Alais
Nefilim
 |  Tema: La decisión de Simon  Lun Jul 12, 2010 10:19 am | |
| Bueno...
Prometi que ganara o perdiera espana el mundial subiria el fic que habia apostado por la Roja asi que...
1) GANAMOS!!
2) Mi voz nunca volvera a ser la de antes XDD
3) Habria subido el fic ayer pero... a quien voy a enganar, estabamos de fiesta en la playa...
Espero que os guste
La decisión de SimonCapitulo 1: La nevada
Pero la inesperada nevada no amedrentó los ánimos de los yanquies, al contrario, estos se dejaron invadir por un espíritu navideño de esos que tiene la gente siempre en las películas.
La capa de nieve cubrió toda la ciudad, sumiendo el verde Central Park, que era lo más parecido al pulmón de Nueva York en una blancura absoluta.
El lago de este parque se heló durante la noche, apareciendo al día siguiente con una espesa capa de hielo de casi diez centímetros de grosor en su superficie, en la cual, el día de antes se habían visto patos, así como a un grupo de jóvenes jugar a béisbol en un campo ahora ya inexistente.
Pero un poco de nieve no hacía daño a nadie, y niños y jóvenes jugaban con sus trineos, se peleaban lanzándose bolas de nieve o patinaban en el lago.
Por otro lado, muchas parejas decidieron salir y disfrutar del impresionante buen día que estaba haciendo, aprovechando para ir a pasear a este enorme parque que siempre solía estar concurrido de gente, y en el cual no es de extrañar el encontrarse con algún conocido cuando menos te lo esperas.
Entre esas parejas había una que denotaba en especial. El que iba a la izquierda era alto y delgado, llevaba un largo abrigo color añil, una camiseta de una tonalidad entre el azul turquesa y el lavanda, unos vaqueros negros de talle bajo, los cuales parecía que solo no se caían porque el cinturón de colores con una gran M llena de purpurina plateada los sujetaba. De pelo oscuro pero surcado de mechas de miles de colores, que hacía juego con el cinturón y de penetrantes ojos verdes.
El otro chico que lo acompañaba vestía todo de negro, abrigo incluido. Moreno y de ojos azules a veces enrojecía ante algún comentario que hacía el otro.
Alec y Magnus paseaban por el nevado Central Park, el uno al lado del otro, charlando, riendo y disfrutando de la presencia del otro.
−Oh, ¡vamos Alec! −suplicó el brujo.
−Ya te lo he dicho: no −respondió tozudo el nefilim.
−Veeenga… ¿Qué vas a regalarme por Navidad? −siguió insistiendo.
−Un pijama −le dijo Alec con una sonrisa en los labios que pugnaba por traicionar su mentira.
Magnus lo fulminó con la mirada, lo tomó del brazo obligándole a detenerse y sonriendo de esa manera tan suya le contestó perverso:
−Ja ja, muy gracioso nefilim, pero se que adoras que duerma con cuanta menos ropa posible mejor.
Alec continuó caminando, pero sus mejillas se tildaron de rojo, y no precisamente por el frío.
“Dichoso brujo” pensó frustrado. “Lo peor es que es capaz de sonsacármelo, de una manera u otra”. Pensó Alec, sabiendo que tenía razón. Magnus era perfectamente capaz de chantajearlo, y si no lo había hecho hasta ese momento era porque Alec había esperado hasta última hora para comprar el regalo del brujo.
Alec estaba orgulloso de haber encontrado el regalo perfecto para Magnus, y por nada del mundo permitiría que nada ni nadie le chafara la sorpresa, ni siquiera el propio Magnus.
−Pues si no me lo dices yo no te diré que es lo que te he comprado −dijo el brujo cruzándose de brazos, con una fingida expresión de consternación en el rostro.
−Me da igual lo que quiera que me hayas comprado, siempre y cuando pueda abrirlo delante de todos sin miedo a morirme de vergüenza −dijo un pensativo Alec, a sabiendas de que era cierto.
Magnus se encogió de hombros, fingiendo no haber oído el comentario de Alec y siguió caminando como si nada con una divertida sonrisa en el rostro. El nefilim apresuró el paso y se situó junto a él.
−Mas te vale que no sea así −le dijo el nefilim, ahora algo enfadado y temeroso.
El brujo soltó una divertida carcajada y miró a Alec a los ojos.
−Tranquilo Alexander. Siempre puedo comprarte otra cosa y darte mi regalo aparte.
Alec se alegró de que la conversación se desviara.
−Es un farol −dijo convenciéndose a sí mismo.
−Sabes que no lo es −le respondió un divertido Magnus.
−¡Por el Ángel! Claro que no es un farol…Maldita sea… ¿Tan difícil te resulta ser normal?
El brujo lo miró pensativo con una sonrisa perversa asomando de sus labios.
−No es que sea difícil, sino que es muy aburrido…
Alec suspiró.
−Yo soy una persona normal, es decir, un nefilim normal, y no me paso el día aburrido.
−Eso es porque te aseguras de tener a cierto brujo siempre a mano por si acaso…
Alec enrojeció fuertemente y fulminó al mago con una enfadada mirada, capaz de derretir hielo.
−¡¡Magnus!!
−¡¿Qué?!
−¿Se puede saber como te las arreglas para que todas nuestras conversaciones las hagas girar siempre hacía el mismo tema? −respondió un enfadado Alec.
Magnus se encogió de hombros.
−No se. La costumbre, supongo; además, está el hecho de que adoro ponerte rojo…
Alec suspiró otra vez y siguió caminando.
−Lo sé. Creeme, me he dado cuenta.
Siguieron caminando un rato en silencio, hasta que de repente Magnus empezó a reír.
−¿Se puede saber que te hace tanta gracia?
−¿Ves a esas chicas de allí? −le dijo mientras le señalaba a un grupo de tres o cuatro chicas− No te han quitado el ojo desde que han llegado.
Alec se extrañó. ¿Y qué?
−Que pasa −dijo el nefilim−, ¿llevo nieve en el pelo o algo parecido?
Ahora Magnus si que soltó una carcajada.
−Estúpido nefilim… ¿tanto te cuesta aceptar que salta a la vista lo bueno que estas?
−¿¡Que!?
−Ya me has oído.
Alec se encogió de hombros, pensativo. Lo cierto es que le daba igual que la gente lo mirara. Pero le extrañaba que aquellas chicas no se hubieran dado cuenta de que…
−¿Y no han caído en la cuenta de que se nota que soy gay? Quiero decir, estoy contigo y…salta a la vista.
−Puede que quieran seguir haciéndose ilusiones…
Alec reflexionó unos segundos, y en el momento en el que una idea atravesó su mente esbozó una divertida sonrisa.
−Pues lo siento pero voy a pisárselas…−dijo con una perversa sonrisa que había aprendido del brujo− Ya es hora de lanzarles una indirecta…
El brujo abrió la boca para preguntarle seguramente a que se refería, pero Alec fue más rápido y milésimas de segundo después de terminar la frase rodeó el cuello de Magnus con los dos brazos y lo besó.
Magnus tardó apenas unos segundos en reaccionar y riendo le devolvió el beso. Las lenguas del brujo y del nefilim se enredaron, jugando la una con la otra.
Cuando se separaron Alec percibió por el rabillo del ojos que las tres chicas se alejaban de allí.
Alec volvió a centrar su mirada en Magnus para decirle alguna cosa y fue entonces cuando lo vió. El brujo estaba serio y pálido, con la vista perdida detrás del nefilim, mirando a alguien o algo en concreto.
Alec trató de girarse y el brujo se lo impidió.
−¿Se puede saber que te pasa?
−No te gires Alec, por favor −le dijo Magnus sin mirarlo, ya que su vista no se despegaba de algún punto en concreto situado detrás del nefilim.
Alec, ignorando la petición del mago se giró. Y entonces lo vió.
Dos jóvenes, un chico, una chica. Estarían a unos quince o veinte metros de ellos, besándose.
−¡Alec no! ¡Vuelve! −resonó la voz de Magnus.
¿¡Qué!? ¿Es que acaso había salido corriendo?
Si, lo había hecho.
En el momento en el que su mente reconoció al chico todo su ser se llenó de odio, relegando su ser racional a un rincón, y dejando que fuera el subconsciente del nefilim él que actuara.
Se había acercado a la pareja. Estaba a apenas ya un par de metros. La chica lo miraba con expresión confundida; la expresión del chico era de terror.
Al llegar frente a ellos se abalanzó sobre él.
−¡¡TÚ!! ¡Rata asquerosa! ¡¿Se puede saber que estas haciendo?!
El chico abrió la boca para decir algo, pero Alec no tenía ganas de escuchar mentiras, así que antes de que una sola sílaba saliera de sus labios le dio un fuerte puñetazo, haciéndolo callar.
El chico cayó al suelo. Le había dado casi en el ojo, pero debía de haberle roto el labio o la nariz, porque cuando cayó de bruces en la nieve esta se tiño de rojo sangre.
−¿Pero a ti que te pasa? −le dijo la chica mientras se agachaba para ver a la alimaña− ¿Qué es lo que te ha hecho?
Alec se sintió con ganas de reír, y de darle otro puñetazo a esa rata.
−¿Qué qué es lo que me ha hecho Maia? Curiosa pregunta, supongo que eso es porque no te lo ha dicho −comenzó el nefilim, siendo consciente del odio y el veneno que destilaba su propia voz−. ¿Qué tal si se lo cuentas querido Simon, rata asquerosa? Y si después de eso te siguen quedando piernas tal vez deberías de ir y contárselo también a Isabelle, mi hermana tiene también un buen derechazo, y seguro que se morirá de ganas ponerte el otro ojo a juego cuando se entere.
Maia dejó de ayudar a levantarse a Simon.
−¿Se puede saber a que se refiere este nefilim? −le preguntó con la mirada llena de cólera.
−Yo… −comenzó el despojo humano que seguía tiñendo el blanco suelo nevado de sangre.
Maia no esperó su respuesta, adivinando cual sería y decidiendo que no quería escucharla. Dijo un insulto que hasta ese momento Alec desconocía, se acercó más hasta Simon, y segundos después de darle una buena patada en la entrepierna se largó corriendo.
Mientras Simon seguía lamentándose en el suelo llegó Magnus.
−Alec, Alec,…tranquilízate, ¿estas bien?
−Yo sí −rspondió con rudeza−, pero te aseguró que como vuelva a verlo él estará peor.
Magnus lo agarró por los hombros, tranquilizándolo.
−Anda, déjalo, será lo mejor, anda vamos… −le dijo mientras tiraba de él.
Alec se deshizo del contacto del brujo y le indicó con un gesto que enseguida iría con él, pero antes quería saber algo, necesitaba saber una cosa.
Se agachó, y con la excusa de levantar a la rata esa del suelo le susurró al oído:
−Escuchame, rata, si hay algo que sé es que desde que mi hermana empezó a salir contigo esta muy feliz, y aunque no puedo saber como es posible, se que te quiere, y yo ahora quiero saber porque lo has hecho. ¿Por qué la has engañado con Maia? ¿Y porque Maia no sabía que estabas con Izzy?
−Yo no la he engañado −susurró Simon−, no a propósito. Y si no le dije a Maia que estaba con Isabelle es porque entonces no habría accedido a estar conmigo.
Alec se apartó un poco de él.
−Estás dándome más asco por momentos; y eso que no lo creía posible.
Simon se levantó a duras penas, tambaleándose. Alec no hizo el mínimo gesto por ayudarlo.
−Mis motivos te darán igual, no lo entenderías.
−¿Ah, con que crees que no lo entendería?
−Pues sí. Quiero a Isabelle, y quiero a Maia, ¿algún problema? Por eso estoy saliendo con las dos, no fui capaz de elegir. Aunque claro, tú no lo entenderías, no sabes lo que es estar enamorado de dos personas a la vez.
En ese momento Alec sintió como si algo se desatara dentro de él. Claro que sabía lo que se sentía, recordaba perfectamente como se había sentido cuando había estado enamorado de Jace y había empezado a salir con Magnus, sintiendo que se estaba enamorando también del brujo.
''Fue horrible'' le recordó una voz.
Sentir como seguía enamorado de Jace, aunque fuera imposible, totalmente imposible, que él le correspondiera y ver que empezaba a sentir algo muy
fuerte por Magnus había sido desconcertante, horrible, confuso...Y una gran putada. Cuando estaba con el brujo trataba de olvidar a Jace, y cuando estaba con este trataba de no pensar en Magnus.
Pero sus sentimientos se entremezclaban, y lo único que conseguía era acabar odiándose a si mismo. Por estar enamorado de alguien que nunca le correspondería, de su hermanastro, y por saber que tenía a El Gran Brujo de Brooklyn colado por él y no ser capaz de quererlo de la misma manera.
¿Era eso por lo que estaba pasando Simon?
¿Sentiría en esos momentos lo que él había sentido en el pasado por Magnus y Jace? ¿Se sentiría incapaz de elegir? ¿Se odiaría a si mismo? ¿Pensaría que Maia y Isabelle no entenderían que sentía algo por la otra si se lo hubiera dicho?
Pero tú elegiste, dijo una voz en su cabeza.
Si, él había elegido, pero eso fue distinto. Con el tiempo Alec se había dado cuenta que lo que había sentido por Jace era distinto a lo que sentía por el brujo. Siempre querría a Jace, pero hasta que no se había sentido arder por Magnus no se había dado cuenta de la diferencia. Había anhelado los besos, los abrazos, la risa, el humor, los ojos, el pelo, la voz, la purpurina de Magnus. Había conseguido aclarar sus sentimientos, despejar la bruma de su corazón y ver que este, si, se aceleraba cuando el idiota de Jace se ponía en peligro, pero se derretía cuando el brujo le sonreía, haciendo que olvidara a cierto rubio. Había necesitado alejarse de Magnus para comprender con cuanta urgencia lo quería, lo deseaba, lo necesitaba.
Si, de una manera u otra él había elegido.
Pero, ¿seria Simon capaz de elegir?
−Puedes elegir, si que puedes elegir.
Simon sacudió la cabeza.
−No…, tu no lo entiendes, las quiero a las dos, y no puedo enfrentarme a esa elección.
Alec abrió la boca para replicarle pero oyó que Magnus lo llamaba. Se giró para indicarle que esperará un momento y entonces oyó decir a Simon.
−Se acabó…yo me largo…
Volvió a girarse hacia él rápidamente.
−Espera ¿qué? −preguntó confuso mientras Simon se alejaba− ¿A dónde vas?
Este se detuvo en la nieve y se volvió para mirarlo.
−¡¡Es que no me has oído!! ¡Me largo! ¡Me largo lejos de aquí! ¡Ya te lo he dicho, yo no puedo elegir!
Y seguidamente el vampiro diurno, la rata a la que seguía odiando, el ¿novio? de su hermana, Simon, siguió andando sin esperar la respuesta del cazador de sombras, alejándose cada vez más, perdiéndose en los recovecos de su propia mente y fundiéndose con el blanco paisaje, tratando de decidir, o de no decidir, de pensar, o de dejar de pensar, de descansar del agotador y confuso mundo en el que diariamente les tocaba vivir y tratar de sobrevivir.
FIN
(Todos los personajes de esta historia pertenecen a Cassandra Clare)
Última edición por Alais.Lightwood el Mar Jul 20, 2010 9:44 pm, editado 1 vez | |
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