Pero pero pero... pero ¡¡¡pero miradla que bonica que es!!! En fin, yo puedo explicar el por que esta tan... ¿raro? el capítulo y es sencillamente por que me equivoque de documento y le mandé uno a Lenny que estaba sin completar. Confusión que lo llaman algunos, yo lo llamo merecimiento por hacer 3 millones de documentos cada vez que tengo que subir en una tanda... una alegría vamos. Ahora os pongo a Jacques enterito. De todo corazón me gustaría deciros que os salteis la parte que ya habeis leido, que se queda igual... pero esque no estoy muy segura que de sea asi. Prueba de ello:
- Citación :
- Claro, claro, es que verte así de atontado es una oportunidad única para poder meterme contigo.
ARG!
Una vez que salí de la cla
Ese "ARG!" en el documento que le pasé a Lenny esta a letra 20, subrayado en verde fosforito y la letra color morado... menos mal que al copiarlo eso no se ha copiado también =) Y bueno, ese "ARG" lo pongo cuando tengo que poner algo más que no me sale en ese momento asi que lo dejo para luego y continuo con otra cosa. En fin, sin más cosas que decir...
Jacques Mackworth
Una mano enguatada presionaba mi cintura.
Eso solamente daba mucho que pensar. Por ejemplo ¿cómo era posible que Cosa, la mano de la familia Addams, se hubiese puesto un guante él solito? Seguramente resultaría más tranquilizador si dijésemos que esa mano iba seguida de un brazo y este a una persona iba unido, la cual miraba escrutadamente mi cintura. Cada vez que presionaba en distintos sitios de la herida con distinta fuerza, solía mover la cabeza acompañando ese movimiento a su vez de pequeños “jum” que esperaba que fueran positivos.
- Esto ya esta. Bueno, me dejas anonadada. Te curas con bastante rapidez.
La enfermera se desplazó sobre el taburete con ruedas hasta una papelera, tiró allí las vendas usadas y volvió empujándose con los pies en la pared.
- Te voy a volver a curar la herida y te la venderé de cara a la acampada de este fin de semana, más vale prevenir. - Cogió un paquete de gasas, lo abrió con soltura y empezó con la cura. - ¿Qué eres? ¿Un vampiro diurno… muy lento en curarse? ¿Un elfo operado?
Después de estar dos semanas yendo y viniendo de la enfermería, no me extrañaba que empezara a sacar los trapos sucios que guardaba. Al fin y al cabo la gente no es lo que parece. Al ver que me quedaba callado, Sonia, que así se llamaba la enfermera del internado, levantó la mirada y, o era muy buena leyendo las expresiones o era telépata. Sonriendo siguió con lo suyo.
- ¿Qué? ¿Es que a una no le puede gustar los libros de Tolkien o Anne Rice sin que la consideren “friky”? – suspiró – Si vieses el contenido y no el continente… Son libros muy buenos. Seguro que mucho mejores que cualquiera que te hayas leído.
Me quedé un momento callado haciendo memoria de los libros que me hubiese leído…
- Ahora mismo estoy leyendo “La familia de Pascual Duarte”..
- Oh, oh, oh. Ese libro es… bufff cómo explicarlo. Una obra de arte, tan… bonito, tan humano. ¿La parte en la que mata al perro? Precioso y ya ni te cuento cuando el hermano pequeño se queda sin oreja por que el cerdo se la ha comido. Tiene un tacto para escribir ese tal Camilo José Cela.
Cogió una nueva venda y comenzó a enrollarla entorno a mi cintura mientras seguía hablando.
- Déjame adivinar. Los próximos libros que te vas a leer son: “El árbol de la ciencia” de Pío Baroja y “La verdad sobre el caso Savolta” de Eduardo Mendoza. Te voy a contar un secreto. Yo tengo una teoría y es que en segundo de bachiller os da una revelación, por llamarlo de alguna forma, y leéis libros que parecen interesantes pero en verdad no, que el año pasado les pasó lo mismo que a ti a unos treinta alumnos.
- A ver. Entre las clases, el estudio, leer los libros que mandan y demás cosas varias, no queda mucho tiempo precisamente.
- Eso dicen la mayoría.
- Y tienen razón.
- No por que lo diga la mayoría tiene que estar bien ¿Eh? Mira a Copérnico. Él era el único que decía que la Tierra giraba alrededor del Sol y no al revés, a pesar de todas las teorías geocéntricas que estaban mucho más extendidas, y era él quien tenía razón.
Había terminado de colocar la venda y estaba sujetándola con esparadrapo.
- Pero no es lo mismo, por que en aquella época seguro que ni siquiera se pusieron a estudiar sus tratados para comprobar si eran ciertos o no, simplemente, como iban en contra de aquella teoría, se consideraba un gran absurdo. Pon un ejemplo más actual.
- Si no te obligaran a leer esos libros, no cogerías una novela en tu vida – sentenció
- Si no me obligaran a leer esos libros, tendría tiempo para leer otros. – rebatí.
- Fin – cogió las gasas, utilizadas para limpiar la ya casi inexistente quemadura, los envoltorios y los tiró a la papelera junto con los guantes de látex. – Estamos a jueves y como es la acampada este fin de semana pues… hasta el domingo no nos volveremos a ver para ya dejarte tranquilo de una vez y ¡mira! Así podrías dedicar ese tiempo a leer. Pues bueno, mestizo diurno de vampiro, ya te puedes ir.
Me abotoné la camisa y me deslice el suéter. Cogiendo la mochila, me dirigí hacia la puerta de la enfermería.
- Pero que sepas que no me has convencido, ni por asomo, durante el verano no tienes nada que hacer normalmente y si mucho, pero muchísimo tiempo libre.
- Adiós.
Salí de allí y fui hasta las habitaciones con la intención de encontrarme con Matt. Ese mediodía habían llegado hasta a mí ciertos rumores sobre él y cierta chica rubia. Y la información era de primera mano, además de que no creía que fuese un rumor falso ya que lo había escuchado de una conversación de dos muchachas, una de las cuales salía en el mismo… así que había que ser muy poco coherente para lanzar un rumor sobre ti mismo.
Entré en el dormitorio dándole vueltas aún al asunto, y allí estaba el objeto de tantos cotilleos. Arqueé una ceja y sonreí ligeramente.
- Conozco esa cara ¿Qué se cuece por los pasillos para que me mires así?
Reí divertido por la situación. Cerré detrás de mi la puerta y me descolgué la mochila.
- Uy... pues el caso es que se cuece algo jugoso ¿Sabes? He visto por el pasillo a dos chicas rubias hablando de mi compañero de habitación... tú no sabes nada ¿No?
“Venga va, no lo niegues que me mentirás y eso esta muy feo”
- Ehm... si es lo que creo que es... sí, lo sé, y esas rubias son unas bocazas hablando por ahí.
- Ay mi chiquitín que ya vuelve a enamorar a las niñitas.
- Me recuerdas a mi difunta abuela tío.
- Sí, pero yo soy la versión mejorada: joven y moderna.
- Ah vale, abuelita, ¿Hoy vas a cocinar un bizcocho de yogur o de fresitas?
- Por que poco, pero ya sabes que me salen mejor las natillas. Anda chaval, no me cambies de tema, que te veo venir.
Con lo rápida y sencilla que podía ser esta conversación, Matt prefería ir por caminos sinuosos. Allá él. Lo único que iba a conseguir con eso era retrasar el momento, pero decírmelo me lo iba a decir, de una forma u otra.
- Dios... ya sé que yo no he ido a la misa desde los ocho años...pero si me tienes aprecio, llévame contigo...
- Ah no, tu de aquí no te vas de aquí hasta que me digas si es verdad o no lo que he oído
- Vale, joder, una de esas rubias era Cris, ¿No?
- Seh.
Mientras el se tiraba en la cama resoplando, yo me apoyé en uno de los escritorios y crucé los brazos. Parecía que por fin íbamos a centrarnos en el tema. Ya era hora.
- Entonces ya lo sabes, ¿Para que quieres que yo te lo diga?
- Porque Cris no es mi mejor amiga y ella no sufrió una putadita amorosa de las gordas el año pasado y se quedó jodida. Así que no, no me preocupo por ella.
Si así no lo entendía ya no sabía que más hacer y decir. Probablemente surtiría más efecto si lo grababa y se lo ponía todas las noches.
- Oh, es verdad versión moderna de mi abuelita, que tu labor es darme pellizquitos en las mejillas y recordarme lo monín que soy.
Aunque parecía que no. Era duro de mollera. Quizás si cambiaba un poco el tono…
- Mi paciencia no es infinita precisamente así que no vuelvas a irte por las ramas.
- Joder, vale, ¿Qué quieres saber?
- Uhm... la verdad, no sé. – Me encogí de hombros - Simplemente quiero saber como lo llevas después de lo de Charlotte.
- Hombre, por lo que has podido comprobar lo llevo bien.
- Pero... – dije animándolo a continuar.
- Pero nada ¿Porqué siempre tiene que haber un pero? Cris me gusta mucho, le he pedido salir y me ha dicho que sí, resulta que yo también le gusto y ahora salimos ¿Qué hay de malo?
- Vale fiera, no me comas.
- Esque sabes que no me gusta tocar el temita de Charlotte.
- Ya, pero tendrás que hablarlo con alguien algún día ¿No? ¿Se lo dijiste a Cris?
- ¿El qué?
- Joder, que llevas debajo del uniforme una camisetita con dibujitos de ositos de peluche rosas ¿Qué coño va a ser? Lo de Charlotte.
- Sí, se lo dije.
Había que sacárselo todo con cuchara
- ¿Y?
- Y nada, me dijo que ella era un tarada por hacerme eso y luego ya le pedí salir y me dijo que sí.
- Eres un gilipollas por tardar tanto en espabilarte, llevas babeando por ella desde septiembre. Creí que tendría que hacer yo mismo de Celestina.
- Sí ya, y yo voy y me lo creo. Y no babeo por ella desde septiembre.
- Oh, a mi me parece que sí... se te veía el plumero.
- Bueno vale, se me veía el plumero, ¿Qué pasa? Tengo mis motivos por haber tardado, me preocupaba que me dijera que no.
- Tú al nacer te estrellaste de cabeza contra el suelo... - dijo poniendo los ojos en blanco.
- Y tú caíste desde un quinto piso, ¿No te jode? ¿Podemos dejar ya el tema de Cris?
- Ay que le da corte a Matt hablar de su novia. Que se me sonroja y todo...
- Gilipollas.
- No no no no no. Ahora no recurras a los insultos para esconder que es que te da vergüenza.
- A mi no me da vergüenza, simplemente no tengo ganas de hablar más del tema. Por cierto, ¿Y tú qué tal con las tías? Digo yo, ya hemos hablado de mí de sobra... ¿Alguna novedad por esos lares?
A punto estuve de hablar. Pero no, por ahí si que no pasaba o por lo menos no de momento.
- Ni de coña chaval. Ese tema es mío y eso sí que no lo vamos a hablar.
- Me lo tomaré como que sí hay novedades. Dime ¿Morena, rubia, pelirroja? ¿Alta, delgada, con curvas, guapa?
- ¿Como besa Cris?
- Vete a tomar por saco.
- Lo mismo te digo.
- Vale, vale. Tranquilízate. ¿Dejamos el tema para luego?
- Mejor dejamos el tema y punto.
- Bueno, entonces hablemos de otra cosa. Este finde es lo de la acamapada al pueblo ¿No?
Me acerqué hasta a él y le golpeé suavemente la cabeza con los nudillos.
- Confirmado, gracias a Dios que el golpe no te deformó la cabeza.
- Vale mister bromitas, me lo tomaré como un sí.
- Mejor tómatelo como un: ¿eres tonto o eres tonto? Como para no acordarse que siempre el último fin de semana de octubre es la acampada, es tan divertido y entretenido ver a los profesores intentando asustar a los críos...
- Perdón, disculpe la ofensa, no quería ofenderle tengo muchas cosas en la cabeza, se me había olvidado.
- Oh, es verdad, se me olvidaba que cuando a mi amigo Matt se le enamora el alma solo piensa en escenas de novelitas rosa con la chica de sus sueños.
- ¿No íbamos a dejar el tema, coñazo?
- Claro, claro, es que verte así de atontado es una oportunidad única para poder meterme contigo.
Bajamos a cenar encontrándonos con que el comedor estaba ya casi vacío y dentro de poco lo cerrarían. Cenamos precipitadamente y volvimos a la habitación.
Nunca antes había agradecido más el sonido del despertador. Aunque no lograba acordarme del todo de lo que había soñado, sabía que era lo mismo desde hacía ya varios días y es que me despertaba con una especie de cosquilleo en los labios señal inequívoca de ello. Era como si me hubieran besado. De todas formas, inmediatamente después de soñar lo que soñaba, le seguía una “bonita” pesadilla que aunque no era lo suficientemente como para despertarme, era suficiente para no hacerlo con tonterías. Aún así eso no evitaba que me quedase mirando a Matt mientras evaluaba mentalmente si había intentado, o no, aprovecharse de mí mientras dormía plácidamente. Sé que soy irresistible pero al menos podía tener la decencia de intentarlo mientras estaba despierto.
El día había sido como un día cualquiera, con sus más y sus menos pero en la misma línea todo.
Una vez que salí de la última clase de la tarde, Nuria llamó mi atención. Me acerqué esta donde estaba junto con Juanra, un chico con el pelo largo que tenía la impresión de querer estar en cualquier sitio menos en ese. Gracias a eso pude entender que era lo que quería. Juntos, los tres, teníamos que hacer un trabajo de Física: unos cuantos problemas y buscar alguna que otra información. No era nada de otro mundo pero si bastante largo.
- ¿Qué ocurre?
- Esta tarde vamos a seguir haciendo el trabajo, que el miércoles no hubo forma de terminarlo.
¿Existía posibilidad de réplica? Lo dudaba, a no ser que tuviese algo que hacer como un examen o una visita al médico.
Noté unos ligeros golpecitos en el hombro y al volverme vi allí a un hombre algo bajito, rechoncho, con una densidad de pelo media-baja. El profesor de literatura.
- Jacques venga un momento al departamento conmigo.
Agradeciendo mentalmente al profesor por haber interrumpido, me despedí de Juanra y Nuria. Seguí al profesor por los pasillos hasta llegar a donde se encontraban la mayor parte de los departamentos. Quien no había estado nunca en uno de ellos era por que o no quería o no estudiaba aquí. Eran habitaciones cuadradas, de tamaño medio que estaban distribuidas por la segunda y planta. Eran compartidos por los profesores que impartían las mismas asignaturas por lo que en cada uno había varios escritorios con sus correspondientes sillas y ordenadores. Y ahí acababa toda la similitud entre departamentos. En el de literatura no había superficie que no estuviese llena de papeles y cajas de cartón.
El profesor se abrió paso hasta detrás del escritorio y se acercó a la impresora para examinarla. Cerré la puerta tras de mi y avancé hasta quedarme al lado de la silla para invitados, viendo como el profesor se crispaba y daba “ligeros” golpecitos a la máquina.
- ¡Estúpido cacharro! Sigue imprimiendo.
- Eh… creo que no tiene papel.
- Oh, claro claro.
No sin esfuerzo se agachó y saco un tocho de folios de una caja de cartón, los colocó en la bandeja y quitó los que ya estaban impresos (¿Eso eran exámenes?) para colocarlos en uno de los cajones del escritorio. Pulsó el botón y se sentó en la butaca, risueño.
- Solucionado. Bueno hijo ¿Qué querías? – me hizo un ademán para que me sentara.
- Me ha llamado usted
Me descolgué la mochila del hombro dejándola en el suelo, y me senté. El profesor me miraba con expresión despistada, hasta que por fin pareció acordarse y, mientras rebuscaba en el maletín, entonó su cantinela de “oh, claro claro”. Colocó en el escritorio lo que reconocí como el comentario de texto que nos había mandado hacer y que habíamos entregado el día anterior.
- Es sobre tu comentario de texto. Casi no tratas temas, te centras en dos y los explotas hasta la saciedad y te limitas a los temas obvios. Tienes… tienes… Los que corrijan los exámenes de Selectividad van a estar mucho tiempo leyendo unas… parrafadas, enormes y muy aburridas. Tienes que romper esa monotonía y hacer algo más dinámico para que les llame la atención. Corregir exámenes de selectividad es muy aburrido. Yo lo hice un año…
Note como mi concentración disminuía, como si mi cerebro se conectara y se desconectara. Simplemente me dediqué el resto de la media hora que estuve en el despacho a asentir cuando hacía una pequeña pausa o cuando notaba cierto tono de pregunta. Aquella última vez no debería de haberlo hecho. El profesor me miraba iracundo y la cara se le había puesto de un tono rojizo
- ¿¡Cómo que crees que el inglés es mucho más importante que la literatura!?
De aquel profesor se decía que era bipolar, pues bien podía estar tan tranquilo que de repente y sin razón aparente se ponía hecho una fiera.
Intenté hacer memoria pero por más que me empeñaba no conseguía recordar que era lo que había dicho antes de aquello. Opté por lo más fácil, seguirle la corriente más o menos.
- No, no quería decir eso, solo que las dos asignaturas entraran en selectividad.
- Pero no es lo mismo. Además para vosotros el inglés es un paseo. ¿No, Mack-worth?
Que hubiese separado en sílabas mi apellido me cabreo. Estaba claro lo que estaba pensando “tu apellido es Mackworth, es inglés, así que eres inglés y por tanto es ese idioma tu lengua materna”.
- ¿¡Y eso que tiene que ver!? Me llamo Jacques – que pena que no se pudiese separar en dos sílabas – y, cosas de la vida, el francés se me da de pena.
- Cálmese señorito Mackwoth – impelió con voz autoritaria.
En ese momento me di cuenta de que no estaba recostado en la silla como antes, estaba echado hacia adelante con las manos apoyadas en la mesa. Volví a recostarme en la silla.
- Bien. Visto su conducta, quiero que todos los viernes me entregues dos comentarios de texto además de los que mando para la clase. ¿Le parece bien?
- Genial – conteste sarcástico.
Me levanté de la silla, cogí la mochila y me encaminé hacia la puerta, mascullando por lo bajo.
- Quizás así reflexiones y te das cuenta de que esa no es forma de tratar a un profesor, ni ahora, ni nunca. A un profesor hay que tratarlo con el mayor de los respetos. Cuando yo estudiaba…
Salí al pasillo y cerré la puerta de un portazo pero parecía que no se había dado cuenta pues se le podía oír desde el pasillo hablando. Me puse en camino hacia el aula de estudio, no tenía ni pizca de ganas de ponerme a hacer un trabajo de física en esos momentos pero si no iba me acabarían encontrando, eran como una secta, me calentarían la cabeza aun más y me quedaba bastante poco para perder los nervios. Si iba, me harían pensar en otras cosas y se me pasaría un poco, si veía que eso no pasaba, solo tenía que decirles que no me encontraba muy bien, que me había sentado mal algo de lo que había comido. Nadie quiere estar al lado de alguien que tiene el estómago mal, así que no intentarían saber nada de mi hasta mañana que era la excursión al bosque y no nos podíamos poner a hacer un trabajo ahí en mitad. Nada del trabajo hasta el domingo, o puede que el lunes. Estaba todo pensado.
Caminaba por un concurrido pasillo cuando alguien chocó contra mí haciendo que la mochila que llevaba malamente colocada en el hombro cayese al suelo. Me giré ligeramente para ver con quien había chocado.
- Joder Adamatti, mira por donde vas. Los ojos están para algo.
¿Con quién si no iba a ser?
Me incliné para recoger la mochila y para cuando me volví a incorporar Dan se había acercado a mi. Parecía que se iba a tomar al pie de la letra lo que le había dicho.
El puñetazo que vino a continuación no lo esperaba. A la vez que un castillo piro musical estalla en mi cabeza, me encogí sobre mi mismo a causa del golpe. Sorprendido me incorporé y al ver que pensaba continuar, lo agarré por la camisa y, girando sobre mi mismo, lo estrellé contra la pared pensando que quizás así bajaría de las nubes en las que parecía estar en ese momento.
Alrededor nuestra se fue formando un corro de gente conforme la pelea iba en aumento. Y, en lugar de intervenir, nos coreaban. Ni Dan ni yo estábamos por la labor de parar. Simplemente continuábamos con aquello haciendo caso omiso de los demás.
Alguien se puso en medio y nos obligó a parar no si antes recibir un par de golpes.
- ¡DAN! ¡JACQUES! ¡Parecéis dos putos críos! ¡Parad ya!
Me revolví agobiado. ¿¡Pero que coño le pasaba a ese!? Observé como se marchaba hecho una furia mientras tiraba un poco de la manga de la camisa. Kyle se giró hacia a mi para hacer la típica pregunta de rigor.
- ¿Estás bien?
Le respondí escuetamente con un simple “Si”. Recogí la mochila – parecía que era lo único que sabía hacer últimamente – y me fui de allí abriéndome paso entre la gente que poco a poco se iba dispersando.
Caminé rápidamente hasta los dormitorios presionando la manga de la camisa contra mi nariz. Sabía que estaba sangrando pero si simplemente no lo miraba… Atravesé la puerta del cuarto y la cerré detrás de mí. Deje caer la mochila de cualquier forma en el suelo y me tumbé boca arriba en mi cama. Solo necesitaba un puñetero momento. Clavé la mirada en el techo.
Mis pensamientos fueron interrumpidos cuando, sin previo aviso, abrieron la puerta de la habitación y entraron Cris y Matt. Estupendo, eso era justo lo que estaba pidiendo a gritos. Cerré los ojos y escuché como Matt despedía a Cris y “le concertaba una cita” para más tarde. Psicóloga, enfermera, secretaria… me había tocado el premio gordo.
- Ya decía yo que no era normal que este año no os pusierais el ojo hinchado él y tú.
Abrí los ojos para lanzarle una furibunda mirada. Si realmente pensaba eso, me podía haber avisado un poquito antes por eso de estar prevenido. Es cierto que este año estábamos más inspirados, quizás por ser el último, quizás por estar un año sin la presencia del otro, pero no había pensado que pudiese acabar a puñetazo limpio… bueno si lo había pensado, pero así, sin previo aviso…
- Que te den. – dije escuetamente.
- Ok, entonces quieres quedarte solo con la sangre pegada en la jeta y el ojo inflamado ¿No?
Eso en mi tierra era conocido como chantaje puro y duro, pero tampoco podía culparle por ponerse así.
- Vale vale, lo siento, estoy de mala ostia.
- ¿Tú crees? No me había dado cuenta.
Mientras Matt buscaba el botiquín en el altillo del armario, me incorporé y me senté al borde de la cama. Cuando pasó el algodón empapado en alcohol por las heridas no pude evitar estremecerme y quejarme. Aquello escocía como mil demonios y luego dejaba una sensación como de cosquilleo bastante irritante.
- Bueno, ya está, te he echado medio botiquín para que no salga ni una gota de sangre y que los antiinflamatorios hagan efecto, así que, la jeta al final no te quedó tan fea, solo un poco rara.
- A ver si te arreglo yo la tuya y veremos qué me dices luego.
- Te diré que pareces un criajo que se pica por nada.
Puse los ojos en blanco. Me levanté y me quité rápidamente el jersey, la corbata y la camisa del uniforme, evitando mirar el puño de esta última ya que debería de estar tintada de un bonito color rojo.
- ¿Cómo estarías tú despues de ostiarte con Adamatti?
- Vale vale, pero a mí no me mates.
Cogí una camiseta básica de manga larga y, cuando vino Cris, bajamos a cenar. Pase la mayor parte del tiempo callado, lo que ahora me apetecía menos era hablar pero tampoco creía que aquello les molestara a aquellos dos tortolitos. Estaban muy enamorados y no paraban de hablar. Mientras Matt iba a acompañar a Cris a su habitación, yo me fui a la nuestra dispuesto a hacer un recuento de daños. un ojo morado, un arañazo en la mejilla… y por supuesto el correspondiente dolor.
Una buena ducha de agua caliente que me relajara. Eso era lo que necesitaba en ese momento. Abrí el grifo para que saliera el agua caliente mientras me desvestía luego, regulé el agua. Quería una ducha de agua caliente si, pero no escaldarme. Cuando cayó el agua sobre mi cara, y por ende sobre las heridas, fruncí el ceño y volví a estremecerme. El agua no era como el alcohol, pero precisamente caricias no hacia. Era como si me estuvieran clavan alfileres en la herida de la mejilla, pero por fortuna aquello duro poco.
Para cuando salí a la habitación Matt ya estaba echado en su cama, dormido. Me puse el pijama intentando no hacer mucho ruido al abrir los cajones del armario y me tumbe en la cama calculando mentalmente las horas que dormiría teniendo en cuenta que mañana era la acampada.
El despertador sonó. Tal y como había calculado por la noche, habían sido pocas horas de sueño y aun así no intenté sacar de donde fuese más minutos y me levanté. Con todo el jaleo de ayer, no había hecho la mochila aún. Me vestí y puse las lentillas. Dejé la venda, que me había quitado ayer para la ducha, en mi mesita de noche. No iba a pasar nada por un día. Metí en la mochila de todo un poco: una linterna, una chaqueta, un bote de viaje de líquido para las lentillas, y la funda con las gafas y los botes para guardar las lentillas.
Bajamos al comedor aún un tanto dormidos al igual que la mayoría de alumnos que allí había. Cogí un bollo y un café que aunque era precisamente mi bebida favorita necesitaba despejarme un poco, además no hay ningún sabor que grandes cantidades de azúcar no pudiese enmascarar.
La directora, vestida para la ocasión, entró en el comedor y comenzó a hablar.
- Chicos, puesto que vamos a pasar noche fuera, necesitamos llevar tiendas de campaña. Cada profesor llevamos una, pero hay más tiendas que profesores y por eso hemos elegido unos cuantos chicos al azar de los dos últimos cursos para que lleven las restantes. No se ha apuntado mucha gente, así que solo necesitaremos 10 chicos, que son. De primero de bachillerato: Matt, Juan, Alonso, Manuel y Carlos. De segundo de bachillerato son: Dan, Antoine, Kyle, Luis y Jacques. Dentro de media hora saldremos. Los nombrados por favor pasad por el despacho de la directora para recoger las tiendas.
Me levanté de la mesa con el resto de nombrados y seguimos a la directora que nos condujo hasta su despacho donde nos dio una tienda a cada uno. Aseguré la tienda en la parte baja de la mochila tal y como había hecho varias veces en el campamento al que había ido como monitor durante el verano.
Aquella acampada prometía estar repleta de canciones de campamentos y fue por eso mismo que rebusqué en la mochila el mp3 y lo guardé en el bolsillo. No estaba de humor y tampoco me apetecía que el dolor de cabeza que tenía ayer volviese hoy.
A la media hora, salimos del internado y comenzamos a caminar con los profesores dirigiéndonos por el bosque. Un poco antes habían estado consultando un mapa para recordar el camino por el que íbamos a ir.
Sin comerlo ni beberlo había acabado haciendo el camino solo aunque si alguien me preguntaba la respuesta sería, sin lugar a dudas, que era para dejar un poco de intimidad a la recién pareja. No iba a decir que estaba tan ofuscado pensando en la pelea de ayer con Adamatti que ni siquiera me había dado cuenta de que me había separado del grupo. Y es que aún no entendía por que había reaccionado así a un simple choque aderezado con un pequeño comentario “mira por donde vas”. Que hubiese tenido un mal día no lo justificaba. Todos teníamos días malos.
Saqué el mp3 del bolsillo y me puse los cascos. Quizás un poco de música me haría pensar en otra cosa.
Sencillamente la pelea la había seguido por el infantil pensamiento de “si tu lo haces, yo también” que si bien en ese momento me había parecido más que suficiente para justificarme, ahora me parecía… eso, infantil.
Durante los últimos segundos de “Who wants to life forever” de Queen, me dí cuenta de que me estaban hablando. Me giré a la vez que me quitaba un auricular disimuladamente. Allí estaba Nuria, vestida con ropa deportiva y el pelo recogido en una tensa coleta.
- Ajam.
- Y ¿Sabes? Al fin acabamos Juanra y yo el trabajo. Los dos solos por que resulta que nuestro compañero tenía mejores cosas que hacer como por ejemplo citarse con Dan para pelearse otra vez. Un comportamiento muy inteligente por parte de ambos, sin duda.
- Si vamos, como si eso fuera algo que hacemos todos los días. Sobre las 3 no me busques, ya sabes, Adamatti me ha citado a la salida de clases para una peleita después de comer.
- Ja-ja.
Me encogí de hombros, que no era tan fácil hacerlo con lo que llevaba a la espalda, e hice amago de volver a ponerme los auriculares, dando por finalizada la conversación. Ella no pareció verlo de ese modo y siguió hablando, le gustaba meter el dedo en la llaga.
- Si es que ya tardabais demasiado en pegaros ¿queréis batir el record que impusisteis en 4º o qué?
- Quien dijo que cada persona tiene tres vidas, tenía toda la razón del mundo – al ver que me miraba sin comprender que era lo que pretendía decir con ello, me explique.- Tres vidas: mi vida en si, la que mi madre cree que tengo y la que se inventan de mí. Este caso entra en esa última categoría.
- Ya.
- Me da igual si me crees o no. Allá tú. Pero esta es la primera vez que nos enzarzamos en una pelea.
Esta vez si, me puse los auriculares y apreté un poco el paso.
Finalmente llegamos hasta la zona donde haríamos la acampada. Comenzamos a montar las tiendas de campaña entre los alumnos de los últimos cursos mientras los profesores daban vueltas por ahí organizándolo todo, si bien algún que otro profesor intentaba echar una mano casi era preferible que se quedaran al margen.
Por la tarde, como era lógico, juegos y ya por la noche se encendieron algunas hogueras propiciando el mejor escenario para que se contaran historias de miedo que aterrorizaran a los más jóvenes y quizás los más revoltoso y así asegurarse que ninguno intentaría ningún tipo de excursión nocturna no autorizada por los profesores. Era gracioso ver las caras de miedo que ponían algunos y las miradas entre ellos para saber que no estaban solos ante el peligro.
Más tarde tocó la asignación de tiendas. Matt, Kyle, Antonie, Adamatti y yo. Se notaba que los profesores no daban para más y habían hecho los grupos a la virulé. Que bien iba a dormir esa noche. Pero bueno, no había que ponerse exagerado. Con evitarlo a toda costa debería bastar.
Una vez dentro de la tienda de campaña, me cambie rápidamente y me quité las lentillas volviendo a guardar la funda dentro de la mochila. Me metí en uno de los sacos de los extremos e intenté dormir. Sobra decir que fue sin éxito. Me revolvía inquieto y no paraba de moverme en busca de alguna posición cómoda para dormir, pero era imposible. Estaba intranquilo sabiendo que Dan estaba a unos pocos sacos más para allá. No era miedo, simplemente prefería seguir estando despierto no fuese que se le volvieran a cruzar los cables. Aunque al final se impuso el sueño a las ganas de supervivencia.
Noté un golpe en la pierna, lo que me despertó, y ya fui consciente de que alguien estaba gritando que cogiéramos las linternas y nos levantáramos. Me acerqué a mi mochila y rebusqué a ciegas hasta que dí con la linterna y la funda de las gafas. Obviamente no había tiempo para ponerme las lentillas así que me puse las gafas. Una vez volví a ver en alta definición, salí de la tienda a la vez que encendía la linterna. Todos apuntaban a algo negro que se retraía en el suelo.
La sombra.
Me acerqué a ellos y los imité. Aquello surtía efecto y se encogió sobre si misma hasta que desapareció. El barrido que hice por las caras de todos hizo que me quedara bastante sorprendido. En el rostro de todos, y estaba seguro que también en el mío propio, se podía ver una mezcla de miedo y reconocimiento.
Un grito de auxilio desgarró el silencio que reinaba en ese momento. Me giré hacia Mayra alarmado y pude ver que otra sombra estaba deslizándose por su pierna.
Noté un agudo dolor en la pierna. Oh por Dios, no.
Bajé la mirada hasta mi pierna simplemente para confirmar mis sospechas. Una sombra estaba reptando por mi pierna, subiendo poco a poco. Caí al suelo y un estridente ruido me aseguró que me había quedado sin linterna
Poco a poco la sombra fue engulléndome sin que pudiera hacer nada para evitar su avance. Tenía cojones que todo se acabase así, engullido por algo que ni siquiera sabía que era. Por que si, estaba seguro, de esa no me iba a librar nada ni nadie. Iba a morir con diecinueve años.
Algo hizo clic. Notaba como algo cálido se abría camino extendiéndose por todo mi cuerpo desde el pecho. Comencé a temblar, aunque no de frío, y algo explotó dentro de mí, como una luz, expulsando a la sombra y haciéndola desaparecer.
Me incorporé quedándome sentado y miré a mí alrededor. Todos parecíamos estar igual, aterridos y anonadados por lo que acababa de pasar, por lo que habíamos hecho, de algún modo. Recogí la linterna y me puse en pie.
- Ya habéis sido iniciados.
Me volví hacia quien había hablado. Plantado allí en mitad con los brazos cruzados frente al pecho estaba el profesor de educación física
- ¿Profesor?
Parecía una pregunta obvia pero era algo que yo también había estado apunto de decir.
- Señor Delta a partir de ahora, si no os importa. Habéis sido iniciados para luchar contra las sombras y yo voy a ser vuestro instructor.
Espera, espera, espera. Iba demasiado rápido para alguien que aún estaba conmocionado por lo que acababa de pasar.
- ¿Instructor? ¿Para qué?
- Para luchar contra lo que os ha atacado ahora mismo.-contestó el profesor con las manos en la espalda.
- Y si sabía que nos iba a atacar ¿Por qué no nos ha ayudado? Podríamos haber muerto.
- Si ese hubiese sido el caso las habría matado yo mismo. El caso es que a partir de ahora necesitáis ser entrenados, 7 días a la semana, 4 semanas al mes y 365 días al año.
- ¡Ja!-dijo Antoine.-Y cuanto, ¿24 horas al día?
- No. Cada día tendréis una hora y media para vosotros. Podéis estudiar, hacer los deberes, lo que queráis, pero en cuanto se acabe esa media hora debéis estar en el gimnasio para vuestro entrenamiento. Valoro mucho la puntualidad, por lo que si llegáis tarde, media hora de entrenamiento más, por minutos y persona. Y tampoco me gustan los maricones ni las niñas pijas, así que si escucho una queja durante el entrenamiento, media hora más por queja y persona.
Daban ganas de saludar al estilo militar.
- ¿Está loco? - increpó Adamatti. - La directora se escandalizará.
- La directora ya está al corriente de lo que va a suceder a partir de ahora.
- ¿Y cuando quiere que durmamos? - preguntó Mayra.
- Por la noche. Tenéis entrenamiento hasta las 10. Se os servirá una cena a parte para reponer fuerzas y después a la cama. Pero claro, si llegáis tarde o si os quejáis ni cena y como poco a la cama a las 10.30 después de más de 5 horas de entrenamiento.
-Está loco. - dijo Adamatti.
- Y ahora a la cama, mañana os espera un largo día ya que recibiréis las consecuencias del ataque de esta noche.
Lo que faltaba. La guinda del pastel. Volvimos a la tienda y me metí en el saco a pesar de que sabía que estaba demasiado hiperactivo y nervioso como para dormirme así que ni me había molestado en quitarme las gafas. Prefería seguir viendo con claridad por si pasaba algo más esa noche. Por lo menos estaba casi seguro que Adamatti no intentaría otra acometida esta noche. No después de aquello.
La vuelta al internado fue el infierno hecho camino. Estaba terriblemente cansado y podía notar cada uno de los músculos de mi cuerpo doloridos, casi los oía quejándose por ponerlos en movimiento.
Dejé la tienda de campaña en el despacho y fui junto con Matt hasta la habitación. Lo único que quería era darme una buena ducha y dormir, y si no me despertaba nunca no iba a pasar nada. Era una buena opción.
Me senté en la cama y resistí el impulso de tumbarme ya que luego me costaría volver a levantarme para conseguir mi objetivo: darme la ducha que me relajase.
- ¿Qué cojones fue lo que paso anoche exactamente? Porque me pareció más una maldita pesadilla traumatizante de peli de miedo medio cutre.
Me froté la frente mientras reía.
- Pues algo por el estilo, no vas muy desencaminado.
- ¿Y de verdad le tenemos que llamar al profesor de gimnasia "señor Delta"? Parece sacado de un gerente de circo. Aunque bueno, visto lo visto lo de anoche, mejor llamarle así y no nos metemos en marrones.
Tenía cojones que nos obligase llamarle Señor Delta. Pero ¡oh! Si no lo hacíamos seguro que añadía ese plus al entrenamiento.
Entrenamiento.
Nos iban a entrenar para aprender a luchar contra esas sombras. Y la directora estaba en el ajo. Esto era un sueño.
- Pero es que todavía estoy flipando. Joder, hasta la directora sabe de eso y no hace nada por que el entrenador no exagere tanto las condenadas normas.
- En fin, sólo espero que luego se nos ablande "el señor Delta" y que no sea tan rudo como parece, sino voy a acabar hasta las narices.
- Bueno... mejor dejemos de rayarnos la cabeza y lo descubramos mañana.
- Sí, tienes razón.
En cuanto Matt se fue a buscar a Cris, me metí en la ducha. Podía notar como hacía efecto el agua caliente y poco a poco iba relajándome. Me vestí y como ya no podía resistirlo más, me tumbé sobre cama sin ni siquiera deshacerla.
Probablemente era la primera vez que me quedaba dormido tan rápido.
Me desperté con el sonido del despertador. Me había quedado exactamente en la misma posición en la que había dormido. Me levanté y me estiré haciendo crujir la espalda y los hombros.
Nos arreglamos y bajamos al comedor para enfrentar una nueva semana en aquel sitio de locos.
La mañana pasó casi en un suspiro. No me centré en ninguna de las clases que tenía simplemente por que no dejaba de darle vueltas a entrenamiento que tendríamos que hacer poco después de comer, lo que hizo que varios profesores me llamaran la atención y que el examen de Historia no me saliera precisamente bien.
Una hora y media después de comer, salí del dormitorio y me dirigí hacia el gimnasio preguntándome que pasaría con las clases de la tardes ya que era algo que me escamaba pero estaba casi seguro que si se lo preguntaba eso añadiría media hora más de entrenamiento. Durante esa hora y media había estado intentando estudiar sin obtener muchos resultados ya que solo había podido hacer un par de ejercicios de matemáticas.
Frustrado entré en el gimnasio donde ya estaban los demás.
Tras un pequeño calentamiento nos mandó ejercicios de velocidad, y después uno de confianza para lo que nos puso por parejas. Quizás si el profesor veía que ni de coña íbamos a hacer el ejercicio Adamatti y yo, nos pondría con otra persona. Pero la expresión que ponía el profesor no admitía replica. Quizás si le comentaba algo, cambiaría las parejas. Pero la expresión que ponía me decía claramente que si daba un paso hacia él para comentárselo, añadiría más tiempo al entrenamiento.
De todas formas eso no iba a hacer que fuese corriendo hasta donde se encontraba, pensaba tomarme mi tiempo, intentar alargar el momento.
- Acabemos rápido con esto.
Eso había sonado muy peliculero pero ya estaba dicho. Sin más, me coloqué detrás de él, dándole a entender que sería yo quien lo cogería primero. Titubeó un poco pero finalmente se tiró hacia atrás.
Repetimos el ejercicio un par de veces más hasta que el prof… señor Delta nos mandó cambiar de posiciones.
Si bien era cierto que Adamatti había confiado en mí y se había dejado caer, yo no sentía la misma predisposición a ello pero sabía que no podía hacer nada que lo evitara. Me dí la vuelta y, tras asegurarme que estaba pendiente del ejercicio, me deje caer.
Habría sido muy bonito decir que si, que me había cogido y que habíamos seguido haciendo el ejercicio hasta que el señor Delta nos mandó otro ejercicio, que así habíamos dado un pequeño paso para dejar atrás los malos rollos y afianzar poco a poco nuestra amistad. Habría sido muy bonito.
Mientras caía hacía atrás no dejaba de rememorar la pelea. Lo que tenía enfrente de mí fue cambiando, pase de ver una de las paredes del gimnasio a ver el techo de este, y ahora era cuando entraba en acción Adamatti y me sujetaba para que no diese con mis huesos en el suelo.
No, no lo estaba haciendo. Lo podía notar pero no, seguía cayendo. Doblé los brazos hacia atrás con la intención de apoyarme en ellos sin embargo ya estaba muy cerca del suelo y eso solamente sirvió para golpearme el codo y por supuesto la cabeza.
- He aquí un gran ejemplo de desconfianza. El señorito Dan no confía lo suficiente en Jacques y no emplea la fuerza necesaria para cogerle.
Vaya eufemismo, yo prefería la versión “Adamatti pasa de Jacques y por ello se la trae floja.”
Me senté, me llevé la mano al cuello y me volví para lanzarle una mirada envenenada a Adamatti. Lo encontré en el suelo. Mira, al menos no era el único que había salido mal parado de esa estupidez.
- A causa de esto os voy a mandar deberes. Para la semana que viene quiero que me entreguéis dos folios escritos a ordenador de todo lo que habéis aprendido, positivo, del compañero que os acaba de tocar. Si no lo entregáis, dejaré de entrenaros. Lo que significará vuestra muerte.
Que buenas palabras de ánimo, si señor. Me levanté del suelo. Estupendo, sobre todo si tenemos en cuenta que tenía que hacer una redacción de dos folios sobre lo positivo que había sido comprobar la solidez del suelo del gimnasio ya que mi compañero, al no confiar en mi, no había aplicado la fuera suficiente. Si le metía un poco de prosa y cara quizás llegase a un folio.
Continuamos con el entrenamiento y después de un ejercicio de fuerza, nos mando correr entorno al edificio durante una hora. Parecía que había cambiado el chip completamente y que ya no se acordaba de las quejas cuando nos mandaba en clase correr la media hora. Pero claro, ahora imponía más, muchísimo más.
Al terminar el entrenamiento, fuimos al comedor para cenar un buen plato de pasta. Me sentaron como el agua dulce a un naufrago. Con parsimonia, fui hasta la habitación y me dí una buena ducha. Al día siguiente iba a tener unas buenas agujetas por todo el cuerpo.