AHOGARME EN ALCOHOL.
Pronto estaré borracho, pensé con una esperanza horrible. Bien, ni siquiera sentiré los golpes. Bebí ávido y sediento aquél anestesiante frío llamado whisky.
Me pregunte a mi mismo por que no me habían ido a buscar antes, por que no entraban en este mugriento bar., a matarme de una vez por todas. Bebí otro dolor me agujereo la sien. No reprimí la mueca de asco.
Con un pensamiento febril recordé la conversación que tuve con aquel policía que se negó ayudarme. Líos de faldas se jacto en cuanto le conté toda la historia. No se protege a alguien por una mujer, ni siquiera por Lucille, aquella dama morena, de blanca piel y labios venenosos que le habían causado todo este embrollo. Estaba muerto desde el día que cruce la frontera de sus muslos. Muerto.
No puedo pensar, no puedo entender por que actuó así...Por que yo me resignaba a morir tan pronto. ¿Por qué no escapo en vez de ahogarme en este vaso de alcohol? Un nombre reboto como una maza en mi cabeza. Lucille.
¿Aun la quería? No era probable.
Bebí otro sorbo con el que me termine la copa y con la cabeza indique que me sirvieran otra mas. El camarero me evaluó de arriba abajo, preguntándose si le podría pagar la copa. Debí de darle pena, por que me relleno el vaso sin mediar palabra. Normal, todos en aquel bar dábamos mas que pena.
Sonó la campanilla de la puerta y alguien entro. Yo no me habría girado si no hubiera sido por la exclamación de asombro y el gran silencio que vi que hacían los cuatro gatos del bar.
Y la vi. Como una visión. A la chica. Rubia hasta rozar la luz, su piel calcárea y con unos cristales de agua por ojos. Llevaba un vestido blanco, virginal. Pero había algo totalmente fuera de situación ¿que hacia aquella criatura en aquel antro, en aquel barrio o tan siquiera en aquella ciudad? No obtuve respuesta alguna. La chica me sonrió ajena a todo lo que ocurría a su alrededor. Avanzo segura, sus pies descalzos parecían repeler la mugre del suelo.
Se acerco a mí y toda la embriaguez producida antes por el alcohol se me borro de un plumazo y con eso, el nombre de Lucille.
-¿Quién…quien eres? Conseguí apenas balbucear.
Ella rió levemente. Desee que volviera a hacerlo.
Una voz suave y melodiosa hablo.
-Hola William, mi nombre es Ella – sonrió mas ampliamente- He venido a buscarte. Se inclino sobre mí y su largo pelo me rozo los brazos. Que escalofrío. Suspire.