OLAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA!!! STOY AQUI, HE VUELTO T.T es que tuve unos meses que tenia que irme del foro y desconectar un poco, dejar de escribir, etc....pero ahora me siento mejor!^^ asique puedo poner otro cachito!!!!!!!^^
CAPÍTULO 8: TRAGEDIA.
Las dos semanas siguientes, mi suerte no mejoró bastante. Kira no hacía mas que desarmarme una y otra vez, y eso le divertía muchísimo. Cada vez que embestía contra mí, parecía hacerlo con más fuerza de la necesaria, aunque ni Kevin ni Cassy decían nada al respecto. Mi cuerpo era un cuadro, lleno de moretones y cardenales, tanto en las piernas, como en las rodillas, en la espalda, incluso en la cara, debido a un error de Kira ( ¡Já!) al darme “ sin querer” con el palo en la cara, en vez de realizar la finta correspondiente. Me enfurecí tanto que tiré el palo al suelo y este se hizo añicos, pero Cassy logró tranquilizarme y pude volver al entrenamiento. Tuve que esperar bastante para poder desarmar a Kira y dejarla por los suelos (literalmente), pero el esperado día llegó. A los doce días de empezar el entrenamiento, Kira entraba en la sala con su habitual pose de yo-soy-la-chica-mas-guapa-del-reino. Yo estaba apoyada en la pared, hablando con Cassy sobre Karel, puesto que el chico le gustaba mucho. Kevin estaba revisando las espadas, aunque era una tarea estúpida puesto que no las utilizábamos nunca.
¡Kevin!- exclamó, con esa irritante voz suya-¡ya estoy aquí!
Kevin la miró, y luego me hizo un gesto con la cabeza para que avanzara. Hice caso a regañadientes. Estaba muy enfadad con el por el trato que me estaba dando esos últimos días. Cuando llegué a su lado, me dio uno de esos estúpidos palos de madera. Lo cogí de mala gana y me puse en la posición apropiada. Ya lo hacía bastante bien. Kira cogió otro palo, y antes de ponerse frente a mi, abrazó a Kevin por detrás y le dio un beso en el cuello. Aparté la vista de inmediato. No me gustaba ver esas muestras de cariño en público, y menos por parte de ellos dos. Después de tanto tiempo de besitos y tonterías, había acabado suponiendo que Kevin y Kira eran novios. Y no se por qué, esa certeza me ponía de los nervios, e incluso sacaba lo peor de mi. Lo extraño, es que no sabía por qué.
Kira se puso frente a mi, con su palo en la posición correcta. Me dirigió una mirada llena de palabras: me caes mal, y te odio. Era un odio bastante recíproco, y me di cuenta en ese momento. Aunque era un odio sinsentido.
probemos la finta numero tres-dijo Kevin, apoyado en la pared junto a su hermana. Cassy me miraba, preocupada.
La finta numero tres-pensé. Esa era complicada. Vencer al contrincante con su propio movimiento. Kira esbozó una sonrisa desdeñosa, vaticinando que sería ella la que vencería….otra vez.
Me propuse lo contrario. Oh, no guapa-pensé-esta vez no.
Ambas nos mirábamos. Kevin dio la orden de comenzar con una sacudida de cabeza. Kira empezó a moverse, y yo la imité. Dábamos vueltas en círculo, observándonos con mucha atención, sin quitarnos la vista de encima. Por el rabillo del ojo, ví como Kevin se enderezaba.
veamos de que eres capaz-dijo Kira, y volví la mirada hacia ella-Samy.
No le contesté. No merecía la pena. Avancé un paso, y ella se paró en seco. Observé sus manos. Planeaba un movimiento a la izquierda….no, no lo planeaba, solo quería que yo lo pensara. Muy lista….pero no tanto. Le hice creer, con el movimiento de mis manos y la posición de mis pies, que creía lo quería que creyese. Y picó. Seguía moviéndose en la misma posición, con una sonrisa en la cara. Se te va a borrar tan rápido-pensé.
Y así fue. Se lanzó hacia mí, palo preparado, pero el mío lo estaba más. Con un solo movimiento fluido, fui capaz de hacer volar su palo por los aires, darle un golpe en la espalda, y hacerla caer al suelo con un suido sordo. Cuando alzó la cabeza para mirarme, mi palo se posaba en su pecho.
- En el corazón-dije bien alto, con una sonrisa deslumbrante.
Kira me miró durante unos instantes con intenso desprecio, y luego, furiosa, apartó con una mano mi palo y se levantó. Se acercó a mi lo suficiente como para que pudiera oler su fragancia, parecida a la naranja. Odio la naranja.
ha sido suerte, niñita-siseó, un ruido irritable en mi oído.
yo creo que no-murmuré, aún con una sonrisa.
¡Muy bien, Sam!-exclamó Cassy, acercándose a nosotras. Nos separamos, aunque tanto por su mirada como por la mía, aquello podría haber acabado mucho peor-¡lo has hecho genial!
Gracias, Cassy-dije yo, mirando a mi amiga con una sonrisa, pero esta vez de alegría.
Kevin se acercó a nosotras.
muy bien, Samanta, los ha hecho muy bien-me dijo, pero no parecía tan contento como su hermana. Se volvió hacia Kira, que tenía cara de pocos amigos-tu no has estado mal.
¿Que no he estado mal?-dijo, indignada-¡ha sido pura suerte! No me hagas reír.
Ha estado trabajando mucho, Kira-replicó Kevin.
Oh, por favor-resopló ella-es un fraude. Todo en ella es un fraude. Tu mismo lo dijiste. Dijiste que no creías que ella fuera capaz de conseguirlo. Que no valía nada-Kira esbozó una sonrisa, sabiendo que se había anotado un punto.
Un escalofrío que nada tenía que ver con la temperatura se instaló en mi cuerpo. Miré a Kevin. Cassy me agarraba por el hombro, pero ya no sonreía.
¿tú….dijiste eso sobre mí?-quise saber.
Kevin cambió el peso de una pierna a otra. Su expresión no me decía nada acerca de lo que pensaba decir en ese momento.
no fueron esas palabras…exactamente-explicó el, aunque su expresión era la misma.
¿ y que palabras fueron exactamente?-exigí saber, aunque algo dentro de mi, una gran parte de mi, mejor dicho, no quería oírlo.
Yo…
Dijo que no eras lo que el esperaba, y que lo más seguro es que no nos sirvieras para nada-interrumpió Kira. La miré con ojos entrecerrados.
Ya es suficiente, Kira-dijo Cassy en un tono de voz severo que nunca antes le había oído utilizar. Pero no hice caso a eso. Solo a las palabras de Kira. Me volví hacia Kevin, que me miraba fijamente.
¿Es eso cierto?-pregunté con un hilo de voz. No me contestó. Solo me miró-dime Kevin-grité de pronto, para el asombro de todos los presentes, incluida yo-es cierto, ¿si o no?
Si-respondió Kevin, su expresión, inmutable. Cassy me soltó el hombro, y negó con la cabeza casi imperceptiblemente. Kira sonreía disimuladamente. Kevin solo me miraba. Decidida a no llorar delante de esa gente, dejé caer el palo al suelo con un estrépito y me dirigí a la puerta con paso firme, casi corriendo.
¡Samanta!-oí gritar a Cassy mi nombre, pero la ignoré, traspasando la puerta de la sala y cerrando con un portazo.
Ahora, un día después, tengo tiempo para pensar y poder sentir sin miedo lo que quiera acerca de Kira y Kevin.
No puedo creer que Kevin dijera eso de mi, y a mi espaldas. Y sobre todas las cosas, no puedo creer que se lo dijera a Kira. Eso es lo peor. Kira supo como herirme, por que de alguna manera sabe, y de ahí su odio hacia mi, lo que Kevin me hace sentir. Por que es extraño, pero me gusta tenerle cerca, incluso aunque no me hable, o no me mire…es algo extraño. Y como no lo he sentido nunca, no se lo que es.
Y Kira intenta hacerme daño por que sabe que siento algo, aunque aún no sepa el que, por el. Es mezquina y mala. Parece como si no se diese cuenta que eso es lo menos importante. Es decir, no somos niñas tontas peleándose en el patio por el chico más guapo. Puede que yo sea la elegida por Gabriel para acabar con los caídos, pero ella no me ve como eso, si no como una especie de obstáculo en la relación o en lo que sea que tenga con Kevin. Es verdaderamente patético.
Pero Kevin…..bueno, no es que pueda saber lo que siente el respecto a todo esto. Quiero decir, nunca me encuentro con su mirada, aunque a veces la sienta puesta en mi espalda, pero eso solo es un presentimiento. En cambio, a Kira la besa, y la toca, aunque solo sea el hombro, o la espalda. A mi no. Es como si tuviera una enfermedad contagiosa o algo parecido. ¡Como saber lo que siente si ni siquiera se lo que siento yo! Además, yo no se lo que es el amor. Es decir, se lo que es querer a una madre y un padre, a un hermano, a los amigos….pero nunca he querido a una persona totalmente ajena a mi mundo. Para colmo, Kevin no es un chico cualquiera, es un ángel. Yo nunca me enamorado ¡tengo quince años! estoy verde en lo que viene siendo el tema de los sentimientos. La única persona con la que podría hablar de esto no se acuerda ni de que existo. Es frustrante.
Me levanto de la cama, y me quito el pantalón y la camiseta sin mucho ánimo. Ya es casi de noche, las nubes son de un color rosa salmón. No puedo creer que el día haya transcurrido con tanta rapidez. Me dirijo al baño, y allí me doy una buena ducha caliente, intentando calmar mi dolorido cuerpo.
Luego, me pongo el pijama y me dirijo a mi cama, deseando dormir… Pero una cosa es desear y otra cosa es poder. No se cuanto tiempo me tiro dando vueltas en la cama, tal vez una hora, tal vez cuarenta, pero no consigo dormir. Me incorporo, malhumorada. Doy vueltas por la habitación, intentando adormecerme. Pero lo único que consigo es despertarme más. Decido que lo mejor es intentar dejar de querer dormir, por si el sueño viene solo, pero es imposible. No consigo dormir. Así que decido vestirme y salir a dar un paseo, haber si consigo poner en orden mi cabeza. Debido a la temperatura agradable, acabo por ponerme unos pantalones vaqueros cortos y un suéter color verde lima. Me suelto el pelo, y me pongo mis deportivas. Salgo de mi cuarto, doy un toquecito al pomo, y me dirijo al ascensor.
Fuera, en el exterior del edifico, no está muy oscuro, debido a la luz de unas farolas muy extrañas en las que antes no me había fijado. Son totalmente trasparentes, pero si las tocas, están ahí. Me alejo del edificio, mientras doy un paseo por las callejuelas de Giria. No hay ni un alma, parece una ciudad fantasma, y la verdad, eso me viene de perlas. Caminar sola por la calle es relajante, sin ningún ruido que me desconcentre. No me sorprende ver que no hay ningún escaparate, ninguna tienda. La primera vez que ví a Kevin y Cassy, llevaban ropa completamente normal, unos vaqueros, una camiseta gris de manga corta y unas deportivas negras él, una sudadera amarilla y unas botas negras ella. Supongo que se las comprarían en la tierra, no aquí. En cuanto llegamos, sustituyeron esa ropa por la blanca y ajustada propia de Giria.
Ningún edificio tiene nombre, es decir, ningún letrero que indique donde vas a entrar. Todos están construidos con el mismo material, con la única diferencia en la altura. Será que todos los ángeles de Giria saben ya que edificio corresponde a cada cosa. En ese momento, y sin venir a cuento, me rugen las tripas. Y es en este momento cuando me doy cuenta de que no he comido en todo el día. Mi estómago vuelve a gruñir, como si asintiera. ¿ como se me ha podido pasar? Me digo a mi misma que es por los nervios, pero yo se que no es por eso. Lo preocupante es que no se donde puedo pedir algo de comer, porque visiblemente, todo está cerrado. No hay luces en ninguna ventana, todo parece desierto. Pienso que mañana, probablemente, podré comer algo, e intento no pensar mucho en el asunto.
Llego a una bifurcación que da a dos calles, una a la derecha y otra a la izquierda. Por simple intuición, elijo la de la izquierda, que no está tan oscura como la otra. Me adentro en el callejón, mientras algunas luces parpadean continuamente, como si faltara poco para que se apagasen. Mientras camino entre edificios cuya única variación es el tamaño y el número de ventanas, veo una sombra reflejada en el suelo. en un primer momento, pienso que es la mía, pero lo descarto casi inmediatamente, es demasiado grande. Me doy la vuelta con rapidez, pero detrás de mi no hay nadie. No me lo he imaginado, pero allí no hay nadie. Sigo caminando, aunque mas alerta que antes.
En el Edificio del Consejo, Adam coge el ascensor y marca el número 123. allí es donde duermen todos los miembros del consejo. Pero el solo tiene órdenes de matar a uno. En algún resquicio de su conciencia, una vocecilla apela a su sentido de la piedad, pero todo el odio que inunda su ser empuja ese sentimiento muy hondo, en un lugar donde no moleste más. Llega al piso en menos de dos minutos. El ascensor es bueno, y no hace ruido al abrirse. Adam camina con paso cauteloso, con cuidado de no hacer el menor ruido. Sabe muy bien la habitación que busca. Ha estado allí más de una vez. Por que esas personas confiaban en él en el pasado, y lo habían hecho hasta el final. Cuando llega a la puerta número 3, da un paso atrás. Sabe muy bien como funcionan aquellas puertas. Solo puede abrirlas el dueño. Pero el ya no es un ángel, es un caído, y tiene poderes mucho mas superiores. En un segundo, Adam se aparece sin hacer el menor ruido dentro de la habitación. Allí, una de las tres mujeres del Consejo, la de voz mas grave, abre los ojos. Adam saca su espada, pero no hace ningún movimiento, aún no.
Adam-dice la mujer, sorprendida- ¿Cómo has entrado?
Creo, Lania, que subestimas el poder de un caído-dice Adam, una sonrisa desdeñosa dibujándosele en el rostro.
Nunca te he subestimado, Adam-dice la mujer, con calma-ya lo sabes.
Adam deja de sonreír, y aprieta aún con mas fuerza la empuñadura de su espada.
claro que lo has hecho, Lania, pero no sólo tu-dice Adam, en aparente calma-también los demás miembros de tu estúpido e innecesario Consejo. Para que sirve tanta sabiduría, dime, cuando he sido capaz de engañaros, y de jugar con vosotros.
Lania mira al chico, el que hasta hace poco era uno de sus queridos ángeles, convertido en un auténtico caído de ojos negros y profundos.
¿engañarnos, dices?-pregunta, la sombra de la duda en su rostro-¿ que te hace pensar eso?
Adam afloja la fuerza que hace en la empuñadura de la espada, y mira a Lania fijamente.
¿Cómo crees que he entrado, Lania?-pregunta Adam- no a tu cuarto, claro, sino a la ciudad. ¿como crees que lo he hecho?
Lania mira al chico fijamente, pálida como la cera.
exacto, Lania, exactamente de la única manera en la que se puede entrar en Giria-dice Adam, triunfante.
Pero….-Lania está perpleja, y sobre todo, aterrada-pero eso es….imposible….ninguno de nosotros….es imposible……
Vamos, Lania, sabes por que estoy aquí-dice Adam. Lania alza la cabeza-sabes de quien te estoy hablando. Lo sabes muy bien.
Yo…no se de lo que me estás hablando-repone Lania con sinceridad.
Adam mira a la mujer con desprecio. Luego, avanza unos pasos hacia ella.
lo descubriste hace unos días, aunque no lo sepas-dice Adam, sonriendo, sus dientes asombrosamente blancos-piensa un poco, Lania, no es tan difícil.
Lania mira a Adam, una sombra de lo que antaño fue. Piensa un poco, intentando recordar si ha visto algo, algún comportamiento irregular, algo que no encajase en la burbuja de armonía de Giria, algo que no le pareciese bien…y entonces recordó. Y miró a Adam con el reconocimiento reflejado en los ojos.
pero…-empieza a decir, la voz temblando-p…pero eso es imposible….él…-pero antes de que pueda acabar, Adam corta su cabeza, de un solo movimiento. Ni un gemido, ni una súplica por su vida. El cuerpo degollado de Lania cae encima de la cama, y llena las sábanas de sangre, mientras Adam, inescrutable, desaparece de la habitación.
Esto es verdaderamente bonito-pienso, parándome a observar un pequeño jardín en mitad de la ciudad, lleno de flores de colores varios, de árboles en crecimiento y palmeras enormes. No lo había visto antes.
Veo un banco cerca para sentarme, y no me lo pienso dos veces antes de hacerlo. La verdad es que el paseo ha dado sus frutos: verdaderamente, ahora estoy muy cansada y me apetece dormir. Es entonces cuando veo de nuevo una sombra que avanza en mi dirección, veloz. Me levanto de un salto, y observo a mi alrededor, pero no hay nadie. No me lo puedo estar imaginando, aunque a lo mejor, la falta de sueño me está jugando una mala pasada. Estoy a punto de darme por vencida e irme de allí hacia el edificio del Consejo, cuando un brisa suave tras de mí me pone los pelos de punta. Me giro rápidamente, y me encuentro a escasos metros de distancia con un chico de largo cabello negro y ojos igual de oscuros: Adam. Por un momento pienso que es una ilusión, pero no es así. Es el, y es completamente real. Tiene con el una espada, la misma que aquella noche en el prado, y veo que la hoja es completamente negra. De la punta, gotea un líquido que no distingo a primera vista. Adam me observa con un punto de diversión en el rostro.
cada vez que te veo eres mas hermosa, Samanta-dice, sus dientes relucientes en mitad de la noche. Da un deliberado paso hacia delante, y yo uno hacia atrás-¿me tienes miedo, verdad? Bueno, supongo que debe ser por que intenté matarte.
No puedo hablar. Algo me impide moverme. Algo no me deja obrar por mi cuenta.
¿no te han hablado de los poderes de los caídos?-me pregunta, dando otro paso hacia mi. No puedo moverme-a veces no resultan nada eficaces, si me topo con alguien verdaderamente entrenado….pero tu aún no estás lista, ¿verdad?-sigue avanzando hacia mi. No puedo moverme. No puedo gritar. No puedo hacer nada-soy yo el que te impide todo lo que estás intentando hacer, Samanta. No te esfuerces. ¿Quien va a venir a salvarte esta vez?-sigue avanzando, y cada vez está mas cerca de mi. Coge la espada con una mano, y la hoja sigue goteando un líquido que no reconozco.
Eres tan ingenua-dice el, en tono soñador-es sangre, pequeña, sangre de ángel. Ha sido muy fácil entra ahí y matar a esa estúpida. Mucho más fácil de lo que creía. Pero los ángeles son tan confiados….-esta a mi lado, y puedo sentir que huele a putrefacción, sangre y sudor-que guapa eres-observa, mientras, con la mano libre toca mi cara. Me hierve la sangre, pero no soy capaz de moverme. Me acaricia con suavidad, hasta llegar a mis labios-es una pena que vaya a tener que….-pero no llega a terminar la frase. Un grupo de haces de luz alumbran la oscura noche, y siento como ya puedo empezar a moverme. Unos brazos me llevan hacia atrás y me tiran al suelo con brusquedad. Dolorida, alzo la cabeza, para ver la nuca de Kevin, y algo que no me esperaba: sus alas. Enormes, impolutamente blancas incluso en la oscuridad de la noche. Ambas baten en su espalda, grandiosas. La postura de su cuerpo es agazapada, preparado para luchar. En una de sus manos porta una espada de hierro celestial, que brilla con fuerza. Con terror, observo como Adam también a desplegado sus alas, enormes y negras. Siento miedo ante la situación…pero ante todo, siento miedo por Kevin. Muchos ángeles mas se unen a Kevin, con sus alas desplegadas. Adam esboza una sonrisa desdeñosa, y desaparece del lugar, dejando tras de si un haz de oscuridad.
Intento incorporarme, pero al segundo, tengo a Kevin a mi lado, ya sin alas. Tiene la respiración agitada, algo inusual en él. Me ayuda a ponerme en pie, y me coge por los hombros.
¿ estás bien?-me pregunta, pero no hace pausa para que conteste-¿ en que estabas pensando?-ahora me grita-¿ que hacías aquí a estas horas? Por dios, Samanta….¿ como se te ocurre….?-me zarandea, como si así pudiese obtener respuesta.
Basta, Kevin-escucho la voz de Daniel, y veo su figura acercarse a Kevin por detrás-¡la estás asustando!
Kevin me observa, y al momento me suelta, pero no se aleja de mi. Daniel se acerca y me toca el hombro suavemente.
¿estás bien?-pregunta, y él si deja tiempo para que conteste.
Si-contesto, con voz ronca-estoy bien.
¿ que hacías aquí, Samanta?-pregunta. Me hace las mismas preguntas que me ha hecho Kevin hace un momento, con la diferencia de que no está gritando a pleno pulmón.
Solo…solo estaba paseando….no podía dormir, y salí de mi habitación….-me paro en seco, y se me hiela la sangre. Recuerdo las palabras de Adam: “es sangre, pequeña, sangre de ángel. Ha sido muy fácil entra ahí y matar a esa estúpida. Mucho más fácil de lo que creía. Pero los ángeles son tan confiados….”
¿Que ocurre?-inquiere Kevin, mirándome-¿que te pasa?
Ha….ha matado a alguien….a una mujer-miro a Kevin a los ojos-¡ Kevin! ¡Adam ha matado a alguien! ¡a una mujer!
¿ qué?-dice Kevin, blanco como la cera.
Me lo dijo….¡él ha matado a alguien!-exclamo, los ojos anegados en lágrimas. Kevin me mira, y sin decir nada, me atrae hacia el, y me abraza fuertemente. Me quedo helada, pero no puedo pararme a pensar en como me siento al ser abrazada por esos brazos.
Daniel…-dice él.
No es posible….-susurra éste-no ha podido….-Daniel se da la vuelta- ¡Karel, Jonathan, venid conmigo!
Y dicho esto, desaparece, junto con los dos chicos.
Kevin me abraza.
tranquila, Samanta-me susurra al oído-ya estás a salvo.
Se que estoy temblando, pero no por el frío. Kevin me abraza mas fuerte, y sin decir una palabra, desaparecemos de aquél lugar.