca me contó donde tenía las instalaciones para entrenar a Robert. Siempre que le pregunté, dijo que no era asunto mío. Pero toda la vida encerrado en esta mierda tenía que valer para algo, ¿no?

El día que descubrí donde guardaba todos su artilugios Robert fue el día que lo descubrí todo. Ellos piensan que no tengo ni idea, que solo sé todo lo que me quisieron contar, pero no. Había nacido con esta sangre, esta maldita sangre de la que no podía libarme, así que iba a utilizarla para algo. Y así lo hice.

Seguí a Robert en uno de sus días de entrenamiento. El internado es una simple fachada para todo lo que lleva en su interior. Y él solito me condujo al portal. Una simple clave y podíamos viajar hasta el verdadero St. Gaifen.

Pero no fue ese día el que lo descubrí todo. Era demasiado peligroso bajar sabiendo que tanto Julio como Robert estaban dentro. Así que me dediqué a mirar dentro de la sala en la que estaba. Había muchas armas empaquetadas en cajas. Pistolas y, sobretodo, espadas. Pero no eran armas corrientes. No había a penas luz, y las espadas relucían como si miles de luciérnagas estuvieran dentro de ellas. Las pistolas eran de un metal muy caliente y jamás, en toda mi vida, olvidaré su forma. Parecía como si el mismo metal se estuviera quejando de dolor. Eran retorcidas, y sus dibujos eran tan espantosos que parecían que chillaban de dolor. Habría seguido buscando en las cajas alguna pista, pero la luz del alba lo cubrió todo. Y con ella, todo desapareció.

Más bien, no desapareció, sino que todo quedó camuflado. Lo que habían sido cajas fueron remplazados por muebles llenos de polvo, cubierto por telas viejas. Una perfecta fachada para que nadie se interesase por lo que había en su interior. Y supe que había llegado el momento de largarse de allí.

El fantasma de mi pasado llevaba atormentándome desde que supe parte de la verdad. Nunca quisieron contarme todo, decían que no era necesario. Y todavía sigo pensando que, de haber sabido lo horroroso de todo esto, a lo mejor me lo hubiera pensando antes de averiguar lo que en realidad era. O más bien, lo que no era.

Cuando salí todo se veía más claro. Lo que yo no sabía era que esa claridad iba a convertirse en oscuridad dentro de poco.

Volví pasado dos días. Y entonces lo descubrí todo. Fue ese el momento donde empecé a entrenar enserio. No podía dejar que ellos me utilizaran como quisieran, y tenía que aprender a defenderme. Nunca volvería a ser el chico indefenso. Y nunca volví a serlo.

Y ahora volvía a ir al lugar donde había encontrado mi verdad para enfrentarme de nuevo a ello después de más de un año. Iba a ser duro. Pero era lo que tenía que hacer. Había retrasado demasiado este momento, esperando estar preparado, y nunca lo estaba.


* * * * *

El portal estaba totalmente tapado con una tela blanca que lo cubría por completo al ojo humano. Pero yo no era humano y podía verlo perfectamente. La habitación estaba llena de cajas y todo estaba oscuro, hasta que destapé el portal. Entonces la habitación se llenó de una luz diferente a la de los rayos del sol, diferente a cualquier luz que podríamos encontrar en un lugar normal. Nunca una luz podría haber trasmitido tanta oscuridad.

Metí la clave rápidamente y las puertas se abrieron. Si antes emanaba luz de su interior ahora todo era un remolino de colores. El portal me atrajo hacia su interior, precipitándome al vacío. Pero esta vez estaba preparado y el miedo que sentí la primera vez no me cogió por sorpresa.
Pasaron tres minutos, y mi cuerpo chocó con el suelo. Durante unos segundos todo era negro. Debería de haberme preparado también para el golpe al caer.
No podía moverme, me dolía todo el cuerpo, y la oscuridad me rodeaba como si fuera mi mejor aliado. Y en cierto modo así era. No podía permitirme el lujo de que me descubrieran. Eso era demasiado peligroso. Así que durante otros cinco minutos no me moví. Tampoco es que pudiera hacerlo.

Pasaron otros cinco minutos más y entonces decidí hacer un intento. Mis manos respondieron a las órdenes de mi cerebro y empezaron a hacer pequeños movimientos, mientras todo el cuerpo recibía descargas eléctricas debido a la falta de movilidad y a la caída.

Pero en cuanto empecé a moverme todo funcionó al instante. Fue como si tiraran de mí, como si una fuerza me impulsara para adelante. El cambio de energía en un cuerpo materia era normal en este lugar. Lo había leído en unos libros que cogí la primera vez que vine aquí. Me había pasado noches enteras pegado a la lámpara de mi habitación, o con una linterna para que Robert no me pillara.

Cuando por fin consigo ponerme de pie miro a mí alrededor. Todo está como yo me lo imaginaba, nada había cambiado. Lo que al principio me pareció un suelo rígido y de forme, en realidad era un campo abierto. Era de noche y yo estaba rodeado de piedras que trazaban un círculo. El otro lado del portal. Naturalmente, el portal no era tan alucinante aquí, porque lo que arriba era algo alucinante aquí se convertía en la cosa más natural del mundo.

Por lo que pude ver, no había mucha actividad, así que me dirigí rápidamente hacia el gran edificio que había enfrente de mí.

Tengo que tener en cuenta que pueden pillarme, así que me fundo con las sombras en cuanto puedo. Vuelvo a mirarlo todo. Alguien normal catalogaría este lugar como algo hermoso y tenebroso a la vez. Algo frío y distante, con una apariencia que te invita a ir hacia él, pero donde todo es peligro. Me río. Podríamos decir que así son Robert y Julio. Ellos se sienten bien en este lugar, es su casa. Y yo no debería sentirme libre aquí. Este sitio debería repudiarme. Y en cambio, lo único que quiero es estar aquí.

He tenido muy pocas conversaciones normales con Robert, pero una de ellas fue cuando me explicó lo que se sentía al estar libre. Y aunque no me dijo, yo sé que así se sentía cuando pisaba este lugar. Su casa. Porque cuando está en el internado, se siente como un extraño, como un intruso. Eso es él. Un intruso que se intenta apoderar de odio humano, para utilizarlo en su contra. ¿Y qué soy yo? Él nació del odio, pero yo…

Oigo un sonido a mi espalda y me muevo rápidamente por las sombras de el edifico principal. Se ha abierto una puerta, así que me adentro con facilidad antes de que se cierre.

Ya dentro, todo huele a antiguo. Y a poder. A simple vista la habitación que da a la calle parece un pasillo normal. Pero la sensación que recorre el aire te indica todo lo contrario. La última vez que estuve aquí la sala de entrenamiento estaba en el sótano. Lo recuerdo todo tan bien…

El día en que puse por primera vez mis pies en este lugar llevaba dos años entrenándome. Pero esa sala… en un día avancé el doble que en dos años. Entonces fue cuando entendí porqué Robert siempre me superaría. Él tenía a su disposición este lugar, aunque con algunas reservas. El internado era una simple tapadera, un porta a este mundo desconocido por todos. O por casi todos.

Y aquí estaba otra vez. Simplemente porque quería volver a sentir la sensación de poder que sentí la última vez. Ese poder puedo perderlo, pero también puedo aumentarlo, y eso es exactamente lo que iba a hacer ahora.

Todo estaba oscuro. El vestíbulo es muy grande. A la izquierda dos sillas estaban apoyadas contra la pared, al lado de una puerta cerrada. A la derecha solamente había una puerta que conduce a una habitación sin luz. Al fondo hay escaleras y una gran puerta abierta de par en par deja ver un patio. Oigo pasos y decido esconderme en la habitación de la derecha.

-Él volverá pronto. Todo tiene que estar preparado. –dice la voz de una mujer que se pasea por el vestíbulo.
-Hace mucho tiempo que no le tenemos con nosotros. ¿Cree que el señorito volverá con él? –dice la voz de una muchacha más joven. –Hace un año que el señorito Robert no vuelve a venir por aquí.
-Me da igual si Robert vuelve. El que ahora importa es Julio. Así que quita esa cara de tonta, ya sabes que Robert jamás se fijara en una chica como tú. Él prefiera a las de arriba.
-Pero el señor Julio dice… -empieza a decir la chica.
-Me da igual lo que diga Julio. –la corta la que parece que está al mando. –Mientras que el señor Deblash no esté, yo soy la que manda. Y se hará como yo diga. La noche de la Luna Roja la puerta se abre, y tenemos que hacer lo que sea para que nadie salga herido. ¿Te he contado lo que pasó la última vez?
-Si, señora. Me lo ha contado muchas veces. –la chica parece cansada. Robert tiene admiradoras por todos lados.
-Bien, pues ya sabes. Ahora ve a ver si es cierto que las alarmas han saltado.
-Si, señora. –oigo unos pasos alejarse y otros acercase. Y antes de que pueda moverme para esconderme mejor, la chica ha abierto la puerta.

Yo me levanto rápidamente y ella ahoga un grito. Le tapo la boca con mi mano y me colocó detrás de ella, inmovilizándola. Mientras, cierro la puerta con el pie. Ella me mira asustada.

-No hagas ruido. No voy ha hacerte nada, ¿vale? –Ella asiente despacio. –Ahora me tienes que prometer que no vas a chillar cuando quite la mano. –ella vuelve a asentir. Y yo me dispongo a quitar la mano, consciente de que este puede ser mi fin. Pero ella mantiene su promesa. Y entonces sus ojos pasan del miedo a la sorpresa.
-¿Quién eres? ¿Vienes de arriba? –es lo primero que me pregunta. Entonces yo me relajo y la miro. Es una chica bonita, de ojos verdes, pelirroja y más bajita que yo.
-Soy Matt. –le tiendo la mano, y veo que sus ojos cambian. Y entonces veo que he cometido mi segundo error esta noche. No debería de haberle dicho mi nombre. Parece que ella comprende, y hace como si no supiera nada.
-Yo soy Kathy. –me estrecha la mano, y me mira con curiosidad. –La verdad, me esperaba algo diferente de ti. –dice con descaro. –Todos decían que te parecías mucho a tu madre, pero yo te encuentro más parecido con tu padre. –Eso me sienta como un jarro de agua fría, porque el peor insulto que me pueden dedicar es decirme que me parezco a mi padre. -¿Qué haces aquí? Esta prohibido para ti, y lo sabes.
-Haces demasiadas preguntas, ¿lo sabías? –veo que ella se mueve y entonces enciende la luz. Se acerca a la puerta y la cierra con llave.
-Puedes contármelo, no se lo diré a nadie. Eres lo más interesante que ha pasado últimamente por aquí.
-Me alegro de servirte de distracción. –miro la habitación. Una cocina. Bueno, en realidad es una gran cocina. –Mira, no tengo toda la vida. Tienes que decirme donde está el… hem… centro de entrenamiento…
-Tengo prohibido ir allí. Solamente puede entrar a allí…
-Lo se, lo se. –le digo cortándola. –Pero las reglas están para romperlas, ¿no? –Miro a la muchacha. Y me doy cuenta que no sabe nada acerca de las normas. Es demasiado idiota para darse cuenta. Otra de las cosas que aprendí de esos libros era que a todos los sirvientes les lavaban el cerebro. Siento pena por ella, jamás podrá salir de aquí. –Llévame allí y te contaré todo lo que quieras del mundo de arriba. –le digo muy convencido. Ella acepta y me indica que la siga por una puerta que conduce al sótano. Como recordaba.

Nos adentramos en la oscuridad, y en pocos minutos tengo delante de mí la puerta que da a la sala de entrenamiento. Demasiado fácil.

-Aquí tienes que seguir tú solo. No entraría ahí ni por todo el oro del mundo. –durante el camino he estado respondiendo a todo tipo de preguntas. Ese era el trato.
-Bien, muchas gracias. Nunca olvidaré tu ayuda. –ella se va y yo me dispongo a entrar de nuevo. Toda la emoción contenida corre ahora por mis venas.

Coloco mi mano en el pomo de la puerta pensando en la chica. Con qué poco he podido hacer con ella lo que he querido. Y, ¿quién sabe si la volveré a ver? La emoción se convierte en tristeza cuando alguien me toca el hombro. Me pongo tenso.

-Aquí está, como le dije. –dice Kathy detrás de mí.
-Matt, ¿qué haces aquí? –conozco esa voz. Me doy la vuelta, dispuesto a encontrarme con Julio. Pero no.
-¿Qué haces tú aquí? –preguntó confuso.
-Eso mismo te estoy preguntado yo…


Última edición por Things Fantastic el Miér Feb 17, 2010 6:43 pm, editado 1 vez
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MensajeTema: Re: Mundos Paralelos   Mundos Paralelos - Página 2 Icon_minitimeMiér Feb 17, 2010 6:39 pm

Madre te pegaste un buen vicio a subir jejeje bueno lo demas como ya me los habia leido solo tennia que leerme el 10 y...
ERES MALA!! manitaaa porque lo dejas asiiiiii!! porque?? jejeje aaaaah porque...quien es ese! que le pregunta...
No sera Alex verdad?
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MensajeTema: Re: Mundos Paralelos   Mundos Paralelos - Página 2 Icon_minitimeMiér Feb 17, 2010 6:43 pm

jajajajaaaaa yo no digo nada!!!!
tendras que esperarte manita! ^^ lol!
que mala que soi Twisted Evil Twisted Evil Twisted Evil Twisted Evil Twisted Evil
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Rag
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MensajeTema: Re: Mundos Paralelos   Mundos Paralelos - Página 2 Icon_minitimeMiér Feb 17, 2010 8:08 pm

jo me ha encantado cada vez me gusta mas !!
ay de kien sera esa voz?? k ganas sube mas cuando puedas plis
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Things Fantastic
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MensajeTema: Re: Mundos Paralelos   Mundos Paralelos - Página 2 Icon_minitimeJue Feb 18, 2010 12:09 am

me alegro de que te guste! ^^
a ver si este viernes puedo... xD
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Tria
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MensajeTema: Re: Mundos Paralelos   Mundos Paralelos - Página 2 Icon_minitimeDom Feb 28, 2010 2:56 pm

el viernes ya ha pasado, y no has colgado nada.....
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Rag
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MensajeTema: Re: Mundos Paralelos   Mundos Paralelos - Página 2 Icon_minitimeMiér Mar 10, 2010 12:16 am

mejor dicho han pasado varios viernes y no sabemos nada... Rolling Eyes pero bueno todas comprendemos que no es una buena epoca.... malditos examenes como os odio..... jejeje aunque es verdad
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MensajeTema: Re: Mundos Paralelos   Mundos Paralelos - Página 2 Icon_minitimeLun Mar 15, 2010 1:00 pm

Otra que esta a la espera Mundos Paralelos - Página 2 Icon_wink
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Rag
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MensajeTema: Re: Mundos Paralelos   Mundos Paralelos - Página 2 Icon_minitimeVie Abr 02, 2010 11:11 pm

se sabe algo de Things Fantastic? pork ya me preocupa dijo k subiria el viernes 19 de febrero y no se ha sabido nada de ella desde entonces....
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